Organizaciones de 46
países se movilizan contra la violencia de género
y por la igualdad.
Por María Sahuquillo
Ciento sesenta y nueve años. Sí, 169. Es el tiempo que falta
para que se alcance la igualdad económica entre hombres y mujeres, una de las
variables más medibles del desequilibrio de género. En pleno 2017, una radiografía
de la situación todavía muestra un mundo abrumadoramente desigual; un planeta
que discrimina a la mitad de sus habitantes y en el que ellas son mucho más
vulnerables. En el que cada 10 minutos una mujer es asesinada a manos de su
pareja o expareja, donde una de cada tres ha sufrido una agresión sexual, ellas
cobran menos que sus compañeros varones por un trabajo de igual valor, y donde
todavía hay países que impiden a las casadas tener un pasaporte propio.
Por
eso, el 8 de marzo, día internacional de la mujer, organizaciones de todo el
mundo han llamado a secundar un paro laboral (parcial, en algunos casos) y
total de consumo y de cuidados. También a marchar para reivindicar la igualdad
real.
Con el lema #nosotrasparamos #womenstrike #8MParo o
#mujeresenhuelga han programado paros y movilizaciones en unos 50 países, con
especial fuerza en América Latina, un continente con graves problemas de
violencia contra las mujeres y donde a raíz del movimiento Ni una menos, la
lucha por la igualdad ha cobrado fuerza. Se trata de tratar de mostrar
—vestidas de negro o colores oscuros, además— qué ocurriría si desaparecieran
las mujeres. Si cesasen de trabajar, de consumir, de prestar sus cuidados. En
España, donde como apunta la Coordinadora Feminista de Madrid, las
organizaciones han llamado a vestir un brazalete morado para mostrar el apoyo a
la iniciativa. El paro será en la
mayoría de las ciudades, como Madrid y Barcelona, el paro será entre las 12.00
y las 12.30. Además, en algunos lugares habrá otro a las 18.00, para coincidir
con el acto internacional. A las 19.00 hay convocadas manifestaciones en distintos
puntos del país.
El 8 de marzo hay poco que celebrar y mucho por lo que
luchar, apunta Malgorzata Jonczy Adamska, psicóloga y pedagoga de origen polaco
que vive en Noruega y que, como muchas de sus compañeras, va a secundar el
paro. “Cada mujer y niña debe tener derecho a la educación, a una vida sin
violencia, acceso a anticonceptivos seguros y baratos y al aborto seguro”,
insiste. Esta reclamación, que debería sonar a antigua no lo es. Sobre la mesa,
la cifra de los asesinatos machistas, el indicativo más extremo de la
desigualdad de género. En España, 16 mujeres han sido asesinadas por sus
parejas o exparejas en lo que va de año. En Argentina asesinan a una mujer cada
30 horas. En Alemania, son más de 300 los crímenes machistas al año.
Y pese a que se han producido avances, todavía hay países
que carecen de una legislación específica sobre violencia contra la mujer. O
que, como Rusia, han dado un paso atrás y han despenalizado parte de este tipo
de agresiones; todo ello pese a que la violencia machista es allí un gravísimo
problema. “Tenemos derecho a vivir tranquilas, sin preocuparnos por nuestra
ropa ni nuestras costumbres, y me niego a aceptar ningún tipo de maltrato
machista”, reclama la activista rusa Tatiana Sukharev, una de las organizadoras
de paro en su país.
El paro convocado no es algo inédito. Tiene su antecedente
histórico en la Islandia de 1975, cuando las mujeres dejaron de trabajar, de
llevar a los niños al colegio, de ir a la compra o hacer la comida. Ese viernes
de octubre, el 90% de ellas salieron a la calle para manifestarse por la
igualdad. El país se paralizó. Por completo. Un día histórico que hoy se conoce
como el 'día libre de las mujeres'. Y tuvo su efecto: en un país donde sólo el
5% de los escaños paralmentarios estaban ocupados por mujeres, cinco años
después se elegía a una presidenta.
En Polonia, en 2016, se imitó la huelga de mujeres. Miles de
polacas cesaron de trabajar y salieron a la calle contra la intención del
Gobierno de endurecer la ya de por sí restrictiva ley del aborto. Vestidas de
colores oscuros conmemoraron así, de luto, el Lunes negro. Y lograron que el
Ejecutivo diese marcha atrás y no tocase la ley. Una semanas después fueron las
mujeres en Argentina —y también muchos hombres— quienes se movilizaron en el
Miércoles negro contra la violencia de género y su expresión más extrema, los
feminicidios. Su lema #NiUnaMenos se ha convertido en todo un símbolo.
En pleno siglo XXI, las paquistaníes casadas no pueden
registrar un negocio sin permiso de su esposo. Tampoco las congoleñas, que como
las nigerinas además no pueden abrir una cuenta del banco sin la firma de su
cónyuge; la misma discriminación que afrontaban las mujeres españolas durante
el franquismo. En Afganistán, Malasia, Omán, Arabia Saudí, Yemen y otros 12
países las mujeres no pueden salir del país sin permiso de sus maridos. En 32
países, las mujeres casadas ni siquiera pueden tener pasaporte propio (Malí,
Jordania, Irak, entre otros). En Bolivia, Camerún o Guinea existen leyes que
marcan que las mujeres casadas necesitan el permiso de sus esposos para firmar
un contrato de trabajo. En lugares como Líbano no pueden traspasar su nacionalidad
a los hijos.
La radiografía suma y sigue. Más de 50 millones de niñas no
van al colegio en el mundo —la mayoría de ellas en países de África, según
datos de Unicef—, un derecho fundamental sin el que su futuro estará gravemente
limitado. Y aunque en algunos países el acceso ha mejorado y se están
derribando barreras, otros interponen duros escollos en ese camino hacia la
igualdad. Como Sierra Leona o Guinea Ecuatorial, donde una ley prohíbe a las
chicas embarazadas ir al colegio por si “contagian” a sus compañeras. En ese
último país, incluso, obligan a las menores a someterse a un test de embarazo
para poder matricularse. En otros Estados, estas barreras no son legales, pero
las menores embarazadas son tan gravemente estigmatizadas que terminan por
abandonar la escuela. Y la inmensa mayoría nunca vuelve.
Un doble castigo en un mundo en el que más de 220 millones
de mujeres en edad reproductiva y que conviven con sus parejas no tienen acceso
a métodos contraceptivos modernos, pese a que no desean quedarse embarazadas,
según datos de la Agencia de la ONU para la Población y Desarrollo (UNFPA). El
aborto está todavía prohibido en más de una decena de países (cinco de ellos en
América Latina) y los ataques al derecho de la mujer a decidir sobre su
maternidad no sólo no cesan, sino que se han recrudecido.
Los datos no engañan. A nivel mundial, las mujeres sólo
ganan 77 céntimos por cada dólar que ganan los hombres por un trabajo de igual
valor, según datos de la ONU. Algo que es, según apunta esta organización, la
causa fundamental de desigualdad en términos de ingresos a lo largo de toda la
vida. También de la brecha de las pensiones. La desigualdad, la discriminación,
pervive hasta el último momento.
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