Por Fernando Laborda
En el gobierno de Mauricio Macri se sigue discutiendo acerca
de la conveniencia o no de que sus seguidores salgan a la calle mañana como una
demostración de fuerza ante los ataques de los sectores opositores que, durante
todo marzo, han elegido la vía pública como escenario del combate.
La
estrategia oficial de asegurar que las autoridades no organizan ni promueven la
movilización a la Plaza de Mayo alentada desde las redes sociales, sin por eso
desacreditarla, es de manual: Macri podría capitalizar su eventual éxito o
distanciarse de su hipotético fracaso.
Lo cierto es que el macrismo no sólo no está acostumbrado a
dirimir batallas en la calle, sino que además reniega de los actos callejeros
por cuanto suelen ser vistos como una fórmula de la vieja política y del
populismo que el Gobierno dice enfrentar.
En cambio, a Macri siempre le fue bien hasta ahora con la
técnica del aikido, esa arte marcial japonesa que se basa en la utilización del
impulso del oponente en su contra, con el propósito de derribarlo, empleando la
menor cantidad de fuerza propia posible.
La imagen del líder de la protesta de los docentes
bonaerenses, Roberto Baradel, junto a Aníbal Fernández y Hebe de Bonafini, en
momentos en que la titular de Madres de Plaza de Mayo amenazaba con "volar
la Casa Rosada" y otros dirigentes reivindicaban a Montoneros y al ERP,
probablemente sea uno de los mayores favores que recibió el Gobierno. La
sobreexposición de los grupos más extremistas del kirchnerismo en sus ataques a
las instituciones ayudan a realinear a los votantes de Macri en apoyo de la
coalición gobernante frente a los fantasmas del pasado. Incluso a algunos
desencantados o impacientes con la gestión presidencial. Por eso hay dudas
acerca de si la violencia desde el kirchnerismo debilita o legitima a Macri.
La medida de fuerza docente está dando sus primeros síntomas
de desgaste. En el gobierno bonaerense aseguran que la adhesión a la huelga ha
caído al 35 o 30 por ciento. Encuestas de opinión pública dan cuenta de un
creciente desacuerdo general con la forma de la protesta, aun cuando la demanda
salarial sea considerada justa. Según la consultora D'Alessio Irol, seis de
cada diez argentinos rechazan hoy el paro de los maestros.
Entretanto, el Presidente dio a entender que algunas batallas
deben darse hasta el final. Sin decirlo, parece estar alentando a la
gobernadora María Eugenia Vidal a tomar una actitud parecida a la que asumió la
primera ministra británica Margaret Thatcher frente a la recordada huelga de
los mineros que se extendió entre marzo de 1984 y marzo de 1985. Nada menos que
un año duró esa protesta, tras la cual los mineros retornaron a sus puestos de
trabajo derrotados y humillados, y la "Dama de Hierro" se abrió paso
hacia su reelección, en 1987.
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