martes, 4 de octubre de 2016

Pobres de razón

Por Gabriela Pousa
Y un buen día los argentinos descubrieron la pobreza… Ese podría ser tranquilamente el encabezamiento de un cuento tan ficticio como cierto. Sucede que las contradicciones han pasado a ser algo cotidiano en una época en la cual la paciencia se ha esfumado. Después de soportar más de una década de saqueo, de comprar espejitos de colores y regodearnos con fines de semana largos y recitales “gratuitos”, descubrimos que hay más pobres de lo que pensábamos. 

¿Pensábamos? Esa es una pregunta políticamente incorrecta sin duda, pero que cada uno debiera hacer a su propia conciencia. El matrimonio Kirchner ganó tres veces la presidencia, un dato que se olvida con frecuencia. Desde luego que se cometen errores, y el tiempo en recuperar una Nación sin duda no es el tiempo de nuestras expectativas. 

No hay modo de justificar 32% de pobreza, las excusas frente a tamaño escándalo no cuentan. Toda lógica es ridícula en un país donde siempre se ha dicho que tiras una semilla y listo. Quizás no era tan sencillo. Las simplificaciones nos han sepultado y la cultura del trabajo se deshizo tras un clientelismo asesino. Asesino sí, sin eufemismos. 

Hay generaciones enteras criadas bajo la falacia y el sofisma de los subsidios y lo gratuito. Pues bien, ha llegado el tiempo de asumir que nada hubo gratis durante el kirchnerismo. Muy por el contrario se han pagado sobreprecios inauditos por lo innecesario, lo banal y lo fatuo. Hemos construido mansiones millonarias en barrios privados del conurbano con los fondos que debían haberse usado para viviendas de aquellos con dificultad de acceder a ellas.

Hemos pagado incontables viajes para trasladar diarios al sur como si se tratase del delivery de pizza del barrio. Le hemos saciado caprichos a una mandataria que todavía no terminó de rendir cuentas, hemos sostenido una Justicia sin equidad y sin venda, y hasta hemos dejado que hagan lo que quisieran con los fondos de nuestras jubilaciones. La lista es demasiado extensa. El ejercicio de la memoria es tan necesario en este ahora como lo es la solución para que ese porcentaje desaparezca.

Pero no hay soluciones mágicas ni fórmulas inmediatas aunque el remedio se torne urgente al contemplar que detrás de los fríos números hay personas con las necesidades básicas insatisfechas. Es sólo a través de la generación de empleo, de las inversiones y del desarrollo que puede paliarse una crisis que no deviene de la economía sino de algo muchísimo más grave y difícil de frenar: la crisis cultural.

El gobierno de Macri llegó a un campo minado y no por desactivar una que otra mina tiene el paso allanado. Por el contrario, el escenario a mediano plazo es harto complicado al no contar con mayoría parlamentaria y al tener que lidiar con un pueblo intelectualmente cercenado. Otra hubiera sido la cuestión si Macri ganaba la última elección por un amplio margen de diferencia porque eso le otorgaría un respaldo social y consecuentemente, más amplitud de acción. 

La actual administración tiene que dialogar y consecuentemente hacer concesiones que quizás no son óptimas políticamente. Tal es el caso de la CGT, si bien la masa más grande indigentes y pobres no responden a los gremios de quienes manejan la central obrera, la amenaza de paros es una constante. Esta vez Macri manejó con premura la negociación y pudo evitar reabrir paritarias que lo hubiesen dejado malherido en cuanto a su fortaleza presidencial. De todos modos, la pobreza con los últimos datos conocidos es un arma de doble filo a la hora de contrarrestar cualquier malestar social. 

De allí que el jefe de Estado haya reunido a los intendentes del conurbano para evitar que la sangre llegue al río. Un acierto del gobierno que deberá a su vez contemplar el actuar de miles de punteros políticos nacidos bajo el manto del kirchnerismo. ¿Están desactivados esos focos de infección en todos los barrios? 

Cambiemos necesita de partidos vecinalistas para sumar a las listas, de allí la reunión con intendentes, pero más que eso requiere del humor social que en Argentina es tan variable como el parte del servicio meteorológico nacional. ¿Cómo saber si la sociedad va a priorizar el no haber llegado a ser Venezuela o el poder comprarse un electrodoméstico más? A simple vista la respuesta es sencilla, pero no lo es la idiosincrasia de un pueblo que votó la puesta en escena de un funeral y un vestido negro, o que no quiere comprender que el gas y la electricidad tienen un costo más elevado que el café o el cigarrillo.

Las alianzas políticas serán claves en lo sucesivo pero el equilibrio será aún más definitivo a la hora de votar. ¿Cuál es el precio que tendrá que pagar el gobierno por los pactos o concesiones para mantener la paz social? Nadie lo sabe a ciencia cierta, es posible que deba tranzar con ciertos sectores del peronismo a costa de complicarse con parte de la clase media. 

Pero así es la política, todo no se puede. Menos todavía quedar bien con Dios y con el diablo. La opción es lo que hace la diferencia.

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