Por Guillermo Piro |
En las redes sociales circuló mucho la idea de que 2016 fue
un año en que creció desaforadamente el número de muertos de personas famosas.
Ocurrió sobre todo por las emociones que generaron las muertes de varios
músicos –Leonard Cohen, David Bowie, Prince, George Michael, Glenn Frey–, cuya
fama tiene que ver con un mundo creador de emociones.
Pero en general es verdad
que en 2016 la muerte de personajes célebres en el mundo occidental creció.
Hace pocos días murió Carrie Fisher. Y escribo esto faltando cuatro días para
que termine el año. Creo que hay varias explicaciones.
La percepción y la conmoción aumentaron con internet y las
redes sociales. Hace solamente diez años la participación y la permanencia de
las noticias y de los lutos pasaban por menos canales y se “vivían” con más
rapidez. Hoy la muerte de un personaje famoso nos llega por tantas vías al
mismo tiempo que incluso nombres que no recordábamos o que ignorábamos –en
muchos casos nombres de personajes que creíamos muertos hace mucho tiempo, en
cuyo caso el luto ya había tenido lugar– se vuelven rápidamente familiares,
porque en un sistema de comunicación en el que participar se vuelve una
prioridad su fama es reconstruida por todos con rapidez. Por lo tanto
comencemos diciendo que hoy en día nos damos más cuenta de los personajes
públicos que mueren y registramos eso con mayor profundidad.
También conocemos más personas famosas, siempre gracias a
internet. La cantidad enorme de información que recibimos sobre cualquier cosa
implica también que sabemos muchas más cosas de muchos personajes, cosas y
personajes que en otro tiempo se nos habrían escapado. Porque internet le da
fama a muchas más personas.
A comienzos de los años 60 del siglo pasado la población
mundial creció como nunca en su historia –pero esa aceleración había comenzado
en 1920. La población de los Estados Unidos –de donde provienen la mayoría de
las celebridades contemporáneas– aumentó más del 50% en treinta años, entre
1930 y 1960. Las personas que nacieron en esas décadas hoy tienen entre 56 y 86
años.
Pero hay más. Los años 60 y 70 del siglo pasado dieron lugar
al nacimiento del fenómeno de las celebridades. Los “famosos” en tantos campos
–música, deporte, cine, política, cultura, ciencia– se volvieron un tema
central de la información mundial. Volviendo al caso de la música, los
cantantes y músicos famosos en todo el mundo en los años 50 eran relativamente
pocos, y su fama alcanzaba solamente moderados sectores de la población. Desde
los años 60 y 70 en adelante esos pocos pasaron a ser muchos (el comentario de
John Lennon: “Los Beatles son más populares que Jesús” data de 1966 y hubiese
sido impensable décadas antes, aún cuando Los Beatles hubiesen existido). Hoy
son ancianas una cantidad de celebridades como el mundo nunca antes conoció,
que saltaron a la fama mundial hace cincuenta o sesenta años, cuando tenían
entre 20 y 30 años (la BBC reconoció haber publicado este año más necrológicas
que nunca. Nosotros mismos, aquí, tenemos la misma impresión). En los próximos
años seguirá muriendo mucha gente famosa, por la sencilla razón de que hay
muchas más personas famosas ancianas que antes.
Gran parte de los directores, vicedirectores y editores de
noticieros y diarios online y en papel tienen más de 50 años, por lo tanto
enfatizan hechos y personajes conectados a su formación cultural y a la de su
público. De hecho para los menores de treinta años éste no fue un año
particular por la muerte de celebridades: sus celebridades son jóvenes y están
vivas.
Prepárense, porque 2017 va a ser peor.
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