Lo que dejó el viaje
presidencial a Nueva York.
Por Román Lejtman |
Mauricio Macri confirmó en Manhattan que es respetado por la
elite de Estados Unidos y que no es posible tener todas las variables políticas
bajo control. Desde Bill Clinton a Thomas Farley, presidente de la Bolsa de
Valores de New York, Macri fue apoyado y aplaudido por la audiencia que reunió
en los cónclaves organizados por la Clinton
Global Initiative y los diarios Financial
Times y El Cronista. "Usted
es una estrella de rock, le dijo Farley en la intimidad de su despacho decorado
con reproducciones de bonos millonarios emitidas por la NYSE.
El Presidente bosquejó su discurso en Naciones Unidas
durante semanas. Fue una pieza que combinó hábilmente
conceptos modernos de geopolítica con
reivindicaciones históricas de la Argentina. Macri
planteó la lucha contra el cambio climático, y no se olvidó de los ataques terroristas en Buenos
Aires y el reclamo de soberanía por las Islas Malvinas.
Todo estaba articulado y la estrategia política apuntó a
contestar las críticas de la oposición respecto a la hoja de ruta que trazó
Susana Malcorra para enderezar la relación bilateral con Inglaterra. La
canciller conoce los secretos de la diplomacia occidental, pero ofrece a la
tribuna maniquea nacional un flanco difícil de cerrar: su campaña en pos de la
Secretaría General de Naciones Unidas.
Esa candidatura es apoyada por Macri, una decisión política
que no atenúa las críticas a Malcorra que se escuchan en el Palacio San Martín
y en Balcarce 50. El Presidente relativiza los comentarios sesgados, pero la
campaña de Malcorra se usa para distorsionar ciertos hechos que alimentan
supuestas conspiraciones a nivel global.
La canciller ejecuta una política exterior ordenada por
Macri y no hay deslices personales en su desarrollo cotidiano. Para decirlo de
otra manera: Malcorra no va a entregar las Islas Malvinas a cambio del voto de
Gran Bretaña. Pensar lo contrario significa no conocer a Malcorra y a Macri.
Sin embargo, el Gobierno no tiene espacio para picardías.
Macri terminó su discurso en la ONU, y justo se encontró a Theresa May, que
estaba en la mesa de al lado. La Primer Ministra británica saludó al Presidente
y luego se sentó a almorzar. Una casualidad que sólo el secretario general de
la ONU, Ban Ki-moon, y su amiga Malcorra podrían explicar.
"No hablé de soberanía con May. Fue una charla informal,
que duró segundos", me dijo Macri antes de regresar a Buenos Aires.
-¿Y de qué hablaron?
-De encontrarnos, de conversar
todos los temas. Hablamos en inglés, y fue una cortesía. Nada más que eso.
En un asunto tan delicado, Macri debería ser muy cauto con
sus declaraciones a los medios de comunicación. Porque no todos conocen las
reglas básicas de la diplomacia y pocos entienden que un jefe de Estado jamás
hablaría por otro jefe de Estado. Es decir: el Presidente no puede anunciar una
decisión política que es bilateral y que pertenece también al gobierno inglés.
Las idas y venidas por este capítulo de Malvinas se engulló el verdadero
resultado de la gira de Macri por Manhattan.
El Presidente ratificó que Clinton apoya su programa
político. Un dato que no es menor, pensando que su esposa Hillary puede suceder
a Barack Obama. Wall Street aplaudió sus medidas económicas y financieras, una
actitud para Argentina que no se veía desde 1991. El tiempo explicará si fue un
reflejo acondicionado o una verdadera apuesta a una economía que está mutando y
enfrenta alta inflación, alto desempleo y escasa competitividad a nivel
mundial.
Y en la ONU, si se excluye el affaire May, los resultados
fueron importantes. Macri tiene juego propio con Estados Unidos, Alemania, Rusia
y China, y se propone liderar la transformación ideológica a nivel regional.
Una apuesta política que depende de otros factores, muy alejados de su propia
voluntad, al margen del apoyo que ya tiene de la Unión Europea y la Casa
Blanca.
"Hay que bajar el nivel de ansiedad", me comentó
Macri cuando terminaba nuestra charla en el hotel The Mark, a pocas cuadras de
Central Park. Buen consejo para el año que viene, cuando regrese a New York.
© El Cronista
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