Fotograma de "Sin novedad en el frente" (1930) |
Por Juan Carlos Martínez
Barrio
Desde que por primera vez se concedió en la ceremonia de los Óscar de Hollywood de 1928 el
galardón a la mejor película, son numerosas las obras ganadoras cuyo guion es
adaptación de una novela. Sin ir más lejos, en 1930 fue premiada All quiet on the western front (Sin novedad en el frente).
Dirigido por Lewis Mileston, quien, por cierto, recibió así mismo el Óscar a la
mejor dirección, y protagonizado por Louis Wolheim, Lew Ayres, Ben Alexander y
Arnold Lucy, este largometraje destila el mismo anti belicismo que su fuente
literaria (Im Western nichts Neues), publicada en enero de 1929, y que obligó a
su autor Enrich Maria Remarque a exiliarse con la llegada de Hitler al poder en Alemania. Fue desposeído
incluso de la nacionalidad alemana en 1933 y el libro públicamente quemado.
Primero se refugió en París, posteriormente en Suiza y finalmente en Estados
Unidos, país que le concedió la nacionalidad en 1939.
La versión cinematográfica, de impecable factura
técnica y estética, mantiene en su esencia la estructura de la novela, llegando
a reproducir igualmente algunos de sus diálogos más representativos, como
cuando un soldado alemán, uno de los protagonistas, le pregunta a otro de sus
camaradas por qué comienzan las guerras:
“— Generalmente porque un país ofende gravemente a
otro.
—¿Un país? No lo entiendo. Una montaña alemana no
puede ofender a una montaña francesa. Ni un río, ni un bosque, ni un campo de
trigo.
—Se refiere al pueblo en conjunto, es
decir, al Estado.
—De acuerdo, pero piensa que la mayoría de
nosotros somos gente sencilla. Y también en Francia la mayoría son obreros,
artesanos o empleados. ¿Cómo puede querer atacarnos un zapatero o un cerrajero
francés? No, son únicamente los gobiernos. Antes de venir aquí, yo no había
visto nunca a un francés, y a la mayoría de franceses les debe suceder lo mismo
con nosotros. A ellos tampoco les han pedido su opinión.”
Sin novedad en el frente es, sin
duda, uno de los títulos a mencionar siempre que se habla de cine o literatura bélica, mención aparte de que,
también sin duda alguna, y lejos de moralinas buenistas, presente una crítica
feroz al absurdo de la guerra, a cómo las personas se ven arrastradas a
conflictos completamente ajenos a su voluntad pero que destrozan, para siempre,
sus propias vidas. Al igual que el Kanun en el Abril quebrado de Ismail Kadaré engulle a la pareja de recién
casados que pretendía quedar al margen, observándolo desde fuera como el
turista del safari, Remarque plasma magistralmente en su trabajo el movimiento
inerte de un destino fatal, del cual resulta prácticamente imposible poder
evadirse y que acaba triturando a sus víctimas de manera indiscriminada.
La trama principal gira en torno a la historia del joven soldado Paul Bäumer quien, conjuntamente con
algunos de sus compañeros de clase, tras ser instigados —y
manipulados— por su fanatizado profesor, terminan enfangados en la guerra
de trincheras del frente occidental durante la primera guerra mundial. Allí
lucharán en numerosas batallas, soportarán unas condiciones de vida
lamentables, sufriendo los horrores de la más cruenta de las guerras en forma
de privaciones, heridas o mutilaciones y morirán. Son personas que nada tienen
que ver con las causas primarias del conflicto pero que se convierten, sin
pretenderlo ni quererlo, en artífices y ejecutores del mismo. Son quienes
derraman su sangre, los que siempre pierden. Los que nunca ganan. Sin ser la
primera vez que se expone la sin razón de los conflictos bélicos, en este
sentido podríamos recordar a un genio de la literatura universal como Jonathan Swift, cuando, en el marco de la visita de Gulliver al país de los Houyhnhnm y los Yahoos
explica, en clave de sátira, los principales motivos por los cuales un príncipe
declara la guerra a otro, Sin novedad en el frente describe
con crudeza y sin igual esa maquinaria demencial, conocida desde tiempos
inmemoriales como la guerra —uno de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis—
cuyos engranajes atrapan de manera inexorable a generaciones enteras
haciéndolas pedazos para siempre. Así ha sido siempre, así es ahora y, por
desgracia, así seguirá siendo.
© Zenda –
Autores, libros y compañía
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