El presidente electo de EE.UU., Donald Trump, en la entrada de la Torre Trump, en Manhattan, el último lunes. (Foto: TNYT) |
Por Peter Baker
Al menos de una manera, Donald Trump ya superó a sus
antecesores en la presidencia. Barack Obama estuvo 18 meses en la Casa Blanca
antes de que su índice de aprobación cayera a 44 por ciento, según Gallup, y
George W. Bush tardó cuatro años y medio en llegar al mismo punto.
Trump ya alcanzó esos niveles sin siquiera tomar posesión.
Este viernes, Trump asumirá el cargo con menos apoyo popular
que cualquier presidente de la era moderna estadounidense, según varias
encuestas, en una muestra de que ha fracasado en atraer a votantes, más allá de
quienes lo respaldaron en noviembre. En vez de ser un momento unificador, su
transición al poder ha continuado con la polarización que se vivió durante la
elección del año pasado.
Otros presidentes han dedicado las semanas anteriores a su
asunción a dejar de lado las animosidades de la campaña e intentar unir al
país. Trump ha utilizado ese tiempo como si fuera una estrella de lucha libre
en la televisión. Ha criticado a un icono de la lucha por los derechos civiles,
a una actriz de Hollywood, a las agencias de inteligencia, a contratistas de
defensa, a líderes europeos y al presidente Obama. El tema de sanación que ha
habido en otros ciclos presidenciales ha estado ausente.
Dos nuevas encuestas publicadas el martes, una de CNN y ORC,
y la otra de The Washington Post y ABC News, hallaron que solo 40 por ciento de
los estadounidenses ven con buenos ojos el desempeño de Trump camino a la toma
de posesión. NBC News y The Wall Street Journal le dan una tasa de aprobación
de 44 por ciento, lo que los encargados del sondeo llamaron el índice más bajo
para cualquier presidente entrante en la historia de Estados Unidos.
Obama llegó al cargo con 68 por ciento de aprobación y Bush
lo hizo con 57 por ciento, de acuerdo con cifras de Gallup. Ambos enviaron
mensajes a favor de la inclusión y de tender la mano a la oposición en el
tiempo en que entraban al puesto, aunque el sentimiento no siempre fue
duradero.
Los asesores de Trump dijeron que su inesperada llegada al
poder demuestra que las mediciones tradicionales ya no importan mucho. Si uno
se basara en encuestas, Trump no sería presidente, dijeron.
Aun así, las bajísimas cifras claramente irritan a Trump,
quien se pronunció el martes en Twitter. “La misma gente que hizo los sondeos
electorales falsos, y se equivocaron tanto, ahora está haciendo encuestas de
tasa de aprobación”, escribió. “Están igual de amañadas que antes”.
Aunque algunos sondeos en estados reñidos en el Medio Oeste
estadounidense quedaron lejos de los resultados de la elección, las encuestas
nacionales por lo general estuvieron a solo un punto porcentual del voto
popular. Hillary Clinton ganó este con 48 por ciento, mientras Trump sumó 46
por ciento.
“Todos los presidentes empiezan con cierto nivel de buena
voluntad por parte del congreso, que en algún momento desaparece”, dijo Phil
Schiliro, el director legislativo de Obama durante el primer mandato de este.
“Conforme caen los índices de aprobación, esa buena voluntad se va bastante
rápido, y eso dificulta sumar al congreso a las prioridades del presidente”.
Pero algunos republicanos aseguran que Trump ha cambiado por
completo las reglas. “Sondear más y más es como rendirle culto a un dios
falso”, dijo Ron Kaufman, estratega de campañas republicano y director de
política en la Casa Blanca durante la presidencia de George H. W. Bush. “Todos
lo hacemos, pero es un dios falso. Y creo que ya no es confiable”.
© The New York Times
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