Por Rubén
Lasagno
Así cantarían los kirchneristas en Venezuela,
teniendo en cuenta que son tan defensores de los DDHH y de la institucionalidad
democrática, que el golpe de Estado en contra del Poder Judicial, por parte del
presidente a quien le habla el pajarito, debiera llevarlos a repudiar al
dictador chavista. Pero no. El kirchnerismo es el único sector de la política
nacional que no se ha expresado al respecto ¿Por qué será?
Esperamos los gritos
de los Yasky, los Michelis, los Baradel, los Bonafini, los D`Elías, Morenos o
Máximo y compañía, pidiendo el helicóptero para el colectivero devenido en
presidente de Venezuela ¿O en política nadie repudia a los referentes con los
cuales se identifica?
Venezuela es hoy, lo que hubiera sido Argentina si
una parte de la sociedad no recapacitaba a tiempo de hacia dónde íbamos o hacia
qué lugar nos llevarían especímenes políticos como Daniel Scioli y Carlos
Zanini, si lograban sobrevivir a las elecciones del 2015.
Probablemente (y seguramente) no estamos bien y tal
vez la falta de un horizonte claro y diáfano de hacia dónde vamos, nos llene de
incertidumbre y miedos, pero con el régimen K sabíamos perfectamente hacia
dónde nos dirigíamos y era, inexorablemente, a ser una remedo de Venezuela o
peor aún.
La gran frase disparada por Mario Negri que dice “Yasky
está con sindrome de abstinencia de paro, porque durante 12 años no hizo
ninguno” es prácticamente una pintura de la imagen patética que representan
quienes hoy lideran las marchas y los paros en contra del gobierno nacional,
colgándose de cuanta excusa hay para pegarle al presidente Mauricio Macri, pero
que hicieron un cuidadoso silencio durante los 12 años en los cuales el
kirchnerismo hizo lo que quiso y jamás levantaron un dedo acusador a favor de los
necesitados, ni de los docentes, ni de los despidos y/o la pobreza. Al
contrario, lo negaron sistemáticamente.
Es como si hubieran despertado de un sueño
celestial o más bien, estuvieron anestesiados durante más de una década por los
dineros, los favores, los subsidios y las prebendas que repartieron Néstor y
Cristina desde el poder populista desde donde se mató la política solidaria y
la suplantó el fanatismo militante, generalmente fundado en abultados cheques,
otorgados bajo distintos nombres que se giraban en concepto de planes sociales,
obras y servicios, obra pública, infraestructura, universidades, acción social
y cuanto gasto se podía justificar, haciendo uso del leit motiv del
kirchnerismo puro: “detrás de una necesidad, siempre hay un gran negocio”.
No vimos hasta el momento a ninguno de ellos,
repudiar el golpe de Estado que generó el dictador venezolano chavista, a quien
su alter ego le habla a través de un pajarito el cual le dijo al oído, en las
últimas horas, que debía disolver el parlamento, principal herramienta de la
democracia para terminar de matar, no solo a su pueblo, que hace años está
hambreado, insolvente y erradicado del mundo, sino al poco atisbo de democracia
que dejó el chavismo en Venezuela, desde que el régimen llegó al poder de la
mano “revolucionaria” de Hugo Chávez, el militar que copó la parada bajo la
excusa de combatir la pobreza de su pueblo y lo hundió en la más abyecta
miseria y corrupción de la que se tenga memoria en América Latina, mientras él
y su familia surgieron enriquecidos en el ranking de la revista Forbes.
No es la primera vez que lo decimos; desde hace años
vengo hablando de Venezuela como una dictadura, porque así se perfilaba cuando
en vida Chávez, corrupto, déspota y autoritario, confiscaba no solo los bienes
y la voluntad de los venezolanos, sino que les quitaba el petróleo, los
marginaba del mundo y les vendía una “revolución” idealizada y grotesca, fuera
de contexto y rigor ideológico, que los Kirchner intentaron imitar en algunos
tramos de sus gobiernos, pero encontraron los escollos necesarios que le
impidieron imitar las atrocidades políticas de Chávez y su sucesor, el
colectivero a quien, desde el más allá, el ex presidente revolucionario de
los Rolex y los Armani, le dice qué hacer a través de un pajarito, todas las
mañanas.
Así “gobernaron” Venezuela y así terminaron los
venezolanos. Sin salud, sin comida, sin energía, sin plata, sin democracia y
sin libertad. Hacia eso íbamos los argentinos, inexorablemente, de no haber
sido por la recuperación de la conciencia cívica, en el tiempo de descuento de
los últimos 45 minutos del partido (solo por equiparar la historia con una
anécdota futbolera), cuando en segunda vuelta la nefasta pareja Scioli-Zanini,
perdió las elecciones y se salvó la República. Lo que venga ahora, será motivo
de otro análisis, de otra historia, de otras preocupaciones. Pero el camino por
el cual transitábamos, aunque más lento, perezoso y largo, indudablemente nos
llevaba al destino final de los hermanos venezolanos.
El kirchnerismo no se ha expresado aún sobre el
golpe de Estado en Venezuela y es de esperar que nunca lo hagan, porque
responden a la naturaleza de sus congéneres políticos. Son los “helicopteristas
de la democracia” que en la última marcha en Plaza de Mayo aparecían pidiendo
la renuncia del presidente, pensando (como grandes imbéciles que son) que si el
que está se va, ellos vuelven.
Desconocen la idiosincrasia del pueblo, desconocen
el poder en su verdadera y real dimensión. Ese poder no está en una plaza con
100 mil personas o una octogenaria delirante, a la que los jueces le están
haciendo precio, llamando nazi y criminal al presidente constitucionalmente
elegido o mientras en los medios, la amante de un ladrón K, provisoriamente
detenido, alude gratuitamente al aire y sin que a ningún Fiscal ni juez se les
mueva un pelo, que Macri se muere en menos de un año, frase
significativamente grave si se tiene en cuenta la complicidad de la ex
presidenta y su ex gobierno, en el magnicidio más grande ocurrido, del
que se tenga memoria en la historia en el país.
¡Maduro, basura, vos sos la dictadura!!, no se escucha aún
de boca de los kirchneristas manifestantes en todas las protestas callejeras.
Para ellos, aún es Macri la basura y el chavismo es la reivindicación de lo que
ellos pretendían ser y que por voluntad del pueblo argentino, se perdieron de
disfrutar.
© OPI Santa
Cruz
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