Por Paul Krugman
Si Estados Unidos tuviera un sistema parlamentario, Donald
Trump —quien pasó su primer día en el cargo haciendo una rabieta, despotricando
contra informes precisos de poca asistencia a su inauguración— ya enfrentaría
una moción de censura. Pero no tenemos ese sistema; así que de alguna manera
tendremos que sobrevivir a cuatro años de esto.
¿Y cuál será su reacción cuando le informen sobre las cifras
decepcionantes de las cosas que de verdad importan?
En su discurso inaugural, espeluznante y espantoso, Trump
describió a un país en serias dificultades –“una masacre estadounidense”–. El
verdadero Estados Unidos no luce así para nada; tiene muchos problemas, pero
las cosas podrían estar peor. De hecho, es probable que en efecto empeoren.
¿Cómo lidiará con eso un hombre que evidentemente no puede manejar un pequeño
golpe a su ego?
Hablemos de las malas noticias predecibles.
Primero, la economía. Al escuchar a Trump, se podría haber
pensado que Estados Unidos estaba pasando por una depresión a gran escala, con
“fábricas deterioradas que se extienden como lápidas a través del paisaje de
nuestra nación”. Los empleos de manufactura en efecto han disminuido desde el
año 2000; sin embargo, el empleo total aumentó y la tasa de desempleo es baja,
en comparación con los estándares históricos.
Y no es una sola cifra la que tiene muy buena pinta: el
aumento en los salarios y el número creciente de estadounidenses con la
confianza suficiente para renunciar a sus trabajos sugieren que tenemos una
economía cercana al pleno empleo.
Esto significa que el desempleo probablemente no puede
disminuir mucho desde este punto, así que, incluso con buenas políticas y buena
suerte, la creación de empleos será mucho más lenta de lo que fue en los años
de Obama. Puesto que las cosas malas sí pasan, es muy probable que la tasa de desempleo
sea más alta que la cifra actual dentro de cuatro años.
Ah, y los déficits presupuestarios trumpistas probablemente
aumentarán el déficit comercial, así que particularmente los empleos de
manufactura pueden disminuir, no aumentar.
Un segundo frente en el que las cosas seguramente empeorarán
es el de la atención médica. Con Obamacare, el porcentaje de estadounidenses
sin seguro médico cayó drásticamente, a su nivel más bajo en la historia. La
anulación de esta ley haría que las cifras subieran de nuevo: habría 18
millones de personas sin seguro tan solo en el primer año y terminarían por
aumentar a más de 30 millones, de acuerdo con estimaciones de la Oficina de
Presupuesto del Congreso. Y no, los republicanos que han pasado siete años sin
poder presentar un remplazo de verdad no desarrollarán uno en las semanas
próximas… ni nunca.
En cuanto al tercer frente, el crimen, no es clara la
dirección a futuro. La visión de Trump de un Estados Unidos urbano devastado
por “el crimen, las pandillas y las drogas” es una fantasía distópica: de
hecho, los crímenes violentos disminuyeron bastante pese al aumento de
homicidios en algunas ciudades, que ha sido muy publicitado. Supongo que el
crimen podría bajar aún más, pero también podría aumentar. Lo que sí sabemos es
que el gobierno de Trump no puede apaciguar las zonas urbanas en guerra de Estados
Unidos, porque esas zonas no existen.
Así que, ¿cómo manejará Trump las malas noticias del aumento
en el desempleo y la baja en la cobertura de seguros médicos, así como la
pequeña reducción en los crímenes, si es que hay alguna? Eso es obvio: negará la
realidad, como siempre lo hace cuando esta amenaza su narcisismo. Pero ¿sus
simpatizantes compartirán su fantasía?
Puede que lo hagan. Después de todo, ignoraron las buenas
noticias de la era de Obama. Dos tercios de los votantes de Trump creen, de
manera falsa, que la tasa de desempleo se elevó durante el gobierno de Obama.
Tres cuartos creen que George Soros le está pagando a la gente para que
proteste en contra de Trump.
Solo el 17 por ciento de quienes se identifican como
republicanos están conscientes de que el número de personas sin seguro médico
es el más bajo en la historia. La mayoría de la gente creía que los crímenes
iban en aumento incluso cuando estaban disminuyendo. Así que quizá ignorarán
las malas noticias durante el mandato de Trump.
Aunque tal vez no será tan fácil. Por un lado, la gente
tiende a atribuirle las mejorías en su situación personal a sus propios
esfuerzos: seguramente muchos electores que obtuvieron empleos a lo largo de
los últimos ocho años creen que lo hicieron a pesar de las políticas de Obama y
no gracias a ellas. De la misma forma, ¿se culparán a ellos mismos, y no a
Donald Trump, por los empleos y los seguros médicos perdidos? Es poco probable.
Por si fuera poco, Trump hizo grandes promesas durante la
campaña, así que el riesgo de decepcionar al público es especialmente alto.
¿Responderá a las malas noticias aceptándolas con
responsabilidad e intentando hacer mejor las cosas? ¿Renunciará a su fortuna y
entrará a un monasterio? Esas dos cosas tienen la misma probabilidad de
suceder.
El ególatra inseguro en jefe seguramente negará las verdades
incómodas y reprenderá a los medios por informarlas. Además —esto es lo que me
preocupa— es muy probable que intente usar su poder para dispararle a los
mensajeros.
En serio, ¿cómo creen que reaccionará el hombre que comparó
a la CIA con los nazis cuando la Oficina de Estadísticas Laborales informe por
primera vez sobre un repunte significativo del desempleo o una disminución en
los empleos de manufactura? ¿Qué hará cuando los Centros para el Control y la
Prevención de Enfermedades y la Oficina del Censo informen sobre un alza en los
estadounidenses sin seguro médico?
Puede que hayan pensado que la rabieta del fin de semana
pasado fue mala. Pero hay cosas mucho peores por venir.
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