Por Guillermo Piro |
Breece Pancake nació el 29 de junio de 1952 en Milton, en la
Virginia occidental. Se pegó un tiro el 8 de abril de 1979 en Charlottesville,
la capital del estado. Tenía 26 años. Fue una noche en que ocurrió algo que no
se entiende. Pancake, como de costumbre, estaba borracho. Entró en la casa de
unos vecinos que habían salido y se sentó en la oscuridad. Cuando sus vecinos
volvieron a casa vieron a Pancake moverse en la oscuridad y escapar corriendo.
Corrió hacia su casa, pero de pronto se detuvo. Y entonces, por alguna razón
inexplicable, se pegó un tiro.
Es considerado uno de los mejores escritores
estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX. Joyce Carol Oates lo compara
con Hemingway; para Kurt Vonnegut es “el más grande escritor que haya leído”;
también es el autor preferido de Tom Waits.
Pancake era hijo de un empleado de la Union Carbide –una de
las empresas más antiguas de productos químicos de los Estados Unidos– que
tenía problemas con el alcohol y que murió en 1975. Breece tenía dos hermanas
mayores que él. Nunca tuvo una cuantiosa experiencia viajera. Uno de los pocos
viajes que hizo fue justamente para visitar a una de sus hermanas, que se había
mudado a Santa Fe. Era alto y rubio. Le gustaba pescar, cazar, y como a todos
los que les gusta pescar y cazar amaba las armas. Todas sus posesiones
consistían en un viejo Volkswagen desvencijado con el que de vez en cuando iba
a visitar a su hermana.
Quienes lo conocieron lo describen como un tipo un poco
raro. Un día de 1976 se presentó delante de su profesor, James Alan McPherson
–quien prologó la primera edición estadounidense del único libro de Pancake
publicado: Trilobites–, para invitarlo a tomar una cerveza y contarle que tenía
planeado trabajar con él. Cuando McPherson le dijo que estaba de acuerdo,
Breece se puso a correr por los pasillos de la universidad gritando “I’m Jimmy
Carter and I’m running for President!”, imitando la voz del futuro presidente
de los Estados Unidos. Cuentan que tenía un hábito curioso: llenaba de regalos
a todo el mundo. Regalaba lo que había pescado y regalaba los trilobites que
había encontrado. Dice McPherson que era un modo gentil de mantener a los demás
lejos de sus secretos. Se habla también de extrañas llamadas en medio de la
noche y de trifulcas en el bar. Dicen que decía que lo único que contaba era la
experiencia. Y que sufría mucho la diferencia social que lo separaba de los
muchachos de la universidad de Charlottesville.
Pocos meses después de la muerte de su padre se convirtió al
catolicismo. Era un católico recalcitrante, aunque en los doce relatos de
Trilobites –lo único que dejó– la palabra Dios aparece solamente una vez en
boca de un campesino viejo y rencoroso. Le daba sus relatos a cualquiera que
fuera capaz de apreciarlos. Naturalmente eran apreciados. En 1976, la revista
Atlantic Monthly publicó “Trilobites”. A causa de un banal error de tipeo, la
inicial del segundo nombre, Dexter, se volvió DJ. Cuando Breece tuvo en sus
manos las pruebas de galera decidió dejarlo así. El libro apareció póstumamente
en 1983, y desde entonces no hizo más que alimentar un culto secreto. Me dicen
que el libro apareció en España en 2012, publicado por Alpha Decay, pero yo
acabo de leer la edición italiana, porque, como decía Michaux, “ya no habito
esos lugares”.
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