Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
Esto va para vos, Donald, que siempre estás bien dispuesto a
conocer la opinión de personas que residen al sur de Texas.
Terminé yéndome a dormir a las 5 de la matina porque a
ustedes se les ocurre votar un día laborable, marcianos.
Tuve que fumarme las proyecciones
del New Yorker, la baba de Fox News –¿cómo se les ocurre poner las lágrimas de
emoción de un mexicano en el bunker republicano?–, la tibieza de CNN y el
hablemos sin saber de C5N, que es como la CNN, pero fallada hasta en las
siglas. Kilómetros de textos que te ningunearon, puteadas a los farmers y el
white trash del midwest norteamericano y al hijo de su madre que no encuentra
palabras en castellano que sean igual de cortas y significativas para no
parecer un idiota al hablar del tema. Tuve que deglutir apuestas de amigos,
temores internacionalistas de una tía que no conoce ni Uruguay, de mis ahijados
que creen que DisneyWorld se convertirá en un campo de concentración y hasta el
pronóstico de un astrólogo español que dijo que perdías porque tenías a Plutón
en la casa 12.
Con todo esto, no deja de sorprenderme que tenga fuerzas
para escribirte, pero son más las ganas de sacarme esto de adentro que
cualquier otra cosa. Y es que es necesario, Donald, que sepas que no podés
venir a decir que la economía de tu país ya no puede mantener en funcionamiento
a todo el mundo. Menos con todo lo que tenés para perder.
Ustedes se pierden el poderío latinoamericano, la mano de
obra extremadamente calificada para realizar cualquier cosa que ustedes
inventaron –siempre y cuando sea anterior a 1990–, pero que nosotros tenemos el
arte de hacer esporádicamente, de pedo, y siempre y cuando no implique
demasiado riesgo para nuestro futuro inmediato garantizado por el sueldito.
Ustedes se pierden nuestra habilidad para vivir en el pasado
industrial. ¿Querés saber cómo hicimos para tener volando un Pucará 50 años
después mientras ustedes gastan mil millones de dólares para desarrollar el
F-35? Jodete. Lo hubieras pensado antes de provocar nuestro narcisismo, único poderío
que podemos ostentar por estos lares. Vos te perdés de la magia de creernos
industrialistas por fabricar un Ford Falcon hasta 1991. Nunca sabrás lo que se
oculta atrás de un Corsa a GNC. Sí, ya sé que dijimos que tenemos el yacimiento
de petróleo no convencional más grande del mundo y sin embargo pagamos la nafta
a más de un dólar el litro después de firmar un acuerdo con una petrolera
extranjera. No… no importa de dónde es Chevron, no viene al caso. Acá el tema
sos vos y los intereses que representás, proteccionista de cuarta.
Nunca vas a saber la adrenalina que provoca nunca saber
cuándo una de nuestras laptop de cartulina nos va a dejar a gamba. Vos y tus
Macs de chetito no pueden darnos ese placer. ¿Y a mí qué me importa quién
invento el Windows? Acá las ventanas te las tapamos con carton corrugado, si
queremos.
Vos te lo perdés, Donaldo. Arreglátelas con tus aborígenes a
cargo de casinos sin saber del placer de verlos morir de hambre, asesinados por
una bala policial feudalista o succionados por una vinchuca sin acceso al agua
potable en una de las mayores cuencas acuíferas de agua dulce del planeta. Qué
vas a prometer el plan de infraestructura más grande sin ver lo que son
nuestras inauguraciones múltiples de obras nunca concretadas, o las rutas que
conducen a la nada.
Y me venís a hablar de veteranos de guerra. A nosotros,
justo a nosotros que aprendimos el arte de llorarlos mientras los ninguneamos.
¿Cómo se te ocurre calificar de populista a algún que otro
líder sudamericano? ¿No ves que nosotros te llamamos populista a vos porque nos
lo contaron los medios que nosotros quisimos destruir porque mentían? ¿No ves
que creímos en las encuestas de tu país con voto opcional cuando las puteamos
acá con el sufragio obligatorio? ¿No lo ves, Naranjú?
Te metés con Cuba, donde bien que hiciste tus negocios
capitalistas. Querés salpicar la imagen que tenemos de nuestro faro cultural
setentista. Cómo se nota que no sabés lo que es clavarte un pan relleno en la
puerta del Konex o aprenderte temas de Silvio Rodríguez para levantarte
burguesas culposas en la Plaza Francia del corazón de Recoleta.
