Por Martín Risso Patrón |
« ...el finao jamás me levantó la mano, porque sabía dónde
le iba a
colar el escobazo...»
[Doña Clota,
entrevistada por este opinador].
Institucionalización
de la ira
Agobiante es pensar que esto pareciera no tener fin. Me
refiero a la agonía de la vida común, la sencilla, la de a pie que va al
mercado, se toma un chocolate o simplemente mira ociosamente pasar la vida
después de trabajar, ya sea al terminar un turno, o cuando ha entrado en
jubileo el laburante.
Sensación derrotante del que mira a sus nietos, a sus
hijos grandes andar por ahí inocentes y a las vecinas barrer la vereda y al
albañil con sus escuadras y compases y niveles, indefensos. Alguien que también
mira la pantalla y se pone la radio al oído para que nadie diga que está
aislado, y se entera de la tragedia diaria.
Hay dolor, mucho dolor por dondequiera exista una mirada.
Pero ese dolor no viene solo; está al
ladito mismo de su inseparable amiga, hoy, la Ira. Ruego a mis pacientes
lectores, consultar la segunda y la cuarta acepción de esta mínima palabra, en
el diccionario de la Lengua española, que nos une. Apetito de venganza, y repetición de actos de saña, encono y venganza,
eso dice la que da lustre. Pues de eso se trata, Don Sencillo.
Hay gente que se levanta ayunada y el café con leche o el
simple mate con bollo no le sacia nada
de nada. Tienen hambre de más. Algo que les corroe la tripa, y entonces,
porque sí sale a vengar, reivindicar con saña nada más que una sed de sangre.
Esa gente tiene nombre: Yo los llamo machonazi, esperpéntica mala palara
que espero utilizar sólo en este espiche unas cuantas veces, y sólo para
ilustrar mi preocupación. Ese ayunado el
tipo que se prepara para matar a las mujeres. Exterminador desafiante,
redivivo poseedor de la cerilla que enciende el horno de incinerar gente, viva,
por mandato de Hitler. Imparable asesino de cientos de cabezas y miles de manos
degolladoras de mujeres. El mandato íntimo del machonazi está escrito en su
corazón: “Exterminar a la mujer, borrándola de la faz de la Tierra”.
Apostillo aquí que, desde hace más o menos un par de años, cuando en la
provincia de Salta solemnemente se promulgara por ley un estado de emergencia de violencia de género por femicidios, desde entonces, se duplicaron y más, en la
provincia, las muertes de mujeres a manos de asesinos de la especie machonazi. Toda una respuesta
alimentada, vale el oxímoron, por el apetito de venganza que enuncia el manual.
Pero esto tiene su
historia, su contexto
El machonazi es un producto
experimental de una sociedad, la local, la nuestra. Un sujeto vivo que anda,
que convive, que maneja su auto, que hasta tiene hijos y funge de ser un
ciudadano común y silvestre, contribuyente y vecino de la aldea. A veces marginal,
pero no las más. Pues entonces ¿quién lo creó? ¿Existe un Frankestein o un
Josef Mengele dedicados a mantener vivos a estos engendros? Pues mire vea:
Rotundamente lo afirmo; sí, existe en
Salta ese siniestro monstruo creador del machonazi.
Se llama, y me apena afirmarlo: Estado
provincial, que se expresa en sus tres poderes constituidos como acuerdo
social. No se santigüe Doña Clota ni me eche agua bendita, esa misma agua
contaminada que sustrae de esos cuencos donde meten los dedos los fieles en las
capillas que usted frecuenta. Existe, y ya que me apura. Le comento.
Cuando una pobre mujer de barrio, una madre de familia, una
obrera, una maestra o simplemente una concubinada por amor es golpeada,
abusada, maltratada, corre a cobijarse en el único cobijo que parece seguro: el destacamento policial de su barrio,
no le reciben la denuncia; y encima alguien le espeta “...qué le habrás hecho, pué...” mientras le informa oficialmente
que no puede tomarle la denuncia así nomás, que vuelva si la molesta otra vez;
entonces esa mujer indefensa lo más probable es que nunca más podrá hacerlo, sencillamente porque los cadáveres no
hablan.
