Por Carlos Gabetta (*) |
El diario español El
País, uno de los referentes mundiales de la buena prensa liberal, parece
haber encontrado en el papa Francesco la manera de conciliar su tradición laica
con el apoyo al Vaticano.
Con buenas razones, pero hasta el punto de dejar de
lado algunas reglas elementales del periodismo.
Un primer, excelente artículo de Jesús Rodríguez, “La lucha
por el poder en la Iglesia”, publicado el 18-12-16, resume la fervorosa
actividad interna de Francesco, cuyo objetivo sería garantizar la continuidad de
su política reformista. El detallado informe está trufado de entrevistas a
altas personalidades de la Iglesia, tanto del sector conservador como
oficialista. “A este ritmo de nombramientos, el papa Francisco tendrá en menos
de cinco años el control del Colegio Cardenalicio”, nos dice. O sea, de quienes
elegirán a su sucesor y, por lo tanto, la política futura. “Francisco está
deshaciendo los nudos del Vaticano, lo que está provocando una reacción
furibunda entre los conservadores. Algunos hablan de polarización; los más
alarmistas, de guerra civil”, apunta un monseñor. El artículo demuestra que el
principal objetivo –y desafío– de Francesco es poner en minoría al sector
conservador. Así, sus atinadas intervenciones en política internacional, su
progresismo, estarían subordinadas a las necesidades de la lucha interna. De lo
que realmente se trata es de reformar la Iglesia.
Los datos y la argumentación son convincentes. Nada, pues,
que objetar al apoyo de un medio a una política reformista en una institución influyente
como pocas y que, como pocas, la necesita. Pero en cualquier caso –y en
particular en el de Bergoglio– el tema es desvelar qué asuntos concretos se
propone reformar y cómo, para determinar al menos qué clase de reformista es.
Ya que si nos atenemos a la historia y opiniones de Bergoglio, el populismo
autoritario, clientelista y corrupto sería su modelo de reformismo; el
peronismo, un ejemplo a seguir, entre otros del mismo pelaje.
La oportunidad de aclarar el asunto se presentó cuando
Francesco aceptó otorgar a El País una entrevista exclusiva. Realizada por
Pablo Ordaz y Antonio Caño, director del periódico, apareció desplegada en
portada y cinco páginas el 22-1-17. Lo sorprendente de esta muy interesante
entrevista es que el Papa aparece como impartiendo doctrina personal y
evangélica ante dos discípulos curiosos y algo inquietos. Salvo una pregunta
concreta sobre Donald Trump, Francesco no recibe ninguna otra profesional,
precisa, de ser necesario con el aporte de datos y nombres, sobre temas como el
sacerdocio femenino, el divorcio, el aborto, la homosexualidad, las enormes
riquezas y los escándalos financieros del Vaticano; siquiera sobre las miles de
denuncias de pederastia y abusos sexuales que la Iglesia enfrenta desde hace
décadas.
Una seria omisión de los hechos y antecedentes históricos.
“Desde que sobrevivió al Imperio Romano, la Iglesia Católica pasó por todas e
hizo de todo. Los papas sedujeron o sometieron a millones, comandaron
ejércitos, provocaron masacres, quemaron herejes, se envenenaron entre ellos,
se amancebaron, tuvieron hijos y amantes. Acumularon fortunas en todas las
épocas y sistemas: con la esclavitud, la servidumbre, el capitalismo monárquico
y el republicano; el colonial y el imperialista. La Iglesia Católica se enfangó
en las miserias y violencias de cada época, y de cada una ha salido, hasta hoy,
fortalecida. Es el mejor surfer de la historia de Occidente” (esta columna,
PERFIL, 3-3-13).
En un mundo agitado y escorado a la derecha autoritaria,
este papa, como los demás, hará la política que convenga a la sobrevivencia de
la Iglesia. En cualquier caso, resulta ominoso imaginar un populismo imbuido de
misticismo religioso, vaticano, con poder político y económico global.
Ningún punto de vista debería perder de vista los
antecedentes de la Iglesia y del propio Bergoglio.
(*) Periodista y
escritor
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