Por Carlos Gabetta (*) |
Tal como viene ocurriendo con el tema “derechos humanos”,
las declaraciones de Juan Gómez Centurión han reavivado un caldero que quema
desde hace cuatro décadas.
Gómez Centurión niega “que haya existido un plan para hacer
desaparecer personas”, como si no hubiese habido órdenes, “Doctrina de la
Seguridad Nacional”, o como se llame.
Algo así, por ejemplo, como si un suboficial
o mejor, un soldado, hubiera secuestrado, torturado y asesinado a las dos
monjas francesas y luego pedido prestado un avión a los altos mandos para
arrojarlas al Río de la Plata. Negacionismo puro, aunque luego Gómez Centurión
afirme que “fue un torpísimo golpe de Estado (…) que había arrancado en el 75
con una orden constitucional de aniquilamiento”.
Hay allí una crítica a “lo actuado” y luego algo que la
mayoría niega, con alguna excepción. ¿Acaso la orden de “aniquilar” no la firmó
un presidente constitucional peronista? ¿Acaso el terrorismo de Estado no
empezó con la creación de la “Triple A” por Juan Perón; autora de más de 700
crímenes? (https://es.wikipedia.org/wiki/Alianza_Anticomunista_Argentina).
La otra cara del negacionismo es pues remitir la cuestión a
“lo actuado” por la dictadura o a la responsabilidad de las organizaciones
guerrilleras, omitiendo la de los partidos, dirigentes políticos y corporativos
y del conjunto de la sociedad en lo ocurrido. En 1979, ante la televisión
española, el radical Ricardo Balbín justificó la represión aludiendo a la
existencia de una “guerrilla industrial”…
La siguiente afirmación de Gómez Centurión, “8 mil personas
muertas desde el punto de vista social es espantoso, pero desde el histórico no
es lo mismo 8 mil verdades que 22 mil mentiras”, es otra hipocresía. Pero ¿qué
pasaría si en lugar de “mentiras” hubiese dicho “denuncias aún no comprobadas”?
Ya que el informe de la Conadep verificó 7.380 desapariciones y que hasta 2003
la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación tenía registradas denuncias
sobre unos 13 mil casos, que muy probablemente hoy son bastantes más, pero de
todos modos lejos de los 30 mil que las organizaciones de derechos humanos se
empeñan en sostener.
¿A qué viene pues esta absurda discusión sobre cifras, como
si 8 mil, o 15 mil, no representasen ya suficiente horror e imprescriptible
crimen? Hace unos días le pregunté a un amigo, honesto y excelente periodista
que sostiene “los 30 mil”, qué respondería, de acuerdo con las reglas
profesionales de veracidad y verificabilidad, si un medio extranjero le
solicitara la cifra exacta de asesinados y desaparecidos por la dictadura.
Respondió con evasivas. Setenta años después de Nuremberg siguen apareciendo
“casos”, pero nadie intenta duplicar las cifras del Holocausto…
Vaya pues, para cerrar este breve espacio, la conclusión de
un tema ya desarrollado extensamente aquí (PERFIL, 8-12-13 y 12-3-16): “Se
trata de cerrar una tragedia política y humana, cuyo remedio para el primer
aspecto es una resolución político-jurídica; para el segundo, sólo el tiempo.
En el plano afectivo, tanto da ser pariente o amigo de un muerto por los
militares que por la guerrilla; todos sufren la misma pérdida. Pero para la
sociedad, es decisivo que la resolución política resulte la mejor. No hay
soluciones perfectas para una tragedia histórica. Pero la resolución de los
problemas de derechos humanos actuales, concretos, en un marco institucional
que se perfecciona y da seguridades, es más importante que seguir atendiendo a
un asunto que divide y que, cualquiera sea la decisión que se tome, dejará
insatisfecho a un sector social. La mejor solución, por lo tanto, es acabar
ahora. En el estricto marco de la ley; pero acabar. Ninguna sociedad soporta
cuarenta años de sal sobre las heridas de una tragedia”.
En fin, que en lugar de salir a pasear cada 24 de marzo, es
preciso analizar objetivamente los hechos, no para justificar, sino al menos
para entender y seguir adelante.
(*) Periodista y escritor
© Perfil.com
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