Por Carlos Ares (*) |
Macri ha muerto, Néstor también, y Alfonsín, Ricardo, antes, y Ricardito y Cristina
después, y ni hablar de quien esto escribe, por supuesto. Nada queda de ellos y
de nosotros en la memoria de nadie, sólo algunos datos que los pibes en edad
escolar copian de Wikipedia, o como se vaya a llamar el chip implantado, la
aplicación o el sitio de moda para cortar y pegar información.
Si convenimos, como en un proceso artístico, en una ficción –cine, literatura,
teatro–, que el tiempo es sólo un recurso más para contar la historia, podemos
imaginar la vida por venir más allá de nosotros mismos y situarnos en ella como
espíritus invisibles, motas de polvo suspendido en el aire que sólo pueden ser
entrevistas a la luz del sol. Al fin, “de polvo eres y en polvo te
convertirás”.
De un instante a otro, trasladados al año, ponele, 2050, nos
encontraremos con que todas nuestras preocupaciones, inquietudes, reclamos,
querellas, broncas, dudas y conflictos actuales se habrán disuelto junto con
nuestros cuerpos, no tendrán objeto o habrán perdido el sentido.
Ya sabremos cómo terminó lo que entonces no sabíamos cómo continuaría.
Si se iniciaron los juicios, si se dictaron sentencias con condenas de prisión
efectiva en cárcel común y por cuánto tiempo, quién zafó, quién se murió sin
pagar –como en su momento Julio Grondona, el “capo” mafia de la AFA que
arruinó el fútbol argentino– y quién sigue vivo, ya desmemoriado para siempre o
aún vendiendo el relato de pasado heroico en el que oculta sus vergüenzas. De
todos modos, para el ejercicio que nos proponemos, de mirar la oscura noche con
“los ojos ciegos bien abiertos”, como canta el Indio Solari, es mejor dar por
muertos o agonizantes a casi todos los que ocupan ahora, para bien o para mal,
los titulares de portales y diarios. Se sugieren algunos nombres, además de los
ya mencionados más arriba –Moyano, Báez, De Vido, Aníbal
Fernández, Boudou, Recalde, Cavalieri, Duhalde, Barrionuevo, De
Mendiguren, Rattazzi, Magnetto, Tinelli, Carrió,
Lorenzetti–, y siguen las firmas a gusto del consumidor. Cada uno puede tirar
apellidos como si sazonara con un salero su receta especial de salsa criolla.
Es importante moler el odio y la mala leche con unos chorros de criminales
comunes para que el sabor agridulce no se pase de punto y, también, que no se
escurran del revuelto de responsables viejos cabrones sueltos. Un Máximo
Kirchner protestando contra los jóvenes de entonces porque se pierden los
valores nac & pop y ya nadie juega a la Play Station, un Juan Cabandié
pidiendo aplicar un “correctivo” a las enfermeras que le cambian el pañal
cagado o un Scioli acosando sexualmente a Mirtha Legrand en el geriátrico y
alucinando que para eso el pueblo lo eligió presidente.
Los delirantes, los provocadores, los gritones destemplados, interrumpen, molestan y joden, en cualquier época y lugar.
Los delirantes, los provocadores, los gritones destemplados, interrumpen, molestan y joden, en cualquier época y lugar.
Cumplidos los requisitos, de pie, de frente, de cara a la penumbra, al
horizonte de lo que cada uno alcanza a vislumbrar, ¿qué ven, qué ves, de lo que
fuimos, de lo que somos?.
Se han sucedido nombres, promesas, ilusiones, modas, veganos, altos,
flacos, rubias, morenas, aplicaciones, inventos, nuevas tecnologías, al parecer se ha
facilitado y prolongado la vida útil hasta los ciento treinta años, pero
¿habremos contribuido a mejorar la de quienes nos han tocado en suerte como
compañeros de viaje? ¿Logramos alguna vez acuerdos más allá de nuestros propios
intereses para empezar a construir en vez de empeñarnos en destruir?
Hace años, recuerdo, a fines de 2016, cuando tuvimos, como tantas otras veces, la oportunidad de trabajar juntos por un país posible, la mitad de los ciudadanos estuvo de acuerdo, “cambiemos”, por su parte la otra mitad no se decidió a arriesgar, “veremos”. ¿Qué fue de todos juntos después?
El truco del sueño o de la pesadilla consiste en despertar a tiempo,
cuando aún no se han encendido las potentes luces del día. Es enero, es 2017,
el año recién comienza. En el principio está el fin. ¿Cambiaste? ¿Cambiarás?
¿Cambiaremos?
(*) Periodista
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