Por Gabriel Profiti |
El despido de Alfonso Prat Gay del Gobierno obedeció a un
mix de desgaste en las relaciones personales y diferencias de criterio con el
propio Presidente, cuya secuela podría ser un cañonazo contra las políticas de
"gradualismo" económico.
Desde su nombramiento, Prat Gay se sintió el forastero de un
equipo económico moldeado con especialistas del macrismo y ex directores
ejecutivos de empresas, pero no hizo demasiados esfuerzos para adaptarse y
ceñirse al rol de ministro edulcorado que le asignó el Presidente.
Su incorporación constituyó un aporte de la Coalición Cívica
ARI -fuerza por la que fue diputado nacional entre 2009 y 2013- al Gobierno de
Cambiemos pero en sus doce meses al frente del Palacio de Hacienda se mostró
incómodo con la opción de Mauricio Macri de parcelar el abordaje económico en
varias carteras.
Macri no cree en un "superministro" de Economía y
tras el despido de Prat Gay ratificó la línea compartimentada de gestión:
ordenó la subdivisión de Hacienda y Finanzas, en donde ascendió al rango de
ministro al hasta ahora secretario Luis Caputo.
El mayor encono del ahora ex jefe de Hacienda apuntaba
contra el rol de los coordinadores de Gabinete, Mario Quintana y Gustavo
Lopetegui, a quienes debía rendir cuentas y quienes junto a Marcos Peña conforman
el primer círculo concéntrico del poder.
Dicen que si la convocatoria no era del Presidente, Prat Gay
optaba por mandar a las reuniones del equipo económico a un colaborador porque
no se sentía a su altura. La tarjeta roja es, al cabo, otro espaldarazo para
los ex CEOs de Lan y Pegasus.
Esas actitudes y sus constantes críticas contra el
presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, un hombre respetado en el
Gobierno y del corazón PRO, le mostraron la puerta de salida.
Con este último tuvo diferencias públicas por el nivel de
las tasas de referencia del BCRA, que Sturzenegger mantuvo altas para domar a
la inflación, pero que para Prat Gay contribuyeron a mantener frenada la
economía este año.
El desenlace quedó a la vista hace algunas semanas cuando
Macri decidió correr al ministro de las negociaciones con la CGT, los
gobernadores y la oposición para reformar el impuesto a las ganancias, luego de
que el proyecto oficial -atribuido a Prat Gay- naufragara en la Cámara de
Diputados.
En el año, el ex JP Morgan y ex jefe del Banco Central
(2002-2004) fue la cara de algunos goles oficiales, como la salida del cepo, el
acuerdo con los holdouts y el blanqueo de capitales, pero también quedó
expuesto por el salto de la inflación, el parate económico y la imposibilidad
de cumplir con las metas fiscales.
Según fuentes oficiales, el rojo fiscal es una de las
obsesiones del Presidente y si bien están fijadas las coordenadas -el objetivo
es cerrar 2016 con 4,8% del PBI y reducirlo a 4,2% en 2017- había diferencias
en el "cómo hacerlo".
Durante su año en Hacienda, Prat Gay destacó varias veces el
ritmo gradual del ajuste económico en marcha, sobre todo a la hora de comunicar
los vaivenes del aumento de tarifas en los servicios públicos. Así, su salida y
la de Isela Costantini de Aerolíneas Argentinas con pocos días de diferencia
pueden ser interpretadas como un volantazo de Macri para ordenar más rápido las
cuentas.
Dujovne es precisamente un especialista en cuestiones
macroeconómicas, surgido de la Fundación Pensar, la usina de ideas del PRO.
"En materia fiscal, la principal duda de los inversores se refiere a la
capacidad del Gobierno de reducir el déficit", escribió, quizá
premonitoriamente, hace algunas semanas.
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