Por Gabriel Profiti |
La Argentina acaba de dar otra vuelta de campana en el
abordaje de la cuestión Malvinas, una de las pocas temáticas definidas como
política de Estado del país, pero que viene golpeando extremos entre un
gobierno y otro desde 1983.
Ahora, la administración de Mauricio Macri dejó atrás la
hostilidad del kirchnerismo y reabrió las consultas bilaterales de alto nivel
con Gran Bretaña iniciadas en 2002, bajo la fórmula de "paraguas de
soberanía" establecida desde los acuerdos de Madrid de 1989 y 1990 por
Raúl Alfonsín y Carlos Menem.
Es difícil establecer si esta nueva etapa, más cercana a la
de "seducción de los kelpers" del menemismo, será exitosa o no para
los intereses de la Argentina, pero está claro que es un giro abrupto respecto
al pasado reciente y fue adoptado prácticamente sin el consenso de las otras
fuerzas políticas.
El nuevo proceso fue puesto en marcha por la canciller
Susana Malcorra y el ministro de Estado para América Latina de la Cancillería
británica, Alan Duncan, quien llegó al país para participar del Foro de
Inversión y Negocios.
Ambos delimitaron una hoja de ruta que dio pie a una
declaración conjunta en la que, prima facie, parece que la Argentina cedió más
que el Reino Unido.
Uno de los párrafos más cuestionados es el que indica que las
partes acordaron "adoptar medidas apropiadas para remover todos los
obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de
las Islas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos".
Eso es lo que reclaman los isleños desde hace años, lo mismo
que la posibilidad de establecer conexiones aéreas con terceros países de la
región. La Argentina sumaría escalas de ida y vuelta en Buenos Aires al vuelo
que una vez por mes para en Río Gallegos partiendo desde Santiago de Chile.
El acuerdo también fijó la posibilidad de cooperar en la
exploración de la Antártida entre ambos países. El Reino Unido, a partir de su
presencia en Malvinas, reclama todo el sector antártico que pretende la
Argentina y la mayoría del que Chile juzga como propio, que en buena parte
también se superponen entre sí. Esas demandas están congeladas por el Tratado
Antártico.
Apoyos y rechazos
El entendimiento generó reacciones dispares. El
kirchnerismo, como era de esperar, definió al gobierno de Macri de "cipayo"
pero también hubo actores menos radicales que lo criticaron, mientras que la
diplomacia tradicional pareciera respaldarlo.
Ante los cuestionamientos, la Cancillería sacó un nuevo
comunicado -el viernes muy tarde- en el que buscó aclarar algunos puntos
respecto a las concesiones.
"La intención de ambas partes de remover obstáculos en
áreas tales como la pesca e hidrocarburos en el Atlántico Sur, generará nuevas
oportunidades de cooperación y de utilización racional de los recursos
naturales de las islas y el cese de actos unilaterales que entorpezcan el nuevo
clima que se busca crear. Confiamos en que este nuevo clima permitirá
oportunamente el inicio de conversaciones entre ambas partes para resolver la
disputa de soberanía, de conformidad con el mandato existente de las Naciones
Unidas y otros foros internacionales", señaló.
Antecedentes
Los acuerdos de Madrid restablecieron el diálogo entre la
Argentina y el Reino Unido después de la Guerra de 1982 con el fin de avanzar
en distintas áreas de cooperación, pero bajo "un paraguas" por el
cual ninguno de los estados cedía en su posición respecto a la soberanía de las
islas.
Así, en 1990 firmaron un entendimiento para la conservación
de recursos pesqueros; en 1995 rubricaron otro para alentar actividades
petroleras y gasíferas; y en 1999 un nuevo acuerdo permitió el regreso de
argentinos a las islas -con pasaporte-; la construcción de un monumento a los
caídos en el cementerio argentino; y la reanudación de vuelos con escala en
Argentina.
Lo cierto es que pese a esas declaraciones de buenas
intenciones, el Reino Unido tomó luego decisiones unilaterales en prácticamente
todos los aspectos.
Con el kirchnerismo en el poder, la Argentina primero se
retiró en 2005 de la comisión para la conservación de la pesca y en 2007
denunció la declaración conjunta de 1995 sobre hidrocarburos. Luego buscó aislar
comercialmente a los isleños y desalentar con penalizaciones a las empresas que
operaban simultáneamente en el continente y en las islas.
Paralelamente, denunció la militarización del Atlántico Sur
por parte de los británicos y consiguió múltiples apoyos en foros
internacionales a sus reclamos, lo que obligó a Londres a redoblar sus
esfuerzos diplomáticos en todas las regiones y motivó a los isleños a realizar
un referéndum para reinvidicar su deseo autodeterminación al amparo de la
corona británica.
La ofensiva kirchnerista rindió frutos mientras la Argentina
mantuvo una conexión lógica con el mundo. A medida que el kirchnerismo se
cerraba en su política exterior, especialmente en el último tramo, su
predicamento sobre Malvinas languideció.
El año pasado, con el auspicio del Consejo Argentino de
Relaciones Internacionales (CARI) el Grupo Consenso sobre política exterior que
integraban referentes del PRO, la UCR, el FR y el peronismo disidente llamó a
cambiar la política sobre Malvinas y a evitar "confrontaciones
estériles".
"Ahora no sabemos si se les va la mano con la salida
del eje de confrontación", advirtió el ex vicecanciller Roberto García
Moritán, quien firmó aquel documento y en líneas generales se mostró de acuerdo
con la nueva política fijada por Malcorra.
El nuevo rumbo quizá no coincida con los tiempos. La
reinserción internacional de la Argentina dispuesta oportunamente por el
Gobierno de Macri podría ser un soporte importante para retomar el reclamo por
Malvinas sin hacer concesiones.
A eso se suma que el "Brexit" votado por los
británicos deja en la nebulosa a los territorios de ultramar, en especial a las
Malvinas, teniendo en cuenta que económicamente pueden resultar afectados por
la pérdida de beneficios comerciales y Europa ahora es libre para dejar de
apoyar a Londres en la disputa.
Si bien la política exterior es resorte del Poder Ejecutivo,
un acuerdo de esta naturaleza debería ser refrendado por el Congreso.
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