Qué significa que
el Presidente tenga que explicar eventuales actos de corrupción de sus
allegados.
Por Roberto García |
Un déjà vu indeseable deambuló en la primera conferencia de 2017 de Mauricio Macri: el
Presidente debió dedicar 50% del encuentro a separarse, él y sus funcionarios,
de eventuales hechos de corrupción, de historias negras y sospechosas.
Casi de la Iglesia su mensaje: reclamó un acto de fe más que presentar pruebas.
Quizá sea demasiado frondoso el inventario para un primer año de
gobierno. De la nebulosa de los Panamá Papers y de lo que sus propios
hombres de la administración han escrito sobre las sociedades en el exterior, a
las ambiciones de su primo Angelo Calcaterra, quien juraba vender pertenencias
y bártulos a los chinos, irse del país y, ahora, por arte del birlibirloque, le
autorizaron un banco (Interfinanzas), el primer tramo de la autopista ribereña
y ejecuta con la tunelera el soterramiento del Sarmiento. Ni hablar de las
últimas licitaciones en energía nuclear logradas por el hermano de la vida del
mandatario, Nicolás Caputo. Como en otros tiempos, nadie de la competencia
privada protesta, el club funciona como antes con Báez o López; siempre habrá
entrada para los socios obedientes.
En esta saga de hechos bajo sospecha, con fotografías del lugar y el
momento equivocados, hasta apareció comprometido el jefe de
Inteligencia, Gustavo Arribas, otro íntimo de
Macri, por efectuar depósitos en Suiza (uno reconocido, otros rechazados por
alguna investigación bancaria) cedidos por operadores de Odebrecht, esa
multinacional de venal desmesura cuyo jefe Marcelo delata a todos sus
compinches en Brasil y el mundo para bajar la condena de 18 años de prisión que
le aplicó la Justicia.
Diferencias. Como dice el gobierno de Cambiemos, no todos son iguales; es
incomparable la orgía inmoral del kirchnerismo. Pero hoy palpita y se
multiplica un déjà vu amargo, lamentable. Como una repetición en
espiral. Ha fallado, también, una explicación razonable sobre los episodios (ya
ocurrió con los Panamá Papers) a pesar de disponer anticipadamente de la
información. Sorprende esa precariedad técnica, ese pecado en la comunicación
que estimula la intriga.
Se advirtió ahora en el propio Macri cuando, inicialmente, se desligó de
Arribas (dijo que tendrá que aclarar la imputación por los depósitos en Suiza)
hasta dos días más tarde, en que asumió que las delaciones brasileñas no
afectaban a su colaborador, tampoco a su gobierno. Debe de estar
convencido de lo que afirma, de la no existencia de delito expresada por
sus abogados y por la tranquilidad de que esos hechos non sanctos no afectan su
popularidad en las encuestas: a nadie parecen inquietarle estos fenómenos
turbios, como tampoco importó hallar los fondos de Santa Cruz en el principio
de Néstor Kirchner presidente.
Tal vez el ingeniero en jefe se inspire en su propia experiencia: puede
conducir a una sociedad como supo persuadir a un abogado, Fabián Rodríguez
Simón, convertirlo a su causa y nominarlo como su protector jurídico,
justo a quien en los años 90 escribió un crítico libro sobre las compañías
offshore tipo Panamá Papers (llamado La crisis bancaria y la operatoria off
shore), el tráfico de dinero negro y la evasión impositiva, particularizando en
esos movimientos al grupo Macri, entonces participante de una debacle bancaria
por el efecto Tequila, que en la Argentina empezó el banco Extrader y que
derivó en quebrantos, cesación de pagos y hasta actos de violencia explícita
nunca esclarecidos. Altri tempi.
El Cambiemos Rodríguez Simón debe de haber influido (no olvidar que
impulsaba designar miembros de la Corte Suprema sin pasar por el Congreso) en
la nueva imagen, más ejecutiva, a la que aspira Macri en su anunciada decisión de imponer decretos de necesidad y
urgencia ante retrasos parlamentarios y la enojosa oposición
que “le ata las manos” como han afirmado todos los gobiernos anteriores. Otra
cara del Presidente, menos benévola, más distante del gurú meditador que
ejerció en su primer año. Necesidades electorales, obvio.
Infulas. En su esfuerzo, como si fuera igual, consume la misma energía para
impedir el ingreso de delincuentes de otros países o para firmar la
modificación de la ley de seguro del trabajo (ART), norma que obtuvo media
sanción del Senado con cierto mal olor en el recinto, que se extendió a la
demorada lupa de Diputados. Si bien la reforma trata de despejar inequidades,
otros intereses la confunden, sobre todo empresarios diplomados en Usain Bolt
para pasar de cristinistas a macristas. Algunos más veloces que los que fueron
a Davos acompañando a la delegación oficial.
La imagen de firmeza presidencial coincidió en olvidarse de anunciar
que, 24 horas después, pasaría a otros hechos expulsando del gobierno a Carlos Melconian,
quien lo acompaña en sus proyectos desde la gestión municipal. Rara
pérdida de memoria, peor apego a la fidelidad, aunque el economista ya
había sido condenado tres veces en el último año y medio. Por lo menos.
Entrar en semejante derrotero tiene su jugo. Razón por la que se hará
blanco en esas historias recientes y didácticas en la edición de mañana de Perfil.
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