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domingo, 26 de febrero de 2017

FANTASMAS AUTORITARIOS / Todo lo que digas será usado en tu contra

Por Carlos Ares
Conversa, amigo, como el poeta Antonio Machado, “con el hombre que va contigo”, disfruta de escucharte pensar y de tu derecho a permanecer callado. La piel irritada de la sociedad no admite bromas, sarcasmos, ironías, resumidas en un tuit. Menos, que opines en tu muro de Facebook o donde sea. Debo advertirte lo que seguramente ya sabés: una vez atrapado en la red policial, te convertirás en sospechoso de algo. Por lo tanto, todo lo que digas será usado en tu contra. Tengas o no sustancia, tengan o no motivo.

No se trata de un desacuerdo sobre “modelos” o “ideologías”. ¿Era peronista Menem? ¿Era de izquierda el gobierno que ascendió y protegió a Milani? ¿Es de derecha el gobierno que acuerda destinar 30 mil millones de pesos a los movimientos sociales? ¿Era gorila Esteban Righi cuando se lo desplazó como procurador general para proteger a Amado Boudou, militante de la UCeDe? ¿Es democrático nombrar como funcionario de la democracia a quien se alzó contra ella, como Gómez Centurión? ¿A quién representan los dirigentes sindicales millonarios ? ¿Por qué la legislación laboral es de hace cincuenta años, los convenios de 1975, y no se pueden modificar? ¿Cómo llegó Pablo Moyano a heredar un gremio? ¿Qué separó, hace ya veinte años, a las Madres de Plaza de Mayo, a Nora Cortiñas de Hebe de Bonafini?

Aun, así, como Machado, si logramos distinguir “las voces de los ecos...”, cabe considerar que hay voces y voces: ¿deja de ser confiable Margarita Stolbizer ahora porque en las redes sociales le recuerdan que alguna vez opinó sobre actitudes o declaraciones de Sergio Massa? ¿Traiciona la memoria de su hijo Graciela Fernández Meijide cuando revisa críticamente la lucha armada y la política sobre los derechos humanos de los últimos años?

 ¿Qué, quién, cuándo fue que dejamos de vernos y comprendernos como parte de una comunidad? ¿Alguna vez lo fuimos? ¿Alguna vez nos sentimos así?  ¿Deberá darse por definitivamente perdido ese ideal? Cada tanto alguien viene a recordarnos todos los recursos, naturales y humanos todavía disponibles que tiene el país, pero nadie nos explica bien cómo, cuándo y por qué no fuimos, no somos capaces de unirnos en nuestras diferencias y en un proyecto común. Al menos, como para que cada generación deje algo mejor a quienes la suceden. Ahora mismo, ¿por qué un gobierno que promueve el dialogo no convoca a valiosos líderes políticos y sociales a debatir “políticas de Estado” que comprometan a quienes le sucedan? 

Acumulamos discursos, juramentos, objetivos,  palabras dadas e incumplidas, frustraciones y broncas que se fueron descomponiendo en una cultura que exalta el cinismo, consagra y justifica al “vivo” que zafa, condena al “boludo” y resuelve los conflictos por la prepotencia, la extorsión, el apriete o la fuerza. Una violencia feroz, criminal, que revienta a diario en las calles. De género, de clase, de barrio, de tribuna, política, social. A la vez, vaya paradoja, quizá a modo de necesaria compensación natural, el cariño, la contención, el afecto, el cuidado, el amor, se repliega y se encierra en el ámbito cerrado de los amigos y la familia. El emoji más utilizado en WhatsApp debe ser el corazón que queda latiendo, o el que manda besitos con corazón incluido.

 Las reacciones en los foros de medios –políticos, deportivos, sociales– son la espuma de la rabia profunda. En general, predomina el insulto que intenta descalificar. ¿Pero vos quién sos? ¿Para quién laburás? ¿Quién te paga? ¿Por qué no hablás de...? El objetivo no es hacerse oír con los propios argumentos, sino identificar culpables. Se trata de recortar la película a una foto donde podamos sacar de cuadro todo lo que nos disguste y ponga en cuestión nuestras “verdades”.

El que quiera hacer “patito” y arroje una idea al debate, con la ilusión de que rebote al menos dos o tres veces en la superficie antes de hundirse, tiene que estar preparado para ver como los fantasmas autoritarios se alzan en la oscuridad, devuelven piedrazos y mandan a callar. No hay, por ahora, forma de cruzar, de saltar el tiempo. Tal vez, si la Justicia logra, más temprano que tarde, delimitar definitivamente entre decentes y ladrones, algún día podamos iniciar una conversación y salir de este círculo del infierno donde todos aullamos y nadie escucha.

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