Todos tenemos responsabilidad de lo que ocurre
en la Selección Argentina: los periodistas, hinchas, dirigentes y jugadores. El
mensaje que nos dejó Messi.
Por Guido Glait
Tenemos un fútbol que no
controla a los barras, que tiene a los clubes quebrados, que durante 36 años
eligió un presidente corrupto que hoy hubiera estado preso, que destrozó las
divisiones juveniles, que no fue capaz de hacer una votación de 75 tipos, que
tiene un torneo de 30 equipos que todos aceptaron y todos se arrepintieron, y
que no le da bola a la Comisión Normalizadora, ¿por qué el equipo que nos
representa iba a estar bien?
Tarde o temprano la mala iba a
llegar. Ser el mejor del ranking FIFA y haber salido tres veces subcampeón era
absolutamente anormal; lo normal era que todo saliera mal.
Jorge
Miadosqui, el Secretario de Selecciones nacionales, decía el lunes
que a la Selección nunca le faltó nada y que los problemas dirigenciales no
entraban a la cancha. Mentira vil. Tal vez se olvidó de que estos
jugadores pasaron por tres técnicos en menos de dos años. O que a Martino lo
empujaron al precipicio. O que a pocos días de los Juegos de Río, la selección
olímpica llegó a entrenarse con sólo nueve jugadores porque los clubes estaban
caprichosos y no los querían entregar.
Tampoco nos salvamos los
periodistas. Tratamos a Di María como si fuera el Petiso
Orejudo de Ushuaia; decimos que Rojo no, que Emmanuel Más sí, que Emmanuel Más
ya no; que Mascherano es desechable aunque juegue en el mejor equipo del mundo;
y que Romero no puede atajar porque en su equipo es suplente, como si no era
suplente cuando se convirtió en héroe, en el Mundial. Finalmente agregamos que Lavezzi se fumó un porro, aunque no
tengamos ni la más mínima prueba.
También la gente tiene su
cuotaparte. Pidió a coro la cabeza de Martino y nos quedamos sin Plan B, porque
todos los Plan A rechazaron la oferta. Se llegó a decir que Otamendi tenía más
pinta de mochilero que de jugador y que Zabaleta jugaba como Mariano, el
tenista. Además exigió a Icardi sin siquiera saber dos jugadores del Inter, y
chifló a Higuaín cuando entró contra Colombia, pese a que faltaba poco para el
final y la cancha era una fiesta por el 2-0 parcial.
Es cierto que el DT no pegaba
una y que los jugadores estaban desconocidos, fuera de foco, idos. Pero los
criticamos desde nuestras frustraciones, personas mucho menos exitosas que
ellos, con el insólito argumento de que son millonarios. ¿Acaso el dinero los
convierte en máquinas infrahumanas? ¿En personas sin errores ni emociones ni
miedos?
Aún jugando mal, no estaban
muy por debajo de la media de lo que somos nosotros como sociedad.
Después está el error de no hablar con la prensa. Que lo agarren al
relator Gabriel Anello, que le corten la palabra a
él, que le hagan juicio… pero no pueden pagar justos por pecadores. Ellos
tienen la obligación de hablar porque no son los dueños de la Selección, son
actores públicos.
En definitiva, a la gente lo
que le importa es que hablen dentro de la cancha. Por eso fue bueno lo que pasó
ayer. Una refresh para empezar de nuevo y tapar la pobreza intelectual.
El equipo no apareció del todo pero sí apareció Messi, que con su zurda
nos puso en pause.
Nos dijo algo así como que les
demos un descanso, cerremos un poco la bocota y escondamos tanta miseria.
Aunque más no sea, hasta marzo.
© Perfil
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