Por Guillermo Piro |
Jane Austen murió el 18 de julio de 1817 a los 41 años, pero
las circunstancias de su muerte siguen siendo un misterio. Desde hace 200 años
se examinan todas las pruebas disponibles, como las cartas que escribió en sus
últimos años de vida, en las que se lamentaba de cálculos biliares, dolores en
el rostro y fiebre. Siempre se pensó que entre las causas de su muerte podían
estar el cáncer de estómago, la tuberculosis, el linfoma de Hodgkin o un
trastorno en las glándulas suprarrenales conocido como enfermedad de Addison.
Un artículo aparecido la semana pasada en el sitio de la Biblioteca Británica
propone una teoría más dramática: fue un veneno lo que mató a Jane Austen. En
este caso no se trata de un complot o de un asesinato, sino de arsénico
disuelto en agua o en un medicamento.
La tesis de la Biblioteca Británica parte de un par de
anteojos. En 1999 Joan Austen-Leigh, chozna de la escritora, regaló a la
Biblioteca un escritorio que había pertenecido a Austen, y allí, en un cajón,
encontraron tres pares de anteojos, dos con marcos de caparazón de tortuga y
uno de metal. Alguien se tomó el trabajo de analizarlos y descubrió que Austen
sufría de presbicia. Los anteojos tienen graduaciones distintas, y uno de los
pares con montura de caparazón de tortuga hace pensar que Austen al final veía
muy poco. Sandra Tuppen, curadora de los archivos y manuscritos de la
Biblioteca de entre 1601 y 1850, dice: “Las abruptas variaciones de graduación
podrían confirmar la teoría de que Austen murió a causa de arsenicosis,
probablemente accidental”.
Otras pruebas confirman la teoría. Austen se lamentaba en
sus cartas de la decoloración que sufría su piel, uno de los síntomas de la
acumulación de arsénico en el cuerpo. En el siglo XIX el envenenamiento
involuntario por ingesta de arsénico no era algo tan raro. En 2011, la
escritora Lindsay Ashford, una de las primeras en esgrimir la teoría del
arsénico, le dijo al Guardian: “Creo que es altamente probable que a Austen se
le haya suministrado un remedio que contenía arsénico. Si se comparan sus
síntomas con los de la intoxicación por arsénico, la correlación es increíble”.
En plena era victoriana, el arsénico se usaba mucho en los fármacos que se
fabricaban en el Reino Unido. No sólo en los fármacos: al parecer contenían
arsénico los vestidos de color verde, la cerveza, el vino, el papel de regalo,
los juguetes, las golosinas, los antiparasitarios para ovejas, los
insecticidas, el carbón y las velas. En 1858 un vendedor de golosinas, Humbug
Billy, envenenó a 125 personas porque había agregado por error arsénico
mientras trataba de diluir el azúcar en sus dulces con sabor a menta.
“La Biblioteca Británica ha dado un gran paso concluyendo
que fue el arsénico lo que mató a la escritora”, dijo en The New York Times
Janine Barchas, una especialista en literatura del siglo XIX de la Universidad
de Texas, en Austin. En 2012, el oftalmólogo neozelandés Graham Wilson publicó
un estudio sobre los problemas visuales de Austen, que se remontan a cuando la
escritora tenía 23 años. Dice Wilson: “Hay muchas referencias a los ojos en sus
novelas, pero los ojos de Jane y los de sus personajes no pueden de ninguna
manera aportar algo al debate sobre las causas de su muerte”.
Todo ello suponiendo que los anteojos encontrados fueran
suyos. ¿Y si Jane Austen había comprado un par de anteojos usados con el fin de
usar posteriormente el armazón? Que nadie se ría, como teoría es tan válida
como cualquier otra.
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