Por Giselle Rumeau
Es una ley fundamental de la realidad: quien detenta el
poder tendrá amigos, obsecuentes y seguidores, pero también detractores
furiosos. Pues bien, el jefe de Gabinete Marcos Peña es un hombre poderoso
dentro del Gobierno de Mauricio Macri y amontona militantes de los dos bandos,
tanto dentro como fuera del equipo de Cambiemos.
Aunque en medio de los errores
políticos y la ineficacia de la gestión para controlar los vaivenes económicos,
cada vez son más los que se atreven a criticarlo por esa acumulación de poder y
la falta de respuesta o de conducción que aflora en Balcarce 50.
Este politólogo de 39 años es de los pocos hombres que más
influyen sobre el Presidente a la hora de las decisiones clave. Además de
integrar la mesa chica y coordinar la relación con los ministros, se encarga
junto al asesor ecuatoriano Jaime Duran Barba de ordenar qué se dice y cómo en
la comunicación del Gobierno. En resumen: todo debe pasar por él.
Cuando estaba al frente de la secretaría General de la
Ciudad supo manejar con pericia ese papel de superfuncionario. La mayoría de
los ministros le temían y cumplían sus órdenes como palabra santa. Pero en la
Casa Rosada las cosas se complicaron. Por obra de las clásicas internas, los
egos y la variedad política de sus miembros, no todos le responden como él
estaba acostumbrado. Y quienes lo hacen, lo cuestionan en voz baja.
En la intimidad de los pasillos de Gobierno, aseguran que
los más autónomos son precisamente los más políticos del equipo, como el
ministro del Interior, Rogelio Frigerio; su par de Hacienda, Alfonso Prat-Gay,
y el titular de la Cámara de diputados, Emilio Monzó. Este último, marginado de
las decisiones de la provincia de Buenos Aires y molesto con la gobernadora
María Eugenia Vidal y Peña, ya amagó varias veces ante sus íntimos con patear
el tablero. Su origen peronista suele colisionar con la política del marketing
que instrumenta Peña.
Prat-Gay -que mantiene una interna pública con el titular
del Banco Central, Federico Sturzenegger- suele hacer declaraciones sin pasar
por el filtro del número dos del Gobierno. La semana pasada la pifió cuando
dijo que "la inflación ya no era un problema", frase que desautorizó
el jefe del BCRA y reavivó el fuego de la pelea doméstica. Como si fuera poco,
el ministro decidió no acudir a las reuniones de Gabinete que encabeza Peña
cuando no está el Presidente, y en su lugar envía a su secretario de Hacienda,
Gustavo Marconatto.
En rigor, el ex Lilito siempre quiso el sillón del Ministerio de Relaciones
Internacionales y se entusiasmó con una salida acordada de la canciller Susana
Malcorra hacia la ONU, algo ahora improbable. El problema además es que hay
pocos nombres entre los propios para reemplazarlo. Las lenguas filosas dicen
que Carlos Melconian ya tiene los cubiertos en el bolsillo y hasta contrató a
un importante asesor para renovar su imagen.
Frigerio, que sonó con fuerza en la campaña para ser el
ministro de Hacienda, ni piensa en abandonar su cargo político: es el único del
staff que se propuso seriamente ser Presidente. Con Peña juega al póker.
"No se quieren pero se soportan con buenos modales", dicen quienes
conocen a ambos.
Mal no le va. Según el decreto 991 de Boletín Oficial
publicado el miércoles, Frigerio se hará cargo de la jefatura de Gabinete
cuando Peña viaje. Hasta ahora, lo hacía la canciller Malcorra.
Los coordinadores del gabinete, los ex CEOs de Farmacity y
LAN, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, respectivamente, figuran en el
organigrama por debajo de Peña, pero responden en forma directa al Presidente.
Quintana viene creciendo dentro del equipo. Por caso, comenzó a participar de
las reuniones de comunicación que encabeza el jefe de Gabinete los lunes y de
la que participan distintos voceros como el secretario de Medios de la Nación,
Jorge Greco; su par de Ciudad, Marcelo Nachón; el encargado en Provincia,
Federico Suárez, y la encargada de Relaciones Parlamentarias, Paula Bertol.
Entre los aliados, la diputada Elisa Carrió no oculta su antipatía
por Peña. Cada vez que puede lo cuestiona porque sus tácticas siempre responden
a la estrategia de Durán Barba. Si bien el jefe de Gabinete ha enfriado su
relación con el polémico asesor, ambos siguen pensando lo mismo: no creen en la
política tradicional pero para combatirla muchas veces terminan olvidándose de
hacer política. Esto es, desarrollar una visión a largo plazo, cubrir los
flancos débiles, y cerrar acuerdos con propios y ajenos, dentro y fuera del
Congreso. En especial, teniendo en cuenta que se trata de un Gobierno que
carece de mayorías. Y esa es una de las principales críticas que le hacen los
funcionarios, legisladores y empresarios que no los quieren.
El golpe propinado por la Corte Suprema de Justicia al
rechazar el alza de las tarifas de gas demostró que el marketing y el uso de
las redes sociales por sí solo no alcanza. En el Gobierno tomaron nota, el ala
más política se impuso y comenzaron a convocar a las partes interesadas, de
cara a las audiencias públicas. Incluso, intentarán llevar a algunos
gobernadores a la audiencia por la suba del gas del 16 de septiembre, como Juan
Manuel Urtubey, Roxana Bertone, o Alfredo Cornejo para sumar respaldo.Con todo,
la Casa Rosada aún descuida el control político de la calle.
Recién se convocó a las dos CTA a una reunión en el
Ministerio de Trabajo tras la contundente y ruidosa Marcha Federal que el
viernes pasado reunió en Plaza de Mayo a las dos centrales gremiales, con
organizaciones sociales y partidos de izquierda. El acuerdo del Gobierno con
Hugo Moyano y la CGT unificada quedó corto, al punto que en plena tensión
social esa central obrera se reunió el miércoles con las organizaciones
sociales más duras, como Barrios de Pie, el Movimiento Evita y la Corriente
Clasista y Combativa, para sumar fuerzas y analizar la posibilidad de realizar
un paro conjunto el próximo 23.
Las críticas no mueren ahí. A Peña le achacan además que su
interés por la comunicación está por encima de la preocupación por la gestión.
Y que eso demora o traba las decisiones fundamentales. Citan un ejemplo:
"Cuando Macri era jefe de Gobierno, podría dedicarse a la política porque
la gestión descansaba en manos del entonces jefe de ministro y hoy jefe
comunal, Horacio Rodríguez Larreta", dicen. Pero está claro que gobernar
el país no es lo mismo que gestionar la Ciudad de Buenos Aires. Y el macrismo
lo está aprendiendo de golpe.
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