Por Rubén Blades (*) |
No deja de asombrarme la naturaleza del ser humano. Algunas
veces por lo maravillosa, otras por lo insidiosa.
Me resulta extraordinario observar las reacciones que
produce en los distintos espíritus, las opiniones que publico en mis redes
sociales. Pero lo que mayormente llama mi atención es descubrir que un mismo
mensaje, expresado con las mismas palabras y con la misma exacta intención,
pueda ser interpretado con tanta incongruencia.
Es fascinante observar cómo una opinión presentada con el
debido cuidado, pueda verse deformada de tantas maneras, a pesar de que los
hechos son innegables, o "necios”, en el sentido que le diera hace tiempo
John Adams, refiriéndose a aquellos eventos que por innegables e inalterables,
son como esos muñecos “porfiados”, a los que no se les puede derribar por más
que se intente.
Entiendo perfectamente que en este siglo 21, en esta era de
"Fake News", de "blogs" del odio, de “trolls’ y de
"call centers" políticos, los hechos también pueden ser creados
("alternative facts", los llamó la vocera de Donald Trump, Kellyanne
Conway), tergiversados, volteados de maneras caprichosas. De esta manera la
mentira, expertamente maquillada, se convierte fácilmente en una falsificación
de la verdad, para quien no esté lo suficientemente alerta
.
Para muchos, todo lo publicado por un medio de difusión
público, sea televisión, periódico, radio, blog, o redes sociales, confiere
instantánea credibilidad a la noticia. No importa si el encabezado indica que
"Elvis vive en Cancún", o que "Hillary Clinton tuvo un hijo con
un extra-terrestre", como leí una vez en un tabloide sensacionalista.
Existe siempre un número de personas que lo aceptará como cierto, por absurda
que parezca la noticia, si ésta responde a su particular interés, a su manera
de ver la vida, o simplemente si cae en el terreno de su propia ignorancia de
la realidad o en el amplio territorio de su resentimiento.
Mi reciente escrito sobre la posible reunión entre los
presidentes Trump, de Estados Unidos y Varela, de Panamá, produjo estas
recurrentes reacciones incongruentes. Alguna gente me tildó de
"comunista" (que para algunas mentes todavía significa algo como
“hereje”), quizás porque expresé mi oposición a la intervención militar de
Estados Unidos en Venezuela, algo que considero ilegal y moralmente inaceptable,
igual que mucha gente.
Algunos izquierdistas, por la otra parte, me catalogan como
"pro-yankee" (otra conocida forma de herejía), por no apoyar el
desastre en que Maduro ha convertido a Venezuela, en nombre de un socialismo
que no sé de qué oscuro libro sacaría, y/o porque no simpatizo ni patrocino la
dictadura marxista-leninista en Cuba.
Los que me acusan de comunista por no apoyar a un mentiroso
como Trump (el inventor del atentado en Suecia) ignoran que sus actos han
provocado su rechazo por la mayoría de la población votante de los Estados
Unidos, (Hillary Clinton obtuvo tres millones de votos directos por arriba de
Trump, aunque este alega que eso fue producto del voto de indocumentados
ilegales). Imagino que para esos trumpistas, los 65 millones que rechazaron a
Trump en las urnas son también comunistas, algo que seguramente sorprenderá a
los maoístas chinos.
Cuando casi simultáneamente, en Venezuela el presidente
Maduro y en los Estados Unidos el presidente Trump, censuran a CNN y a otros
medios, además de proclamar que son enemigos del estado, ¿por qué los críticos
de Maduro no critican a Trump?, ¿por qué las reacciones de una parte del
público son distintas?, ¿no son ambos ataques a la libertad de expresión?, ¿no
son ambos típicos ejemplos del lenguaje del déspota?, ¿qué ocurre cuando la
lógica tortuosa del que habla por odio, rabia, o ignorancia, no hace conexión
con la racionalidad?, ¿desaparece el hecho o se crea una paradoja bizarra?.