Ese es el poder ejecutivo de la administración del Estado,
que se ha expresado por una de sus bocas
de expendio de bienestar y seguridad a la población. Si la cosa ocurre en
una guardia hospitalaria y los médicos dan parte a la Justicia, tanto policías
como fiscales se mueven morosamente y a regañadientes, actúan. No se conoce un
caso, un solo caso, de violencia contra la Mujer, que haya tenido la obvia
prioridad que exige la mera existencia de la víctima golpeada con saña por el machonazi. También es información
pública que ese Mengele autóctono encastrado en la administración, que tiene
miles de rostros, acosa laboralmente a las mismas mujeres laburantes del
uniforme azul; también está entre los que visten el pulcro delantal de la salud
pública, incluso en la toga profesoral de los colegios. Encarnados, concretos. Está este personaje siniestro, encarnado
también en los corporativos empresarios
a quienes la Justicia les banca, por omisión, destruir la voluntad, el saber y
los ovarios de las mujeres que, según el enano criterio de ese machonazi, “no está en condiciones de hacer cosas de
hombres”. Como manejar un camión, un tren o un ómnibus. Aliados de éstos, los gremios y sindicatos de cuño machonazi [o sea, todos] que se ríen, cachondean y
miran para otro lado, apoyados en sus reglamentos sindicales, aliados de la
patronal, exterminadores de género.
Parte fundamental de esta personalidad que aquí comento son las leyes. Y los legisladores, sus
agentes de producción. Por algo, las leyes de procedimientos policiales y la
misma ley orgánica de la Policía, contienen expresas indicaciones, omisiones y
lagunas en las que la Mujer naufraga como género. No hay ley de interés social
que haya tenido un solo argumento central o de fondo, en Salta, de
reconocimiento de género. ¿Cómo, Doña Clota? ¿La ley de emergencia de género?
¿La ley de cupo electoral? ¡Joderrr...! Sólo burlas, burlas y más burlas, en
las cuales el único argumento es el de declamar
el derecho de las mujeres, y nada más. Lo de la emergencia señalada, ya lo
expliqué y es trágica la respuesta machonazi.
¿El cupo electoral? Pero, mire vea. Desearía que las mujeres entiendan la
trampa de una vez por todas. Y las desafío a resolver esta pequeña hipótesis:
Imaginen que en un espacio político, por esas cosas de la Vida, en las
asambleas partidarias, logran las mujeres representación mayoritaria en las
postulaciones internas, entendido esto como un 70%, por ejemplo, o más por
sobre los masculinos [diría la
policía]; ¿aceptaría el machonazi
difuso esa proporción, convertida en ilegal, por haber superado el miti-miti legalizado por la ley de cupo?
Minga Piringa, señoras. El verdadero argumento de esa ley la invalida e
ilegitima: Es un plafón, una tapa para
cuando el género de las mujeres tenga tal peso que supere al de los hombres.
Así de simple. Veamos. Si se deja abierto el cupo, y éste depende de los logros, refutaciones y capacidades puestos en juego
en la discusión política del espacio de que se trate, otro gallo cantaría.
Hasta podríamos asistir a boletas electorales con un 100% de mujeres. Reconocer
que el género sólo vale la mitad en una boleta electoral nos pone en manos de
la cultura machonazi.
¿Y los jueces republicanos? A lo mejor no nos acordamos que
el mismo Magistrado judicial es fuente
de Derecho, junto a las leyes de la República, la Jurisprudencia y la
Doctrina. Cuando un Juez no se utiliza a sí mismo como fuente de Derecho, en
esto de las cuestiones de violencia de género, puede ser fatal. Dejar libres a
violadores, porque sencillamente han acordado con su víctima no
hacerlo más, es una muestra de ello, porque hay leyes que lo validan. Y
según los casos conocidos, en su mayoría volvieron
a salir, y mataron a la que los mandó en gayola por violadores, aplacando
ese apetito de venganza, con saña y con encono, como dice nuestro diccionario
de la Lengua española.
