“Ese lenguaje también es nuestro”
Por Ricardo García
López
Desde sectores distintos de la sociedad se han dejado escuchar voces
feministas que intentan afanosamente vindicar un lenguaje que, alegan, las
incluya y no las haga invisibles.
Y es que la lengua española, como asegura en su página la Federación de
Mujeres Progresistas, “contribuye a elaborar imágenes negativas de las mujeres
y a perpetuar la situación de postergación del sexo femenino. La Lengua
Española refuerza su posición tradicional y refuerza la discriminación a través
de estereotipos y clichés que forjados por la tradición cultural, no tienen
ninguna base científica”.
De ahí que distintos colectivos, organizaciones, asociaciones, grupos e
individuos, principalmente feministas, han venido buscando y proponiendo
métodos que contribuyan a erradicar todas aquellas formas de expresión
lingüística androcéntrica que fomente el estereotipo de la mujer. Afán que las
ha llevado a criticar de manera férvida la utilización de, por ejemplo, el
artículo masculino plural con nombre común, el masculino singular genérico o el
masculino plural acompañado de nombre de género común.
Es indiscutible la discriminación, no sólo de género, existente en la
lengua española, pero también lo es que en el intento por erradicarla varios de
estos grupos e individuos recurren a prácticas muchas veces extremas y a veces
hasta grotescas, como es el uso del @ o la x, para representar la grafía a/o,
en sus publicaciones.1 Estrategia que no sólo impide al receptor
(lector) decodificar claramente el mensaje, sino que además, de manera
contraproducente, hace de la lectura una tarea pesada.
En otros casos han sido algunas lideresas de opinión las encargadas de
intentar darle una reorientación a la lengua española, utilizando en sus
discursos palabras como “miembra” e “integranta”, términos no reconocidos por
la Real Academia Española (RAE). Sus intenciones, más parecidas a meros actos
de provocación, son fomentar su uso para que en el futuro sean integradas al
Diccionario de la RAE (DRAE), como ocurrió con “individua” y “humana”, palabras
de las que por cierto su uso no ha prosperado ni siquiera entre las escritoras.
¿Es pues la RAE responsable de la legitimación de un lenguaje sexista?
Evidentemente, y ello tiene una explicación, ya que esos sesgos androcéntricos
existentes en el DRAE se deben a que la lengua española, como es lógico en toda
lengua, incorpora registros que corresponden a estereotipos de una cultura (en
este caso machista) y su historia, a una relación entre estructura y
superestructura, en términos sociológicos (aunque no por ello justificable). O
como bien lo afirma la filósofa catalana Victoria Camps: “Nuestro pensamiento y
nuestro lenguaje ha sido hecho por hombres a su imagen y necesidades, sin duda.
No es posible, por otra parte, desechar ese lenguaje y escoger otro, porque no
hay otro, ese es también el nuestro”.2
Pero de paso habría que mencionar que a pesar de la rigidez y el
conservadurismo que caracteriza a la RAE, el procedimiento que sigue para
terminar aceptando muchas palabras es, paradójicamente, muy democrático, pues
si determinada palabra comienza a ser usada por el grueso de la población en un
tiempo determinado ésta finalmente será incluida en el DRAE, por acción y
efecto consuetudinario. Como sucedió, por ejemplo, con la palabra “güey”,
localismo mexicano que significa “persona tonta”. (A propósito, ¿qué es lo que
tendría que venir después?, ¿instar a que se utilice la palabra “güeya”?)
Es indiscutible, y si se quiere hasta encomiable, la perseverancia con
que muchas activistas, escritoras, académicas y filólogas feministas han venido
impulsando proyectos para promover el uso de un lenguaje no sexista, aunque
tales esfuerzos, en lugar de dejarlos enfrascados en debates y publicaciones
“académicas” que no tienen el menor impacto social, podrían hacerse efectivos
si los dirigieran a sectores que no sólo no están interesados en reivindicar un
lenguaje no sexista e incluyente, sino que muchas veces ni siquiera saben hacer
un uso mínimamente correcto del español, como es el caso de los jóvenes y las
“jóvenas”.3
Notas
1 Como
ocurre con algunos fanzines con propuestas y contenidos interesantes, los
cuales también suelen hacer un excesivo e innecesario uso de la k, lo cual no
sólo los hace poco atractivos sino que sobre todo inhibe la lectura.
2 Citado
por Jaime Nubiola en Esencialismo, diferencia sexual y lenguaje.
3 Falsas y
excesivas abreviaciones, errores ortográficos y mal uso de los signos de
puntuación son algunas de las constantes que se pueden apreciar en la forma de
escribir, sobre todo en las redes sociales, de un número cada vez mayor de
jóvenes.
© Revista
Replicante / Agensur.info
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