Por Manuel Vicent |
Al nacer, todo tu espacio se reduce a las medidas de la
cuna, 80 x 60 centímetros. Se abre el compás. A los seis meses gateas por la
habitación y al cumplir el primer año aprendes a caminar. A medida que el
tiempo te posea, el espacio comenzará a expandirse a tu alrededor. El triciclo
en el jardín, la guardería, la bicicleta en el parque, la primera descubierta a
la tienda de helados de la esquina.
A continuación llegarán los viajes de vacaciones con los
padres, la primera excursión con los compañeros del colegio y después de
descubrir tu ciudad y de recorrer el paisaje de tu niñez, durante la
adolescencia querrás traspasar los horizontes que hayas soñado.
Según te vaya en la vida el espacio se va a acomodar a tu
ambición hasta el punto que si eres una persona de éxito el mundo te va a
parecer pequeño. Aeropuertos, hoteles internacionales, anchos mares, fiestas en
países exóticos, citas empresariales en los cinco continentes.
Al llegar a la plenitud de los 50 años el espacio habrá abierto
el máximo compás desde esa cumbre de tu edad, pero un día notarás que el
espacio comienza a contraerse en la medida en que te vas adentrando en el
almanaque.
La curva de bajada se hará evidente cuando empieces a creer
que ya lo has visto todo y que nada será capaz de sorprenderte a tus años.
Primero renunciarás a viajar en avión, luego te dará pereza salir de noche,
cualquier fiesta te parecerá aburrida, empezarás a soñar con una casa en el
campo, el sillón de orejas será tu barricada frente al televisor.
De pronto descubrirás que apenas necesitas para vivir
las cuatro paredes de aquella habitación en la que de niño aprendiste a gatear.
Finalmente el tiempo, como una boa constrictor, dará el último espasmo y el
espacio retrocederá hasta convertir aquella lejana cuna en una caja de pino de
dos metros por uno. ¿Para qué más?
© El País (España) / Agensur.info
0 comments :
Publicar un comentario