Por Guillermo Piro |
Hace unos años vi una película de la que no recuerdo el
nombre (en realidad creía recordarlo, dudaba entre dos, El cameraman y El
hombre de la cámara, pero la primera es de Buster Keaton de 1928, y la otra es
de Dziga Vertov de 1929; de modo que no tengo nada, lo siento). En ella (creo
que era checa, o rusa, o húngara) en un pueblo abandonado de la mano de Dios,
un hombre decide dedicarse a filmar. ¿Y qué filma?
Cualquier cosa, lo que pasa
delante de sus ojos. Nadie ve con buenos ojos que se dedique con tanta pasión a
filmar todo lo que pasa, pero él se obsesiona y mantiene la obsesión. En cierto
momento filma a una vecina en el balcón colgando la ropa. La vecina lo
descubre, y entonces lo saluda con la mano. Es una escena banal, pero de alguna
forma se vuelve central cuando poco después esa misma mujer muere y su hijo, un
cuarentón, como el cameraman, no encuentra consuelo. Tratando de ayudarlo, el
cameraman se le acerca y le confiesa que él tiene unas imágenes de su madre. Se
encuentran y las ven juntos. El hijo llora al ver a su madre en el balcón,
colgando la ropa, percatándose de la presencia del cameraman y saludando, pero
al terminar le confiesa algo al cameraman que en cierta manera explica la magia
del cine: él no creía que iba a poder volver a ver a su madre en movimiento, y
allí está, era como si hubiese resucitado...
Un profesor de la universidad de Laval, Québec, dice haber
descubierto la única imagen en movimiento existente de Marcel Proust.
Jean-Pierre Sirois-Trahan publicó un artículo en la Revue d’Etudes Proustiennes
donde lo explica: la filmación data de 1904 y allí se ve a un hombre que baja
la escalera de la iglesia de la Madeleine, en París, durante el cortejo nupcial
de Elaine Greffulhe, la hija de la condesa Greffulhe, que según algunos estudiosos
es la mujer que inspiró a la Oriane de Guermantes de En busca del tiempo
perdido.
Según Sirois-Trahan hay varios elementos que hacen pensar en
que ese espectro que baja la escalera es verdaderamente Proust, aunque no se
puede estar absolutamente seguro: además del parecido físico entre el hombre
que baja las escaleras y las fotografías que conocemos del escritor, su
presencia en aquel casamiento fue corroborada. Se sabe también que había ido
solo, y lo que se ve es un hombre solo bajando la escalera. Y luego está la
ropa, que se corresponde con el extraño modo que tenía Proust de vestirse
respecto de los cánones de la época: a diferencia de otros hombres presentes,
que para la ocasión llevan saco y sombrero de copa, el presunto Proust lleva un
bombín y un tapado gris perla, es decir el atuendo que solía llevar durante los
eventos parisinos mundanos, como resulta de una serie de documentos escritos en
aquellos años.
Jean-Yves Tadié, famoso especialista en Proust que curó la
edición de En busca del tiempo perdido para la colección La Pléiade, dijo que
el descubrimiento lo había emocionado, y que cree que las sospechas son
fundadas: “Estas imágenes se corresponden con los retratos que conocemos de él,
incluido su modo de vestir”. Tadié dijo también que lo único que falta ahora es
la voz de Proust, y en cualquier caso ese pequeño film demuestra que todavía
quedan descubrimientos por hacer.
Luc Fraisse, director de la Revue d’Etudes Proustiennes, no
tiene dudas: “Conocemos cada detalle de su vida y sabemos por diversas fuentes
que en aquel tiempo Proust llevaba siempre bombín y un tapado gris perla. Es
conmovedor pensar que, después de sus contemporáneos, somos los primeros en ver
a Proust, aunque nos hubiera gustado que bajara esa escalera un poco más lentamente...”.
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