Por Manuel Vicent |
Puesto que un electrón, según la física cuántica, puede
estar en dos lugares distintos a la vez, no es extraño que este fenómeno suceda
también con las personas. A fin de cuentas no somos más que una coctelera de
electrones dentro de la cual se agita el alma, una sustancia incolora e
insabora, negra o blanca, no detectable por medios mecánicos, que está en todas
y en ninguna parte del cuerpo.
Según la física cuántica la duda de Hamlet no tiene sentido
porque se puede ser y no ser al mismo tiempo. Hoy la cuestión ya es otra:
consiste en saber si uno está vivo o muerto, un hecho que puede darse también a
la vez, como se demuestra con la teoría del gato de Schrödinger.
Si se mete un gato en una caja cerrada y opaca donde hay un
recipiente con un veneno mortal y existe la misma posibilidad de que el gato
tome o no tome ese veneno, mientras no se abra la caja negra para comprobar el
resultado el gato estará vivo y muerto al mismo tiempo, según los cálculos.
Cualquiera puede ser el gato teórico de Schrödinger, puesto
que la vida consiste en un baile frenético de electrones dentro de la caja negra
del propio cuerpo.
En el terreno político, según esta teoría, Donald Trump es
al mismo tiempo un Gran Asno de Oro y un patriota desencadenado, el terrorismo
yihadista participa a la vez de la justicia y de la venganza, el capitalismo te
mata y te salva, Che Guevara es futuro y pasado, los chinos son amos y esclavos
de la historia.
Por otra parte, si personalmente no somos más que una
coctelera de electrones entre los cuales el alma, si existe, se busca la vida,
solo así se explica que puedas ser a la vez de izquierdas y de derechas,
víctima y verdugo, culpable e inocente. La física cuántica absuelve y condena a
todo el mundo.
Mientras no se abra la caja del gato de Schrödinger no
sabrás si eres blanco o negro, si estás vivo o muerto.
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