El caso Sokal o la
verdad de las mentiras
Alan Sokal denunció los estragos intelectuales por el abuso de la terminología científica y las extrapolaciones de las ciencias naturales a las ciencias humanas. |
Por Luis A. Iglesias
Huelga (*)
En mayo de 1996, un profesor de física estadounidense, Alan
Sokal, cansado del abuso que científicos sociales y humanistas hacían de las
ciencias naturales, decidió escribir un artículo paródico y enviarlo a la
revista de estudios culturales Social
Text.
Redactó su trabajo filosófico-científico en un estilo incomprensible,
muy propio de algunos textos posmodernos que él pretendía combatir, y lo tituló
Transgredir las fronteras: hacia una
hermenéutica transformadora de la gravitación cuántica. Plagado de citas
absurdas, aunque auténticas, de intelectuales franceses y estadounidenses y
sazonado de sinsentidos, el artículo fue publicado, entre alabanzas a su autor.
Posteriormente, éste decidió revelar su argucia en otra
revista, Lingua Franca, manifestando
que su intención era desenmascarar el uso inadecuado e inexacto de la
terminología científica y las extrapolaciones abusivas de las ciencias
naturales a las ciencias humanas con el fin de denunciar los estragos
intelectuales causados por la posmodernidad.
En 1997 Alan Sokal y Jean Bricmont, un físico belga,
ampliaron la crítica en un libro, Imposturas
intelectuales, que ponía nombre y apellidos a los representantes de esa
corriente posmoderna que, instalada en un relativismo cognitivo, abandonaba el
camino racionalista de la ilustración al considerar a la ciencia como una
narración, un mito o, simplemente, una construcción social.
Los impostores
desenmascarados
Imposturas
intelectuales está plagado de actores principales (Jacques Lacan, Bruno
Latour, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Paul Virilio) y
secundarios de reconocida trayectoria en el coro de la epistemología del siglo
XX (Popper, Quine, Kuhn, Feyerabend). El libro sostiene que el relativismo
posmoderno se nutre a base de oscurecer y abusar de conceptos que proceden de
las ciencias físico-matemáticas y que, según Sokal, se plasman en hablar sobre
teorías científicas de las que solo se tiene una vaga idea e incorporar a las
ciencias humanas o sociales nociones propias de las ciencias naturales sin
justificación experimental o conceptual. Además, muchos autores exhiben una
erudición superficial utilizando términos científicos de manera incongruente.
Para el autor de Imposturas intelectuales, no hay nada vergonzoso en la
ignorancia, pero sí en la arrogancia con la que determinados intelectuales
tratan de profundizar sin pasar de la superficie o usando la ambigüedad como
refugio.
¿Por qué se ha llegado a esta situación? La suplantación del
pensamiento racionalista moderno por parte de los planteamientos posmodernos ha
elevado la tensión entre las “dos culturas” impregnando a las humanidades y
ciencias sociales de creencias subjetivas y discursos oscuros. Es preciso,
añade Sokal, saber de qué hablamos cuando hablamos de ciencias naturales y
diferenciar lo oscuro de lo profundo, desconfiando de los argumentos de
autoridad y, fundamentalmente, no ser autómatas subsidiarios de las ciencias
naturales, utilizando conceptos como metáforas.
Así que en Imposturas Intelectuales, el físico
estadounidense va haciendo crítica del posmodernismo a través de la “topología
psicoanalítica” de Lacan, los abusos de los conceptos matemáticos de Kristeva o
del barniz verbal con el que Baudrillard trata de dar apariencia de profundidad
a observaciones superficiales sobre sociología o historia. El libro finaliza
con el artículo comentado que apareció en Social
Text con ese título sólo correctamente reproducible por Groucho Marx o
Cantinflas.
Para Sokal, las especulaciones del discurso posmoderno sobre
la mecánica cuántica representan la tensión esencial de su denuncia: la
confusión del sentido técnico de algunos términos y el gusto por la
interpretación subjetiva, con respecto a Heisenberg y Bohr, que se refleja de
forma definitiva en esa terriblemente conocida afirmación: “Como dice Einstein
en su teoría de la relatividad, todo es relativo”. El hecho de que la teoría
cuántica esté cargada filosóficamente y que lleve de forma natural a la
consideración del papel que juega en la sociedad el nacimiento de una teoría,
transporta a algunos hasta el limbo del Tao de la física a hombros de variables
ocultas (Bohm, Nicolescu).
