Por Carlos Ares |
Y acá, nosotros. Espantados porque ganó Trump en un país donde
la mitad votó a Scioli. El "Licenciado" Scioli, menemista,
duhaldista, kirchnerista que fundió la empresa del padre, hizo fortuna en los
cargos públicos, gobernó ocho años la provincia de Buenos Aires, la dejó como
la dejó, y ahora se hace el protagonista de una película en la que no se ve el
tendal de vidas arruinadas que partió al medio con la proa de su lancha,
"La gran Argentina".
Allá ellos, con su xenofobia y acá el "compañero" Pichetto, acusando de delincuentes a los inmigrantes peruanos,
bolivianos y paraguayos, como si no hubieran sido españoles (Telefónica,
Repsol, el grupo Marsans en Aerolíneas) los que se la llevaron. Como si no
hubiera sido sueca la empresa Skanska que pagó fortunas en coimas.
Allá ellos, si el sueño americano se les convierte en pesadilla. Y acá,
nosotros, donde la mayoría hubiéramos votado Hillary y demócratas, pero todavía
hay quienes advierten desde sus inmobiliarias, sus Tower K (de bolsos de dólares,
hoteles, estancias, chacras, departamentos), que si Cristina es juzgada y
eventualmente condenada, después de ejercer su derecho a la defensa, porque
"todos somos iguales ante la ley", el juez que dicte sentencia puede
aparecer muerto y habrá quilombo.
Es decir, que las bandas y mafias desplazadas del poder y de las cajas
de dinero público - Esteche, D"Elía, Boudou, De Vido, el
"caballo"Suárez, Recalde, Ottavis, Aníbal Fernández, Sabbatella y
asociados, canas, barras, culatas, servicios - van a promover piquetes,
saqueos y "crímenes perfectos", encubiertos en el discurso de la
"lucha" y la "defensa de los trabajadores".
Allá ellos con su rabia, su espuma, sus muros y sus discursos agresivos,
violentos, machistas, imbéciles, canallas. Allá ellos, si eligieron a un
patético pato Donald racista de 70 años que les incita a cantar "vamos a
volver/ a volver/ vamos a volver" a ser la gran Disneylandia blanca, a
vivir en un "relato-show" donde cada día, por la cadena nacional, la
reina del mundo nos contará hasta dormirnos un cuento largo, de tres o cuatro
horas de duración.
Allá ellos, si todo va para atrás. Y acá nosotros, tratando de ver qué
hacemos, si cambiamos o no.
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