Donald Trump tiene negocios con China comunista desde hace
mucho tiempo y sus empresas deben cientos de millones de dólares a entidades
como The Bank of China. ¿Eso lo hace comunista?. Algunas compañías de Trump han
tenido y tienen negocios con intereses rusos, cuya extensión y detalles
resultan imposibles de determinar por la negativa del actual presidente de
Estados Unidos a mostrar sus reportes de impuestos. ¿Eso las convierte en un
grupo de empresas comunistas Trump?
La Rusia de hoy es dirigida por el ex-analista de
inteligencia de la KGB, Vladimir Putin, a quien hoy Trump defiende
constantemente, a pesar de las evidencias de abuso a los derechos humanos que
han sido presentadas en contra de su gobierno y al caso de la anexión violenta
de Crimea. Parece que para un admirador ciego de Trump, el típico fanático
trumpista, nada, ni su asociación comercial con China comunista invasora del
Tíbet, ni su admiración profesa por un servidor del comunismo como lo fue
Putin, lo acerca al comunismo.
Ese adjetivo de “comunista”, algo así como gritarle
"hijo de puta" a alguien cuya madre nunca hemos conocido, se lo
reservan los fanáticos del energúmeno para descalificar, agredir, provocar y
aislar con mentiras, y no hechos, a quienes lo adversan en materia de opinión.
Tal como hace el mismo Trump. A este tipo de mente torcida no le interesan los
hechos. En este caso, lo que les importa es resolver su propia torcedura a toda
costa.
Por eso utilizan el ataque “ad-hominem”; como no tienen
entrada al raciocinio y no pueden atacar el argumento, atacan a quien lo
expresa. De esta manera, apelativos obsoletos son utilizados para restar
importancia y/o desconocer al hecho expresado. El que no está de acuerdo con
ellos es inmediatamente reducido a la categoría de enemigo personal, y
demonizado.
La historia del mundo está llena de ejemplos terribles que indican
hacia dónde lleva ese tipo de odio e intransigencia. Mi propósito al escribir
no es alcanzar a aquellos que no analizan. No escribo para el racista, ese que
cree que existe un color de piel superior a todos los demás. No escribo para el
que vive del odio, de la mentira, de la corrupción, ni para el que aún es un
esclavo ideológico de argumentos que han sido extensamente expuestos en su
falsedad por la realidad, la experiencia y el tiempo.
Tampoco escribo para el que redacta mentiras o medias verdades
a cambio de un salario o de un soborno, ya sea en un medio "serio" de
información o en Facebook o en Twitter.
Me recompensa escribir para una mayoría, para los que hoy
deseamos mejorar nuestra sociedad, con el espíritu de brindar una perspectiva
que no dependa de un interés egoísta, venga de donde venga. Y cuando lo hago,
no me escondo tras un seudónimo, ni utilizo el anonimato irresponsable. Con
honradez, expongo mi parecer y lo avalo con mi nombre.
Estoy acostumbrado a que, tanto mi música como mis escritos,
causen molestias en círculos politiqueros o ideológicos, desde Miami, hasta La
Habana. Me complace que también han provocado el apoyo de millones de personas,
a lo largo y ancho de América y del mundo. Con ese apoyo, y por eso, continuo
expresando nuestro sentir, a pesar de los insultos, calumnias y ataques a los
que se ve expuesto todo aquel que rehúsa aceptar la imposición maniquea de
quienes ven todo solo en blanco y negro, o izquierda y derecha.
Sé que existe mucho más que eso, que la vida es mucho más
rica que esa simplicidad. Nuestra vida en sociedad es mucho más compleja.
Nuestra posibilidad de mejorarla radica en nuestra capacidad de comprender eso,
y de creer en el triunfo del espíritu y de sus mejores manifestaciones, por
encima de la rabia, la envidia, el odio, y el nihilismo.
Por eso, y para eso, seguimos y seguiremos caminando.
(*) Cantante, compositor, músico, actor, abogado y excandidato
presidencial de Panamá.
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