Detrás del video de Lilita contra Angelici está la lucha
por el control
de la Justicia.
Por Roberto García |
Hay especies que se alimentan de otras. Otras que se destruyen en un
frenesí sexual como los calamares o que se enfrentan, también por ejercer el
amor, hasta la deportación territorial de los perdedores (ciervos). Incluso hay
registros de singularidades distintas, apacibles y dulces con el resto del
mundo animal, pero que entre ellos se encantan con la pelea perpetua, con
lastimarse: gallos y gallinas de riña.
Para que nadie imagine un ingreso en
esta lectura al National Geographic, se advierte que la referencia zoológica
obedece al intento por comprender un video que protagonizan, entre otros, la
influyente diputada y socia del Gobierno Elisa
Carrió, y el jefe de la craneoteca jurídica de Mauricio Macri, Fabián Rodríguez Simón, más conocido como
Pepín. En ese testimonio, grabado en tierra
montevideana, presuntamente irónico y amenazante, la dilecta pareja se burla
del titular de Boca Juniors con el estribillo “Para Angelici que lo mira por
tv”). Y para “Lorenzetti también”, dicen como si el presidente de la Corte
Suprema compartiera un mismo bloque o secta con el empresario del juego.
Difícil apreciar en esas escasas y socarronas palabras el mensaje hermético que
la pareja mixta confidente de Macri le dispara a otro allegado de Macri y al
miembro más alto del Poder Judicial. Quizás parezca haute cuisine para
traductores de contenidos exquisitos, pero representa en rigor una
advertencia vulgar e inesperada en la sordidez del palacio.
Simplismo de tablón. Le respondieron a un Daniel Angelici al que unas
horas antes se le ocurrió devaluar a Carrió: “Debe ser de River, por eso me ataca”.
Insuficiente explicación: no son tan sensibles los dos dinámicos que se
autofilmaron en el Uruguay, parecen culteranos pero han buceado en el
Riachuelo. Son abogados, como Angelici, cualquiera sabe lo que puede esperar de
ellos. Entonces, otra historia secreta origina el pleito, involucra la
aparición oblicua de Ricardo Lorenzetti, en apariencia sorpresivamente aludido
en el documento.
Se supone, para abundar en la novelística latinoamericana, que el
enojo de Pepín y Lilita proviene de una causa que se acaba de estrenar en
Tribunales y que complica al mismo Rodríguez Simón en un presunto
armado –casi una asociación aún sin calificar– de diversas fundaciones para
reclutar fondos. Una derivación de otra que se le imputa a Gabriela Michetti,
aunque más sofisticada, es de creer, que compromete a los recaudadores con
aportes negros amontonados a granel y carentes de recibos, entre otras
sospechas vinculadas a la actividad política. Para algunos, ha sido la
respuesta de Angelici en el foro –como se sabe, lo acusan de ser un operador en
ese terreno– a las andanadas mediáticas que le propina Carrió desde hace meses,
nutrida por su preferido Pepín, parladiputado, consejero de Macri para los
Panamá Papers y director de YPF, empresa que en nueve meses ha batido todos los
récords históricos: perdió 2 mil millones de dólares y tiene el peor balance de
su historia (gran parte por la inmensa deuda heredada del mago Miguel
Galuccio).
Y la Corte. Cuesta, en el entuerto, ubicar a Lorenzetti, eterno nombre para el infierno en la boca de Carrió, que le investiga hasta los calzoncillos con intenciones sólo higiénicas y, posiblemente, un aliado eventual de Angelici contra Pepín, ya que a este imaginativo esquivador de las reglas democráticas se le atribuye la inspiración de nominar miembros de la Corte Suprema por decreto. Como se sabe, esa instancia frustrada era una venganza de Macri contra Lorenzetti para horadarlo por haber dirigido una compensación a las provincias de Córdoba y Santa Fe que dislocaba los presupuestos del Gobierno.
No son sólo estas cuestiones las que determinan los bandos en el obvio intento por dominar el Poder Judicial: hoy existe otro conflicto, menor si se quiere, entre el propósito del titular de la Corte por desplazar a María Servini de Cubría de su cargo de magistrada –amparándose en que ya vulneró la barrera de los 75 años de edad– y el hijo de la magistrada, a quien se le ocurrió denunciar el uso de unas partidas de la Corte en el Consejo de la Magistratura. Más de una vez, por otra parte, Carrió se expresó favorablemente en relación con la Chuchi, con lo cual este avatar sigue vigente.
La batalla no cesa y Macri, aunque parezca ajeno, se pega en las escaramuzas: puede ser salpicado por el tema de las fundaciones, siempre en las pesquisas hay accidentes no previstos; decirle a Lorenzetti que no controla a su gente al tiempo que más de uno estima que la oportunidad de Angelici para contestarle a Carrió no fue casual: ocurrió luego de que la diputada bloqueara en el Congreso la ley que modificaba el mandato de Alejandra Gils Carbó como procuradora, iniciativa que personificó el oficialismo, obtuvo el acuerdo del peronismo no K y hasta el consentimiento de la mano derecha de Carrió, Fernando Sánchez. Pero luego, bajo el plausible y repentino argumento de que el instrumento refería a costumbres dictatoriales del cristinismo, ella dinamitó la norma (dicen, también, convencida de que su instalación le otorgaba más poder a Graciela Camaño, colega en la Cámara con la que mantiene una convivencia salvaje). Razones aparte, hechos: el veto de Carrió afectó a Macri, y curiosamente Angelici objetó a Carriócon la inocentada de River luego del episodio.
Al Gobierno lo daña más su propio y enojado cuerpo, su veleidad, que la oposición contraria. Suele ocurrir: ¿o acaso la mezquindad de Cristina con Daniel Scioli, convirtiéndolo en un muñeco asimilable, no le hizo perder a éste la última elección? Estos ridículos episodios de ambición interna, para Macri –auspiciante de ellos, por acción u omisión– se subsanan con el lema new age de que lo que sucede conviene, zona del budismo de obra social que guía al Presidente. Igual no tapa el agujero, el de la ambición descarnada por ocupar el espacio de otro, esa combustión intestina que devora, como Cronos o Saturno, hasta sus propios hijos. Quieren comer sin necesidad, se distinguen de otras especies animales: son seres humanos. Incomparables en la depredación, al menos en la política.
© Perfil
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