Y ahora me venís con tu discursito conciliador, pedazo de
pechofrío, a decirnos que querés llevarte bien con todos los países que quieran
llevarse bien con ustedes… ¡El señor pone condiciones! Justo a nosotros, que
criticamos el modelo norteamericano desde las redes sociales diseñadas en tus
universidades sobre computadoras inventadas por ustedes, con una cadena de
software y hardware que acumulan más de 100 mil patentes americanas en un sólo
aparato. Nosotros, que bajamos de los árboles luego de la revolución industrial
británica y la expansión inventiva norteamericana, tenemos todo el derecho del
mundo a decirles cómo tienen que vivir sus vidas. Y a quejarnos. Fundamentalmente,
tenemos derecho a quejarnos de ustedes.
No quisiera despedirme sin pedirte que le mandes un
mensajito de parte nuestra a Hilaria. No es de vagos, pero cuesta encontrarla
desde que mandó al vicepresidente a pedirle a los militantes que se vayan a
dormir antes de conocer el resultado oficial. Decile que nos cagó. Sí, es
cierto que no logró convencer ni a los habitantes del Estado en el que los
vieron gobernar durante más de veinte años entre gobernaciones y presidencias,
y así y todo 7 de cada 10 votantes eligió cualquier opción menos ella.
Probablemente no llegaron a conocerlos bien, o faltó militancia, o no supieron
comunicar como corresponde que ahora eran distintos a lo que el electorado
rechazó, o que los mil millones de dólares que recaudó su fundación de los
reinos absolutistas árabes eran para garantizar los intereses de la libertad
mundial, o que si teniendo un presidente negro no pudieron frenar la matanza
policial racista, no podemos esperar mucho, o lo que corno fuera. Pero nos
cagó. Acá nos pasamos los últimos doce años combatiendo al imperialismo y
luchando para que “la embajada no nos ponga un presidente”. Los culpamos a
ustedes de que no ganara Scioli. Y ahora nos tenemos que fumar que un tipo
anaranjado con peinado inexplicable sea presidente de Estados Unidos. Para eso
ya lo teníamos a Daniel, genia. Que Hilaria nos explique: ¿Justo ahora? ¿A
quién culpamos, a la embajada de los demócratas que queríamos que ganara o a la
embajada republicana que queríamos que perdiera pero ganó diez meses después? Y
que no venga con que no somos claros en lo que queremos, que eso no es así:
nosotros queremos lo que no tenemos y culpamos a todo aquel que nos impida
alcanzarlo a lo largo de un camino que desconocemos. ¿Cómo hacemos ahora con
Irán, sus atentados en nuestro país y nuestros tratados? ¿De qué nos
disfrazamos?
Gracias, Hilaria. Te salió de diez, Hilaria. Ahora estamos
todos preocupados por si Estados Unidos cierra su economía y se pone
proteccionista con países con economías más frías que la heladera de Disney.
Ahora vamos a tener que fumarnos a los inconsistentes de siempre quejarse de
contradicciones como imperialismos económicos proteccionistas, o
antiimperialismo con reservas federales en dólares. Por lo pronto, ya empezaron
los analistas de la sociedad norteamericana con parámetros de Balvanera a
aventurar las vueltas que pueda dar Trump, repitiendo los argumentos de
nuestros colegas norteamericanos que le pifiaron más que Higuain hemipléjico.
Gracias de verdad, a ambos, por este día infumable en el que
estamos todos preocupados por lo que vaya a pasar en Estados Unidos. Quizás,
por un dejo inconsciente que hace síntoma de nuestra neurosis estatista a
escala mundial: así como sólo existimos gracias a la teta del Estado al que
puteamos, en algún recóndito rincón de nuestra mente sabemos que nuestro
bienestar depende de si Estados Unidos sube o baja un 0,0000000001% su tasa de
interés.
Vuelvo a vos, Trump. Que te garúe finito. A vos y a tu
Garfield capilar.
PD: Tengo la misma edad que Ivanka, hablo inglés, no soy
celoso, me adapto a cualquier circunstancia, y gracias al tipo de cambio,
agarro viaje con cualquier prenupcial. Cualquier cosita…
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