Por Gustavo González |
Esta semana, el Gobierno asumió como hipótesis A competir
contra Cristina Kirchner en las próximas elecciones en la provincia de Buenos
Aires. La nueva madre de todas las batallas. Toman como verosímil la
información que reciben de fuentes peronistas de que la ex presidenta está
dispuesta a jugar su suerte en octubre. Las propias encuestas oficiales
reconocen que Cristina alcanzó un piso estable del 30% de votos en el distrito,
concentrados mayoritariamente en el Conurbano.
Esos sondeos también mostrarían
que la alianza Massa-Stolbizer tiende a desdibujarse en el electorado (“Para el
votante massista, ella es una gorila; para el de Stolbizer, ellos son
kirchneristas disfrazados”, deducen).
A su vez, dudan de que Florencio Randazzo se vaya a
presentar y, si lo hiciera y quisiera competir con Cristina en las PASO, creen
que la ex mandataria no lo aceptaría por no considerarlo digno de enfrentarla,
y entonces ella competiría con sello propio.
Dos integrantes de la mesa chica de Cambiemos reconocen como
inevitable esa posibilidad: “Y no es que juguemos al todo o nada, como escribió
Fontevecchia en PERFIL. No se trata de lo que nosotros queramos, es una
necesidad que viene de abajo hacia arriba, es la demanda de la sociedad la que
genera la oferta, la sociedad está dividida entre los que añoran el pasado y
los que quieren un país distinto, las opciones del medio ya no existen”.
Lo expresan con tanto entusiasmo que podría parecer una
estrategia electoral instalar a Cristina como contrafigura electoral. ¿Será que
a falta de una economía que no termina de dar señales inequívocas de
crecimiento, es mejor escaparle a ese debate instalando otro sobre la desgracia
de volver al pasado?
Ellos dicen que no es eso. Y que ganarle a Cristina no será
fácil, pero confían ciegamente en la imagen de María Eugenia Vidal: “Estaba en
70 puntos positiva, bajó a 60 cuando comenzó el conflicto docente y ahora
volvió a subir. No hay con qué darle. Incluso entre los que no les gusta,
cuando se les pregunta qué tipo de gobernador quisieran, describen el
estereotipo de María Eugenia: honesta, trabajadora, mujer, representante de la
nueva política. Va a ganar el candidato que más se le parezca y por el que ella
haga campaña”.
Por eso, para una mayoría macrista el ideal para competir
con CFK es otra Vidal. Si también fuera mujer, mejor.
Quizás interpreten que en esta Argentina líquida que pasó de
la hipermodernidad K a la posmodernidad M, rinda más la filosofía confuciana de
entender que una “voz fuerte” como la de Cristina Kirchner hoy no sería capaz
de vencer a la “voz clara” de María Eugenia Vidal.
De hecho, están midiendo a funcionarios y distintas figuras
públicas para esa contienda, pero por ahora los nombres y los resultados de
esas mediciones sólo las conocen cuatro personas, incluyendo al Presidente y a
la gobernadora.
Mientras tanto, nadie sabe qué hacer con Carrió, quien
sostiene que cada vez mide mejor en las encuestas, pero no reuniría el perfil
de la búsqueda laboral del PRO, al menos en la provincia y al menos por ahora.
Decirle que no a Lilita no será fácil si ella opina lo contrario. Viene de
ganar una pulseada pública: bajó a Jorge Macri para competir en las
legislativas, aunque lo que terminó de correrlo fueron los focus group que
indicaban que, tras el escándalo del Correo, llevar a un primo presidencial en
las boletas podía verse como otra forma de beneficiar a la familia.
Hipótesis B. Hay una segunda alternativa que hoy baraja el
oficialismo. Tampoco de ella forma parte Sergio Massa. Quizás el ninguneo del
viejo aliado no sólo sea el reflejo de las encuestas sino de cierta sospecha de
que su acuerdo con la líder del GEN le pueda restar más votos a Cambiemos que
al kirchnerismo.
El que sí aparece como tercero en discordia en la hipótesis
B del Gobierno es Florencio Randazzo. Creen que si se presentara con lista
peronista le quitaría apoyo de ese sector a una boleta encabezada por Cristina.
Sospechan que ése sería el mejor escenario para el Gobierno, aunque no el más
probable.
En cualquier caso, todo concluiría en tener que vencer a la
dueña del relato K.
—Tenemos mucha confianza en ganar, y ganarle directamente a
Cristina sería saldar de una vez por todas las cuentas con el pasado. Se
presenta, pierde, se termina el mito y podemos mirar de una vez por todas hacia
adelante, sostiene uno de los ideólogos de la estrategia electoral en la
provincia.
—¿Qué ocurre si Cristina va presa, pero recupera la libertad
y se presenta?
—“Cristina-víctima” es el peor escenario para nosotros. En
ese caso va a ser más difícil ganar.
—¿Entonces qué pasa si el que pierde es el oficialismo?
—Bueno, si perdemos es un problema grande, pero hay momentos
en que la sociedad tiene que decidir hacia dónde quiere ir.
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