Y un apunte final sobre el plano argumentativo. Hemos dicho
que Sokal había construido su artículo a partir de saltos ilógicos y de frases
sintácticamente correctas. Pues bien, ese relativismo tiene mucho que ver con
las razones que llevaron a que una parodia con un título ampuloso fuese tomada
por un riguroso estudio académico. Su publicación demuestra la negligencia de
los responsables que dieron luz verde a un artículo sin consultar a otros expertos,
como reconoció posteriormente el coeditor de Social Text, porque procedía de un “aliado con las credenciales
adecuadas”. En opinión del propio autor el artículo fue aceptado porque “sonaba
bien” y “favorecía las concepciones ideológicas de los editores”.
Pero la publicación se relaciona, asimismo, con lo
convincente que ha de ser (o la ausencia de convicción, en este caso) una buena
argumentación. Y es cierto que en el reconocimiento de la buena argumentación,
la bondad y la eficacia no siempre se corresponden.
A las imposturas denunciadas por Sokal respondieron los
aludidos con una publicación coordinada por Baudouin Jurdant titulada Imposturas Científicas: Los malentendidos
del Caso Sokal. Ahí, un numeroso grupo de investigadores franceses se
preguntan si Sokal y Bricmont han leído lo que critican, acusándoles de poner
en peligro los inestables equilibrios que gestionan las relaciones entre las
ciencias de la naturaleza y las humanas. En la Introducción, Jurdant cuestiona
el uso que Sokal y Bricmont hacen del concepto "sentido común" para
legitimar la existencia de una realidad objetiva independiente de todo ser
humano, y denuncia que la crítica de Sokal y Bricmont es, a menudo,
caricaturesca y grosera.
Una polémica actual
Casi diez años después, en el año 2008, Alan Sokal publicó Más allá de las imposturas intelectuales:
Ciencia, filosofía y cultura, con el fin de denunciar el auge de la
desinformación y de la pseudociencia, y defender la argumentación racional y
lógica frente al pensamiento basado en los tópicos, la tradición y la
superstición. En este libro aborda las implicaciones que se derivaron de su
pequeño “experimento” y la sorpresa que le provocó el revuelo levantado. Desde
su autorreconocida condición de impenitente hombre de izquierdas, Sokal
manifiesta una razón expresamente política que le animó a escribir su artículo:
combatir la moda del discurso posmoderno, que es contrario a los valores de la
izquierda, y una rémora para su futuro, que no es ningún lugar tranquilo.
Entiende Sokal que existe un asalto a la razón y a la ciencia por parte de una
derecha política y por la alianza entre grandes empresas que tratan de eludir
normativas ambientales y de seguridad, por un lado, e integristas religiosos
que tratan de imponer sus dogmas en la política educativa y sanitaria, por
otro.
Las implicaciones de esta polémica trascienden el ámbito
académico y se sitúan en un territorio social y político de gran actualidad,
porque buena parte del debate gira en torno al problema de la importancia de la
ciencia en la sociedad: cuánta ciencia deberíamos saber y qué consecuencias
tiene ignorarla o despreciarla. Y si evaluamos la trascendencia social del
pensamiento científico en relación con los resultados alcanzados por la ciencia
y la tecnología, la realidad no resulta muy alentadora: seguimos creyendo en
las abducciones extraterrestres, en el horóscopo o en las teorías que se sirven
de la física cuántica para demostrar la existencia de Dios y la resurrección de
los muertos.
Las reacciones al caso Sokal, como afirma Jorge Wangensberg, son un mar de tinta en
el que burbujea de todo "(...) pero, sobre todo, risa, mucha risa, una
risa muy sana porque, a la postre, se trata, ni más ni menos, que de la risa de
la ciencia riéndose de sí misma, una risa que tanto ha faltado ¡y sigue
faltando! en tantas ideologías y tantísimas creencias de la historia de la
civilización. En ciencia por lo menos, ya nada volverá a ser exactamente igual
que antes del caso Sokal", aunque nada es igual que antes, salvo la
permanencia de las imposturas y los obstáculos que impiden abrirse paso al
pensamiento racional.
(*) Profesor de filosofía en el IES Escultor Daniel de Logroño (España)
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