Qué quieren que les diga Doña Clota y Don Sencillo. El machonazi existe en los dos estados
físicos posibles para garantizar su perpetuidad: Es difuso, y es concreto.
Siendo su reservorio, su refugio y su ente alimentador el mismo Estado. Por lo
tanto, si está sustentado por expresiones de los tres poderes constitucionales,
más vale que les conviene desde el vamos a los violentos no organizarse como
tales.
Caso contrario, sucede con las mujeres, que debieron
recurrir a organizarse legítimamente en cerradas formaciones defensivas. Con
bemoles. Y veamos.
La Mujer se organiza
Es tanto el agravio que el género de las mujeres sufre, de
lo que aclaro que, según lo expresado aquí son sólo muestras de botón las cosas
enunciadas, es tanta la tragedia, que espanta a todos. Al no tener cobijo de
seguridad, al depender de leyes mentirosas, al someterse a sentencias
judiciales que terminan matándolas, las mujeres se agrupan.
Logran ingresar al mismo sistema administrador del Estado en
dependencias que por ahora, y según la perspectiva de los gobernantes es
solamente un juguete limitado a un presupuesto, para que jueguen las mujeres
como niñas con una muñeca. Lo central, que es la violencia en contra de ellas,
sigue marchando.
También se organizaron las mujeres en corporaciones
públicas, multitudinarias que se expresan masivamente. Como debe ser. Poniendo en jaque al machonazi.
La Libertad es uno de sus ejes que articula sus derechos
humanos, y el ejercicio de los mismos. Sacan sustanciosas conclusiones cada año
en su genérico encuentro nacional, en cada provincia del país. Pero aquí reside,
también, la Ira, como apetito de venganza y como ejecución de actos de saña y
encono. Como la Libertad así lo exige, ninguna puede quedar afuera. Ni siquiera
aquellas muchachas en tetas, pintarrajeadas, hediondas a marihuana y con
aerosoles desfigurantes y tóxicos que dejan su sello en las paredes con una
letra A inscripta dentro de un círculo, pretendido símbolo de la Anarquía. Que
si viera el uso que se le da, Bakunin se revuelve en sus propios huesos.
Modestamente creo que ese es el cáncer que se llevará puesto al movimiento
feminista nacional, si se descuida. Son pocas, pero eficaces. A ver.
Logran abortar reuniones de conclusiones en los Encuentros
nacionales con el solo argumento del agravio, el grito, el golpe y el
escupitajo contra las féminas que intentan defender los derechos, pero con
argumentos válidos; logran despertar la Ira del sistema, ira que se expresa en
balas de goma y arrastre de los pelos. Son una minúscula minoría que responde a
mandatos tan machonazi como los que dicen combatir. Es público y notorio,
siendo también información pública que sus machonazi
son los Esteche y otras porquerías
de su calaña, convirtiéndolas en lo que se conoce como feminazi. Sencillamente
porque tienen exactamente el mismo carácter exterminador del nazi histórico, y
el de su oponente de género. Son un grupúsculo, pero muy activo. Mientras
tanto, la gran reunión nacional de defensa de los derechos de la Mujer, en silencio aguanta, y hasta en algunas
expresiones de algunos observatorios femeninos, salen a denunciar legítimamente los abusos cometidos
contra las manifestaciones públicas de quienes se dicen tortas, putas y aborteras en nombre de sí mismas, pero
siniestramente involucrando al colectivo femenino nacional y universal, que
tiene derecho a no serlo, ni sentirse representado por tanto abuso. Nada.
No me inmiscuyo más que lo necesario en lo que para mí tiene
el doble carácter de víctima y más
víctima de un sistema perverso sustentador del machonazi. Movimiento
feminista legítimo, pero que porta sin buscarlo ni quererlo, a un totalitarismo que se inficiona en
sus ovarios, como un cáncer, al que, si no lo trata a tiempo el mismo
Movimiento, acabará con él y con la misma sociedad organizada, el cáncer feminazi.
Para destruir a la República, que es lo que busca. Aliados estratégicos el machonazi y el feminazi, ambos extremos exterminadores, el uno del otro. Y en
medio, la Mujer, víctima propiciatoria de la sinrazón de la Ira.
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