Por Carlos Gabetta (*) |
Finalmente ocurrió: Estados Unidos se abstuvo, posibilitando
así la aprobación unánime del Consejo de Seguridad de la ONU de la Resolución
2334, que condena la ocupación israelí de los territorios palestinos,
considerada ilegal. Además de la opinión del presidente Barack Obama, en esta
voltereta clave cuentan sobre todo los intereses del país. El aislamiento del
Estado de Israel viene de lejos, y la Resolución 2334 no es sino la culminación
de un proceso, la firma al pie.
Hace año y medio, esta columna reseñaba: “136 sobre 193
Estados miembros de la ONU han reconocido ya al Estado Palestino, a los que se
acaba de agregar el Vaticano. Tres países de la Unión Europea (UE), Suecia,
Malta y Chipre, más 15 Parlamentos –entre ellos el francés, el español, el británico
y el de la propia UE– también lo han hecho. El 29-11-12, la Asamblea General de
la ONU, a través de la Resolución 67/19, pasó a considerar a Palestina como
‘Estado observador’ (…) Los dirigentes palestinos persiguen ahora una
resolución del Consejo de Seguridad que intime a Israel a iniciar negociaciones
sobre la base de las fronteras anteriores a la guerra de 1967 y con Jerusalén
Este como capital del Estado. (…) El gran obstáculo es el veto de EE.UU.,
aunque la actitud israelí va encontrando cada vez más críticas en la opinión
pública estadounidense. El acuerdo con Irán, que debería concretarse en junio
próximo, y las estrechas relaciones económicas con varios países árabes, más la
creciente influencia de Rusia y China, van debilitando el apoyo de EE.UU. a
Israel” (Perfil, 30/5/15).
El acuerdo EE.UU.-Irán se concretó dos meses después. Ahora,
con esta resolución y la actitud de Egipto, autor de la propuesta original
junto a Nueva Zelanda, Malasia, Venezuela y Senegal, queda instalada una
paradoja: el Estado Palestino existe de hecho para la mayoría del mundo, pero
no dispone de los territorios que le pertenecen, según entiende la mayoría del
mundo. Obama, un estadista culto y equilibrado que cesa en funciones en pocos
días, entiende que no conviene a los intereses de su país encontrarse mañana
como único aliado de un Estado de Israel obcecado en aislarse y en acabar en la
“solución” militar.
¿Y qué hará Donald Trump, que de estadista, culto y
equilibrado no tiene un pelo, con éste y tantos otros asuntos? Hasta ahora no
se ha mostrado más que como una suerte de Mussolini american style que, como
aquél y tantos otros antes y ahora, apela a lo peor, a lo más retrógrado de sus
sociedades en momentos de grave crisis económica, política y social; de desconcierto
y temor. Pero Mussolini podía hacer muy poco más que exhibir su propio
musculoso torso. Trump promete reanudar la carrera nuclear... y tendrá el dedo
sobre el botón.
Trump designó embajador en Israel a David Friedman, defensor
de los asentamientos israelíes en Cisjordania y de instalar la embajada en
Jerusalén, ratificando así una política opuesta a la de Obama y muy peligrosa.
En primer lugar, porque augura un incremento del terrorismo y de las tensiones
internacionales. Luego, porque Trump también promete proteccionismo; ergo,
guerra comercial. Ergo, incremento de los conflictos militares. Si en este
marco Israel se convierte en la chispa de un conflicto grave en la región, no
se ve muy bien cuáles podrían ser sus posibles aliados, salvo los EE.UU. de
Trump. Los intereses del mundo entero en el mundo árabe son más importantes que
los del pequeño Israel.
En unos días, setenta países se reunirán en París para
codificar una resolución final sobre Medio Oriente, que debería ser ratificada
antes de la asunción de Trump por el “Cuarteto para la región” (ONU, Rusia,
EE.UU. y la UE), y luego por el Consejo de Seguridad.
Queda por ver si Trump y Netanyahu podrán continuar con una
estrategia que podría acabar con la ya descalabrada paz mundial y poner en peligro
la existencia misma de Israel.
(*) Periodista y escritor
0 comments :
Publicar un comentario