Hombres de negocios
repiten formas de vincularse con
el Estado, aquí y en el exterior. El caso
Macri.
Por Roberto García |
Para una novela de intriga. Argumento: descubrir el
motivo que preside la costumbre de ciertos empresarios, con un mismo tipo de
negocios, prácticas e intereses en su relación con el Estado, que decidieron
incursionar fuera de sus rubros y comprar bancos. O un banco para dedicación
exclusiva de ellos. Excusas: ambición expansiva, captura de nuevos mercados,
reducción de costos y razones varias que escapan a la fertilidad imaginativa
del ciudadano.
Incurrieron en esa novedad singular la cuestionada empresa
brasileña Odebrecht, luego el no menos controversial grupo argentino de
Cristóbal Lopez y, a fin del año pasado, el comprometido emporio Calcaterra
familiarmente ligado a los Macri. Sorprenden esas coincidencias de
personajes distintos para cualquier neófito, pero de ideario crematístico
común, estimulan la vocación novelesca. Como se sabe, en su momento
Odebrecht –cuyos secretos sobre coimas pagadas en la Argentina
comenzarán a revelarse en l5 días y ya reposan en el inquieto escritorio
de Mauricio Macri– decidió adquirir una entidad que le facilitara salir de las
trabas que le imponían otros colegas del circuito financiero, sea por los
volúmenes de dinero que circulaba, la calaña de los destinatarios, el origen de
los fondos y otras inspiraciones fantasiosas del mercado. Así paso a su
patrimonio Elianz, un banco austríaco con sede en Antigua y Bermuda. De este
modo, el mayor contratista del Estado del Brasil, gigantesco prebendario de la
obra publica y con geométrico crecimiento en tiempos de Lula, empezó a agilizar
sus trámites administrativos y, de paso, canalizar mordidas características del
subdesarrollo no solo en su tierra, también en Perú, Ecuador, Venezuela, Cuba
(construyeron el puerto de La Habana), la Argentina y algunas naciones del
África. Cultivaba en territorios nacionales y populares.
Réplica. Ese ejemplo de conducta empresaria aparece
después en Buenos Aires, donde un grupo de vertiginoso y afortunado
crecimiento, mas que afín al gobierno del matrimonio Kirchner, opta por la
alternativa de quedarse con un banco que no parecía floreciente, el Finansur.
Sin duda, el sureño Cristóbal Lopez perseguía optimizar la índole de sus
negocios vinculados al juego y al Estado, un contratista que recibió denuncias por no cumplir con sus obligaciones
impositivas (tema hoy derivado, para higiene de sus letrados,
al fuero penal económico). No se limitó al kirchnerismo esta debilidad por
irrumpir en el sector financiero, se propaga sin discriminación política más
tarde. Ya en Cambiemos, y con asombrosa velocidad, se produce otra coincidencia
bajo sospecha: Angelo Calcaterra, primo de Macri, exitoso proveedor
y deudor del Estado, replicó las jugadas estratégicas de Odebrecht y
López, consiguió la habilitación técnica para hacerse cargo de un
banco con dudosa estabilidad, el Interfinanzas. Como se sabe, por medio de una
ingeniería infrecuente, Calcaterra recibió el paquete accionario que pertenecía
a su primo y familia, no fuera a pensarse entonces que el futuro mandatario se
aprovechaba de su estatura política para beneficio de sus negocios. Dato
adicional: tanto López como Calcaterra obtuvieron sin dificultades la
aprobación del BCRA para su nueva actividad, bajo directorios diferentes pero
aliados para satisfacer las necesidades del oficialismo de turno. No hubo
ni un prurito de exteriorización ética por parte de este organismo, concedió el
permiso como si se instalara una panadería.
Nota al pie para el lector interesado en la posible
novela de intriga sobre enigmas pendientes: como ahora Calcaterra se desprendió
de lo que poseía o representaba y transfirió el dominio de su próspera compañía Iecsa –más
robusta y cotizada en estos meses por haber ganado ciertas licitaciones en
envidiable rush–, falta saber si la operación incluye también al banco
Finansur. No es lo único que por ahora se ignora: también resta
conocer si el grupo adquirente, antes de óptima relación con el kirchnerismo,
le ha reservado un lugar en la sociedad a quien fue su socio en Edenor, el magnate Joe Lewis, del cual hay
abundante memoria porque además de lograr una condonación de deuda con el
Estado suele acoger al mismo Macri en su estancia del Lago Escondido. Al margen
de estos detalles, para el mandatario resulta un alivio que su primo Angelo
haya salido en apariencia del negocio de la obra pública, lo libera –al menos
en los papeles– de un conflicto de intereses.
Venía Macri golpeado por la delación del caso
Odebrecht que involucró a su primo en pagos non sanctos por la obra del
soterramiento del Sarmiento. Por lo tanto, además de la venta, supone que se
descarga de complicaciones con la promesa de decreto en su último discurso que aparta
al Poder Ejecutivo de negocios vinculados al poder. Optimismo
impostado o una incontinencia más de sus abogados asesores, expertos en malos
consejos, como aquel anuncio de que pondría todos sus bienes en un fideicomiso
ciego cuando un escribano novel podría señalarle la dificultad de ese trámite.
Si bien las denuncias de Odebrecht conmoverán también al anterior gobierno K, su primo Calcaterra ha quedado afectado, venda o no sus acciones, salpicando al mandatario en la trama venal de los brasileños. Otro golpe a un dañado por el caso del Correo y el todavía incipiente escándalo de Avianca. Todo en menos de 20 días. No hay humano que aguante.
Menos
cuando la alternativa al chubasco ha sido exponerse sin explicaciones
satisfactorias ni procedimientos adecuados, errores en la medida de Aguad y en la vuelta
atrás, sin siquiera señalar que el contrato debía tener una garantía para el
caso de que la familia Macri no cumpliera el canon. Un agujero negro: si hasta
para la compra de un Fonavi se exige una escritura como aval.
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