Por Gabriela Pousa |
Y un buen día los argentinos descubrieron la
pobreza… Ese podría ser tranquilamente el encabezamiento de un cuento tan
ficticio como cierto. Sucede que las contradicciones han pasado a ser algo
cotidiano en una época en la cual la paciencia se ha esfumado. Después de
soportar más de una década de saqueo, de comprar espejitos de colores y
regodearnos con fines de semana largos y recitales “gratuitos”, descubrimos que
hay más pobres de lo que pensábamos.
¿Pensábamos? Esa es una pregunta políticamente
incorrecta sin duda, pero que cada uno debiera hacer a su propia conciencia. El
matrimonio Kirchner ganó tres veces la presidencia, un dato que se olvida con
frecuencia. Desde luego que se cometen errores, y el tiempo en recuperar una Nación
sin duda no es el tiempo de nuestras expectativas.
No hay modo de justificar 32% de pobreza, las
excusas frente a tamaño escándalo no cuentan. Toda lógica es ridícula en un
país donde siempre se ha dicho que tiras una semilla y listo. Quizás no era tan
sencillo. Las simplificaciones nos han sepultado y la cultura del trabajo se
deshizo tras un clientelismo asesino. Asesino sí, sin eufemismos.
Hay generaciones enteras criadas bajo la falacia y
el sofisma de los subsidios y lo gratuito. Pues bien, ha llegado el tiempo de
asumir que nada hubo gratis durante el kirchnerismo. Muy por el
contrario se han pagado sobreprecios inauditos por lo innecesario, lo banal y
lo fatuo. Hemos construido mansiones millonarias en barrios privados del
conurbano con los fondos que debían haberse usado para viviendas de aquellos
con dificultad de acceder a ellas.
Hemos pagado incontables viajes para trasladar
diarios al sur como si se tratase del delivery de pizza del barrio. Le hemos
saciado caprichos a una mandataria que todavía no terminó de rendir cuentas,
hemos sostenido una Justicia sin equidad y sin venda, y hasta hemos dejado que
hagan lo que quisieran con los fondos de nuestras jubilaciones. La
lista es demasiado extensa. El ejercicio de la memoria es tan necesario en este
ahora como lo es la solución para que ese porcentaje desaparezca.
Pero no hay soluciones mágicas ni fórmulas
inmediatas aunque el remedio se torne urgente al contemplar que detrás de los
fríos números hay personas con las necesidades básicas insatisfechas. Es sólo a
través de la generación de empleo, de las inversiones y del desarrollo que
puede paliarse una crisis que no deviene de la economía sino de algo muchísimo
más grave y difícil de frenar: la crisis cultural.
El gobierno de Macri llegó a un campo minado y no
por desactivar una que otra mina tiene el paso allanado. Por el contrario, el
escenario a mediano plazo es harto complicado al no contar con mayoría
parlamentaria y al tener que lidiar con un pueblo intelectualmente
cercenado. Otra hubiera sido la cuestión si Macri ganaba la última elección por
un amplio margen de diferencia porque eso le otorgaría un respaldo social y
consecuentemente, más amplitud de acción.
La actual administración tiene que dialogar y
consecuentemente hacer concesiones que quizás no son óptimas políticamente. Tal
es el caso de la CGT, si bien la masa más grande indigentes y pobres no
responden a los gremios de quienes manejan la central obrera, la amenaza de
paros es una constante. Esta vez Macri manejó con premura la negociación y pudo
evitar reabrir paritarias que lo hubiesen dejado malherido en cuanto a su
fortaleza presidencial. De todos modos, la pobreza con los últimos
datos conocidos es un arma de doble filo a la hora de contrarrestar cualquier
malestar social.
De allí que el jefe de Estado haya reunido
a los intendentes del conurbano para evitar que la sangre llegue al río. Un
acierto del gobierno que deberá a su vez contemplar el actuar de miles de
punteros políticos nacidos bajo el manto del kirchnerismo. ¿Están desactivados
esos focos de infección en todos los barrios?
Cambiemos necesita de partidos vecinalistas para
sumar a las listas, de allí la reunión con intendentes, pero más que eso requiere
del humor social que en Argentina es tan variable como el parte del servicio
meteorológico nacional. ¿Cómo saber si la sociedad va a priorizar el no haber
llegado a ser Venezuela o el poder comprarse un electrodoméstico más? A
simple vista la respuesta es sencilla, pero no lo es la idiosincrasia de
un pueblo que votó la puesta en escena de un funeral y un vestido negro, o que
no quiere comprender que el gas y la electricidad tienen un costo más elevado
que el café o el cigarrillo.
Las alianzas políticas serán claves en lo sucesivo
pero el equilibrio será aún más definitivo a la hora de votar. ¿Cuál es el
precio que tendrá que pagar el gobierno por los pactos o concesiones para
mantener la paz social? Nadie lo sabe a ciencia cierta, es posible que deba
tranzar con ciertos sectores del peronismo a costa de complicarse con parte de
la clase media.
Pero así es la política, todo no se puede. Menos
todavía quedar bien con Dios y con el diablo. La opción es lo que hace la
diferencia.
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