Cristina y Carrió
dejan saber que se postularán en 2017
pero no dicen dónde. Como un show
político.
Por Roberto García |
Inevitable: las dos remiten al siglo pasado, son sesentonas,
expresan un fatuo personalismo y, en su rubro, parecen las divas de antaño,
tipo Greta Garbo o María Callas. Por lo menos, es lo que creen.
Narcisistas, ninguna dice en qué distrito habrá de competir, sólo les interesa
el saldo, el bordereaux, como a las artistas. Da lo mismo Santa Cruz,
Capital o Buenos Aires, no importa el pueblo que representen. Porque ellas son
el pueblo.
Como espectáculo mayor avanza entonces la confrontacion impensada
pero deseada, una delicia publicitaria similar a las peleas del año cuando
Cassius Clay combatía con Sonny Liston. Ahora, parece, viene otra batalla de
esa época, épica, para el 2017, un combate del subdesarrollo político en el
gigantesco estadio bonaerense. Es que el boxeo femenino se ha hecho popular en
esta última década.
Ambas, en ocasiones, coinciden. Por ejemplo, sobre la dominación
política de la Justicia. Hoy Cristina de Kirchner le endilga y
reprocha ese poder vicario a Mauricio Macri –seguramente porque estima que
dispone de los magistrados con la impudicia que se le atribuía a Ella– mientras Elisa
Carrió comparte esa misma opinión cuando denuncia a Daniel
Angelici como el influyente oficial en el territorio de los jueces. Lo demostró
la ex mandataria al escribir una carta, con la música de Pappo (Nadie se
atreva a tocar a mi vieja), en la que acusa al Gobierno de persecución judicial por investigar favores indebidos que recibió su madre
Ofelia, otra de la familia beneficiada en el sorteo estatal del
cristinismo. Y Carrió, a su vez, repitió un mensaje semejante cuando se reunió
con Macri esta semana para cuestionar, de nuevo, al boquense Angelici, ya que
algunas causas cree que son sospechosas. Por ejemplo, una que vincula abogados
de Macri con las fundaciones tipo Michetti y parece ignorar otra, más grave, en
la que por enlodar a Angelici pueden comprometer al Ejecutivo (referida al pago
preventivo para salvar a Macri de una condena). No sólo Cristina, por
lo visto, pierde el sueño por Comodoro Py.
Hubo un comunicado oficial sobre el almuerzo Macri-Carrió, una burla de
colegio primario a la información, al periodismo. Casi de Maduro. Ese desvarío
no ocultó que los protagonistas debían saldar un entuerto, no se trataba de
castigar únicamente al titular de Boca, como Carrió había amenazado: era
necesario recuperar confianza luego de la escaramuza legislativa en la
que se frustró un acuerdo de Macri con Massa para desalojar a la procuradora
Gils Carbó y cederle la tutela de los fiscales a una bicameral que preside
Graciela Camaño. La autora del derrumbe: Carrió.
Gustos aparte, para la legisladora es peor Camaño que Gils Carbó.
Cuestión que fue sencillo de observar cuando ambas se encontraron en un ascensor
del Congreso y con deliberada ironía, Carrió saludó a Camaño con un “¿Cómo le
va señora de Barrionuevo?”. Hubo respuesta de la aludida al señalar su honra
por ser la esposa de Barrionuevo, por tener una familia y por cuidar a esa
familia. Al revés de otras, insinuó, añadiendo observaciones más hirientes aun
sobre las características de ciertas mujeres. Breve escándalo, guerra total.
En la audiencia con Macri, hubo otro dañado en ausencia, Marcos
Peña. Se olvidaron de invitarlo, quizás porque Carrió le señaló incompetencias
en público, una forma de evitar diálogos tensos. A ver si el jefe de
Estado volvía a ser testigo de una situación penosa, como en la que debió
soportar las impertinencias que Carrió le propinó a Ernesto Sanz en otro
encuentro memorable, con agravios parecidos a los que el peronista Gioja ha desplegado sobre el propio Macri.
Tampoco Sanz (quien parece encerrado en el mutismo extremo desde que lo
involucraron en los alrededores judiciales de Pérez Corradi), ni siquiera el
radicalismo, asiste desde entonces a estas reuniones, lo que genera suspicacias
sobre el 33% que a este dirigente y al partido le corresponde ejercer en la
coalición de gobierno.
Peña pudo salvar la ropa: a la plática concurrió José Torello, devoto
custodio del jefe de Gabinete, aun en los actuales momentos del funcionario.
Torello ofrece otra condición, aparte de su vínculo colegial con Macri: por
voluntad o delegación incurre en el campo de la Justicia –se advirtió esa
curiosidad en el reciente viaje a EE.UU.–, más cerca de Pepín Rodríguez Simón
que de Angelici, lo que indica una preferencia del Presidente. Sin embargo, hoy
todos pugnan por ubicar al noveno miembro del Consejo de la
Magistratura, quien alteraría la paridad política del organismo y le
serviría al Gobierno para disciplinar a unos jueces y remover a otros (para tal
fin, de cualquier manera ya hay un miembro que se olvidó haber sido designado
por el kirchnerismo y está al servicio del requerimiento que le acerquen; se
ruega no pedir nombres).
Egos. Carrió, una pesadilla sobre Macri, como lo era Cavallo sobre Menem
en otros tiempos y con la misma metodología, confesó que será candidata el año próximo.
Cuesta imaginarla enfrentando a Martín Lousteau en Capital, ya decidido a regresar a mediados del año próximo para
competir por su propio sello, con quien mantiene reiteradas simpatías a través
de un primo del embajador. No habría sorpresas si forman una pareja. Aunque
diga lo contrario, para Rodríguez Larreta las dos presencias son una
complicación. En Provincia, al revés de Macri, María Eugenia Vidal logró
acallar las denuncias de Carrió (sobre su jefe de Policía, por ejemplo), tal
vez porque ésta no podría alistarse sin estar enancada en la gobernadora. Esa
candidatura constituye, sin embargo, un desafío a la política globalizadora de
la Vidal con el peronismo, al que adoptó en el Congreso y habilitó en el
Gobierno. Tienta esa candidatura a la Carrió, como le ocurre a
Cristina, quien se arriesga a ir aunque puede salir tercera (mientras
tiene asegurada una banca si se presenta por Santa Cruz). La pantalla puede
más. También para el público.
No se sabe aún lo que piensa Macri sobre este juego electoral, “hombre
difícil de dibujar porque debe ser difícil en sí mismo”, según aseguró
Hermenegildo Sábat, clarinetista del lápiz cuya cabeza tuvo precio simbólico
porque Cristina consideró que no la había retratado como la diva que merecía
ser. Recordar que la Garbo ni siquiera se dejaba fotografiar.
© Perfil
0 comments :
Publicar un comentario