Por Gabriel Profiti |
Por virtuoso o por vicioso, el nuevo ciclo económico
alineará piezas a favor o en contra del Gobierno, cuyo margen ya es nulo para
generar falsas expectativas en el camino a las elecciones de medio término del
mandato de Mauricio Macri.
La inseguridad sigue siendo por lejos la gran preocupación
de los argentinos, pero no es un problema generado por Macri, sino que
permanece sin solución desde hace muchos años y repartido -o diluido- entre
todas las jurisdicciones del país.
El Gobierno intentó mostrarse activo en la respuesta a la
criminalidad reflotando la antigua discusión sobre la baja en la edad de
imputabilidad de los menores o la renovación de la emergencia en seguridad,
entre otras medidas de alta visibilidad y poca incidencia en la tasa delictiva.
En ese marco, persiste el reclamo de una solución de fondo a
un problema que complica, intranquiliza y cambió los hábitos de muchísima
gente, pero por los atenuantes mencionados difícilmente se transforme en un
riesgo electoral para el frente oficialista.
En cambio, la administración nacional ya no tiene excusas
para mostrar que su modelo económico redundará en beneficios palpables para una
mayoría de la población.
Al cabo, un progreso económico sostenido en años
repercutiría en una mejora de la seguridad.
El proyecto macrista disparó una discusión entre quienes
sostienen que solo favorece a los sectores concentrados de la economía y
desembocará en mayor desempleo/pobreza/desigualdad y los que mantienen la
expectativa de que reducirá esos índices.
Los voceros económicos oficiales se empeñan en señalar,
empezando por el Presidente, que la economía dejó de caer en el último
trimestre del año y carretea hacia una reactivación, pero el fallido edén
prometido para el segundo semestre dejó secuelas.
En el debate confluyen esas visiones optimistas con los
números oficiales que siguen reflejando indicadores negativos de empleo y
actividad industrial, entre otros que empiezan a mostrarse mixtos, indefinidos
o rebotando.
Un día antes de que el Indec señalara que en los primeros
nueve meses se perdieron 127.000 puestos de trabajo, Macri había asegurado que
"hace varios meses crece el empleo en la Argentina".
"Entre octubre y noviembre se crearon 45 mil puestos de
trabajo, el cuarto trimestre fue de crecimiento, pero el Indec viene atrasado
en sus publicaciones", contrapuso en diálogo con este columnista un hombre
de la primera línea del Gobierno.
Para las principales figuras del equipo económico, ese
repunte del empleo también trasunta una reactivación, que para el Gobierno
generará 3 puntos de crecimiento del PBI en 2017.
El FMI, aun elogiando las reformas macristas, ya no opina lo
mismo.
La CGT, en guardia
En ese contexto, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, y el
vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, entablaron un trabajoso diálogo con la
CGT para poner en marcha una serie de reformas laborales destinadas a volver
competitivos sectores que no lo son y ampliar la dotación de empleados en
blanco.
El plan tiene dos vertientes. La primera es la búsqueda de
acuerdos bilaterales para reformular convenios colectivos como ocurrió con los
petroleros del yacimiento de Vaca Muerta; y la segunda es un paquete de reformas
que incluye un blanqueo laboral, la incorporación de receptores de planes
sociales al sistema y el regreso de las pasantías, entre otros.
El Gobierno pretendería el aval cegetista para hacerlo por
decreto, pero el movimiento obrero -fragmentado, reticente y desconfiado- ve
otra realidad y en la última reunión reprochó un incumplimiento empresarial
para suspender despidos.
Para los negociadores oficiales estas reformas son clave
para acentuar la recuperación, mientras que para muchos dirigentes sindicales
ya fueron implementadas en los noventa sin éxito.
Volviendo al planteo inicial, en la medida en que la
economía dé buenas noticias las objeciones serán menores y viceversa.
La misma ecuación se espera para la suerte electoral de
Cambiemos.
El vaso a la mitad
Siguiendo con la lógica del vaso medio lleno o medio vacío,
el Gobierno se jactó de haber colocado deuda esta semana por U$S 7.000 millones
-inicialmente preveía tomar U$S 5.000 millones- pese al cambio de escenario
internacional que supone la irrupción de Donald Trump como presidente de
Estados Unidos.
"En noviembre los agoreros decían que íbamos a tener
problemas para financiarnos por el triunfo de Trump y los mercados demostraron
que siguen apostando a la Argentina", sostienen cerca del Presidente.
Con esta emisión, el Gobierno ya cubrió el 70% de su meta de
endeudamiento para 2017, un esquema que de todos modos no es viable a mediano
plazo y Macri lo sabe.
Lo cierto es que el nuevo rumbo estadounidense genera
incertidumbre al gobierno argentino, que esperaba como último gesto de Barack
Obama la reinserción de la Argentina en el Sistema General de Preferencias
(SGP) para exportar a ese país.
Susana Malcorra espera plantearle este pedido prioritario al
secretario de Estado, Rex Tillerson, en la Cumbre de cancilleres del G20 que se
realizará en Alemania a mediados de febrero.
El nuevo ciclo económico arranca con un equipo con menos
figuras, tras los desplazamientos de Alfonso Prat Gay del Ministerio de
Hacienda y Carlos Melconian del Banco Nación.
Prat Gay y Melconian, enfrentados en las ideas y
personalmente, fueron reemplazados por referentes económicos que también
representan distintas escuelas como Nicolás Dujovne y Javier González Fraga.
En síntesis, el equipo no ganó homogeneidad sino
verticalismo en las figuras de Marcos Peña, Quintana y Gustavo Lopetegui.
"'Melco' era mucho más proclive a realizar un ajuste
ortodoxo de la economía. Eso lo hacía saber y generaba poca coherencia en un
equipo económico sobre todo viniendo de un funcionario encumbrado",
resumieron en la Jefatura de Gabinete.
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