Funcionarios,
sindicalistas y piqueteros repiten lógicas
que llevan a debates inconducentes.
Por Roberto García |
Ejemplos del verano, parte de un repetido ADN argentino,
explicativo tal vez de la fotografía en declive que caracteriza al país. Como
siempre, hubo amenazas de saqueos, piquetes e invasiones para fin de año hasta
que el Gobierno les entregó plata y obras sociales a las organizaciones
demandantes, como si fueran sindicatos. Justo a los que dicen estar contra los
sindicatos. Reinó luego la calma, nadie se alarmó en sus casas, para Macri fue
un triunfo tener las fiestas en paz. Como se sabe, en general, cuando compra no
mira los precios.
Hoy se replica el mismo formato para la cuestión docente,
sin importar siquiera el signo del Gobierno: es lo mismo Scioli que Vidal. O
viceversa. Se reitera la intimidación habitual: no empezarán las clases en
buena parte del país si no se concede un reclamo salarial que pretende el doble
de lo que ofrece la gobernadora (l8% a 35%). Un cliché argentino este
ejercicio, multiplicado por años, del cual nadie parece aburrirse.
Siempre igual, como el responsable de Seguridad (Cristian
Ritondo), que luego del Operativo Sol o Verano, afirma haber bajado la
criminalidad en la Provincia con el mismo esmero estadístico que, por ejemplo,
empleaba León Arslanian en otra década. Saldo: la gente compra más cerraduras,
alarmas y cámaras.
Otra penuria pública inexplicable, de nunca acabar, envuelve
al jefe de los espías, Gustavo Arribas, por un dinero depositado en su cuenta,
según confesó un intermediario de Odebrecht. Judicialmente no tendría problemas,
políticamente es insalvable. Sorprende que un gobierno con tantos abogados
ilustres ni siquiera haya iluminado una razonable declaración al respecto. El
funcionario ha quedado expuesto por contradicciones ilevantables y con la
certeza de que hay un conflicto político en su entorno: la influyente Elisa
Carrió lo ubicó como un blanco, al igual que a su segunda, Silvia Majdalani;
parece responsabilizarlos por una pesquisa en su contra que la vincula a un
grupo económico dedicado a la energía. Material subterráneo, cloacal, como en
otros tiempos, otro cliché. Por no hablar de otro profesional del rubro que, en
su momento, investigó a Macri, lo tuvo al borde del abismo y hoy objetivamente
es el héroe de Macri por su odio y venganza contra Cristina.
La dictadura militar. También persiste, en esa misma
repetición de senderos, la controversia pertinaz sobre la cantidad de
desaparecidos durante el régimen militar ocurrido hace treinta años, que aún
provoca renuncias o pedidos de dimisión y hasta cambio de decisiones
presidenciales, como la marcha atrás con el feriado del 24 de marzo. Es que,
como un cliché, en la función pública debe ser uniforme el pensamiento sobre
este tema, aunque ése no sea el pensamiento de los funcionarios. Hasta es
incorrecto precisar la información sobre la totalidad de víctimas, detalle que
le costó el cargo al radical Darío Lopérfido hace unos meses, cuando solamente
trasladó datos que había hecho explotar con valentía Graciela Fernández Meijide
en el mismo club de los derechos humanos.
Ahora el protagonista de la disputa perenne, Juan José Gómez
Centurión, un ex comando que controla la Aduana, concentra tantos denuestos que
Macri no sabe qué hacer con él: excluirlo por segunda vez de la Administración
o mantenerlo en el puesto padeciendo escarnio por ser imputado de derecha y
proclive a las dictaduras castrenses. Justo, además, cuando ciertas
investigaciones de Gómez Centurión sobre la efedrina han encontrado eco en
instancias internacionales y complicarían a laboratorios en ese tráfico y
negocio. Más lectura para la playa, arena de todos los años, otra pieza del
lugar común nacional.
Tarifazo. Lo mismo con la polémica por las tarifas,
sartenazo inconcluso a la clase media con el cual la Jefatura de Gabinete (más
bien Gustavo Lopetegui, la oculta sombra en materia económica) imagina bajar el
déficit fiscal sin contemplar quizás otras taras del Presupuesto.
Dos meses atrás suponían, por ejemplo, junto al Banco
Central, que si liberaban el precio del petróleo a niveles internacionales
podrían reducir el precio de las naftas: ocurrió al revés, debieron subirlo. Un
cliché de los calculines, de repetir que el Estado se debe manejar como una
empresa cuando, lamentablemente, no es una empresa y abundan en el mundo
escuelas de Administración Pública que casi nadie ha cursado en el país.
Para colmo, fantasean con el albur millonario que aportará
Vaca Muerta y la alegría de haber logrado una prudencia sindical que permitió
eliminar algunos privilegios insólitos en los convenios colectivos petroleros
para favorecer futuras inversiones (prebendas que concedió el Estado, también).
Pero el capítulo del lugar común gremial seguirá mañana.
Lectura de domingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario