“Tenemos que sospechar de
las verdades
que parecen más evidentes”
Gianni Vattimo: "La verdad no es una cuestión de encuentro con los hechos, sino de consentimiento con interpretaciones". |
Por Gabriel Arnaiz
Gianni Vattimo es el último representante de esa
gran tradición filosófica europea que parte de Nietzsche, continúa en Heidegger
y desemboca en Gadamer y Derrida. Lo entrevistamos junto a Santiago Zabala, con
quien firma el libro Comunismo
hermenéutico (Herder).
En una
entrevista recogida en el libro Ética de las verdades. Homenaje
a Vattimo, el filósofo italiano afirma que, dentro de la
izquierda europea, su postura filosófica y política estaría en el medio, entre
el ilustrado Habermas (demasiado deudor de un enfoque kantiano) y el anárquico
Derrida (al que ve como “un diablo de la secularización”). Su pensamiento está
enraizado hondamente en la filosofía continental, dentro de esa corriente hermenéutica
(y que se ha convertido en la koiné cultural de Occidente, según él) en la que
se encuentran grosso modo la mayoría de los filósofos europeos.
-Usted es conocido internacionalmente
por ser el introductor del “pensamiento débil”. ¿En qué consiste?
-Al
comienzo fue un desafío, porque generalmente la palabra “débil” suscita una
actitud un poco negativa, pero finalmente se reveló una palabra que,
como suscitaba negatividad, se convirtió en una manera de polemizar y
popularizar esta idea. ¿Por qué se le llamaba –y se le llama todavía– la
teoría del pensamiento débil? Porque es una teoría filosófica que tiene en
cuenta el acontecimiento de la posmodernidad, es decir, porque critica los
grandes sistemas metafísicos que pretenden tener una concepción global
del mundo, eso que Lyotard llamó “metarrelatos”, solo que él no desarrolló este
discurso de una manera radical. El pensamiento débil se inspira mucho más
en Nietzsche y en Heidegger, como si fuesen dos aliados. Nietzsche describe
la historia del pensamiento occidental como un proceso de disolución de los
absolutos (lo que él llamará al final “nihilismo”) que culmina en la ciencia
positivista, es decir, en una ciencia que cree conocer las cosas tal como son
practicando experimentos activos. No existe una contemplación
del objeto como tal, sino una interacción con el sujeto, y la ciencia
se convierte siempre en más tecnología. Nietzsche no está preocupado tanto por
la verdad como por la eficacia. Se producen experimentos que confirman
una hipótesis científica, pero nunca sabemos exactamente
cómo son las cosas en sí mismas. Es decir, el nihilismo
de Nietzsche podría considerarse como un desarrollo más radical de la
filosofía de Kant, pero sin su idealismo. Desde la Antigüedad hasta nuestros
días, hay una línea de pensamiento que se presenta –sobre todo en los escritos
de Nietzsche– como una disolución progresiva de la idea de la objetividad.
-¿Por qué ya no podemos creer en la verdad?
-Porque
ya no hay una verdad unitaria. La verdad se corresponde con unos criterios de
verificación, pero estos no son siempre los mismos, sino que varían según las
diferentes épocas y culturas. Las ciencias experimentales han descubierto que
hay muchas premisas convencionales en su propia actividad de verificación
o falsación. Por ejemplo, para comprender una proposición de física
cuántica –algo de lo que yo no tengo ni idea– y verificarla o falsearla, tengo
que tener una formación adecuada, y esto significa que tengo que
compartir desde el comienzo una formación determinada, disponer de un conjunto
de premisas, métodos, conocimientos, etc. Es decir, los a priori de Kant. La
contradicción de Kant era que él pensaba que los a priori son iguales en todo
el mundo, en todos los hombres. Yo digo siempre que entre Kant y la posmodernidad
se encuentra la antropología cultural, cuando nos damos cuenta de que las
diferencias culturales implican diferentes formas de acercarse a la realidad. Y
eso no implica tener que ser idealista. Las cosas existen por sí mismas, pero
las conocemos solamente desde el interior de algunos paradigmas, que son
históricamente múltiples. Kant era un eurocéntrico; para él la razón occidental
es la razón humana. Por ejemplo, Lévi-Strauss estudió culturas en las que el
olfato era más importante que la vista. Es decir, hay maneras diferentes de
entender el mundo, y el mundo se desdibuja en el interior de estas premisas
diferentes.
-Y la posmodernidad, ¿qué pinta en todo esto?
-La
posmodernidad es un marco epocal. Según Lyotard, como tenemos muchas culturas
en competición, ya no hay un metarrelato que tenga más valor que otro. Hasta
finales del siglo XIX, o principios del XX, Europa se veía a sí misma como
el lugar de “la historia de la verdad”. Éramos las sociedades desarrolladas y
los otros eran los pueblos subdesarrollados, que tenían que ser civilizados,
ocupados, convertidos, etcétera. Hoy ya no podemos decir todo esto, y no por
razones teóricas, sino por razones prácticas: esos pueblos se han rebelado y
nos impiden llamarles “primitivos”. Si hoy los llamamos primitivos,
probablemente nos matarían. Se acabó el eurocentrismo, y sin eurocentrismo ya
no hay una unidad del pensamiento humano, sino que hay muchas humanidades,
muchas épocas, muchas culturas. En resumen, el pensamiento débil se llama así
porque tiene una visión de la evolución de la historia humana que tiende a la
reducción de la objetividad, de la dureza de la realidad. Por ejemplo, si hoy
hacemos un cálculo con un ordenador para el que necesitáramos cien matemáticos
durante cien años, ¿cómo vamos a comprobar ese dato? Con otra computadora. Es
decir, la realidad misma está un poco aligerada, no es tal y como nos la
encontramos directamente. Toda nuestra experiencia está compuesta básicamente
de ese tipo de comunicaciones que pertenecen más a nuestro lenguaje que a
nuestra experiencia directa. Yo nunca he estado en Tasmania, pero sé que
existe. Es decir, el pensamiento débil tiene en cuenta toda esta historia de la
civilización humana que implica la disolución progresiva de los modelos
absolutos. Esto es también un hecho teórico o científico (del que dan cuenta
los paradigmas), un hecho político (porque las autoridades absolutas dejan el
lugar a las autoridades constitucionales) y un hecho psicológico, porque Freud
nos enseña que lo que nos parece absolutamente seguro quizá depende del hecho
de que nuestra abuela nos descubrió robando mermelada hace años y Nietzsche nos
recuerda que tenemos que sospechar sobre todo de las verdades que parecen más
evidentes: las verdades de la televisión, de la publicidad, etc. Todo esto
significa que progresivamente se disuelve la idea de objetividad perentoria. El
pensamiento débil intenta reconstruir una racionalidad humana que no se base en
unos principios absolutos que no podemos poner en duda.
-¿Y cuál es la relación del pensamiento
débil con la hermenéutica?
-Hermenéutica
es una palabra aparentemente complicada (aunque se utiliza muchísimo) que
hace referencia simplemente a una teoría que pone el acento sobre la
interpretación. Son precisamente Freud, Marx y Nietzsche quienes han consumado
la disolución de la idea de verdad absoluta en favor de la de interpretación.
Pongamos nuevamente el ejemplo de los paradigmas científicos. Tienes que tener
un sistema de condiciones a priori de tipo kantiano, pero históricamente
creadas por ti (por tus estudios), para poder entender lo real frente a ti en
correspondencia con otros, para poder verificar ese conocimiento. Para probar
una proposición de la física tienes que escribirla en lenguaje físico, que has
aprendido en la escuela, al convertirte en un físico profesional. No se trata
simplemente de mirar de forma pasiva lo que está ahí. Todo es interpretación.
La hermenéutica es una filosofía que pone en su centro la idea de
interpretación. ¿Qué tiene que ver con el pensamiento débil? Si no hay
encuentro directo e inmediato con la cosa tal como es y tú no la registras
pasivamente, tú eres un intérprete y, por tanto, tienes que organizar tu
pensamiento alrededor de esta toma de conciencia: que todo lo que se dice es
interpretación y que no hay directamente hechos. Hay una proposición de
Nietzsche que naturalmente suscita mucha polémica: “No hay hechos, solo
interpretaciones”. Tomar conciencia de esto significa, por ejemplo, no aceptar
a los economistas que dirigen nuestra política, y esto es fundamental. ¿Qué es
lo que hace el así llamado gobierno tecnócrata que gobierna en Italia y ahora
casi en toda Europa? Utiliza a personas que –probablemente de buena fe– dicen
que conocen la estructura de la realidad y nos imponen medidas que dependen de
esta idea. Pero se puede pensar que incluso este conocimiento supuestamente
objetivo de la realidad (que obviamente se llama objetivo porque no es
“objetado”, no es discutido) es un conocimiento interpretativo que lleva a cabo
la comunidad de los economistas, que están de acuerdo en que tenemos que pagar
la deuda y reducir el bienestar social. Pero esta es una comunidad
históricamente creada que tiene sus intereses y que están condicionados por su
ciencia, por su paradigma e interpretación. La idea del carácter interpretativo
de la experiencia humana es un descubrimiento de libertad. Por ejemplo, la
revolución francesa ha reivindicado la libertad y los derechos del hombre, pero
lo ha hecho en contra de otra interpretación: la de que estos provienen de
Dios. Es decir, siempre hay un problema de transformación de los criterios de
verdad, que cambian históricamente, como los paradigmas científicos. Es la
historia de debilitación de la objetividad: así descubrimos que la verdad no es
una cuestión de encuentro con los hechos, sino de consentimiento con
interpretaciones. Tomemos otro ejemplo, en este caso la idea de la verificación
científica de un experimento: significa solamente que he realizado un
experimento que da estos resultados, lo he escrito en lenguaje matemático (es
decir, no ligado a mi situación determinada), lo he transmitido a otros que a
su vez lo repiten y, si llega a tener éxito, se confirma la verdad. Pero
incluso en esta situación la verdad no consiste en “encontrar el hecho”. Se llama
así, hecho, cuando los experimentos tienen éxito. Esto sería una visión
bastante pragmatista de la verdad. El hecho está en la verificación, no en el
hecho en sí mismo: si la verificación tiene éxito, perfecto; pero si no lo
tiene, se cambia.
-¿Cómo puede convertirse la
interpretación en una herramienta política?
-¿Quién
se escandaliza ante el pensamiento débil? ¿Quién tiene miedo de una
interpretación que sustituya a los hechos? Las autoridades, los que tienen el
poder sobre la colectividad. Si te preguntas hoy quiénes son los que no
comparten el pensamiento débil, quien tiene miedo de que la gente se dé cuenta
que eso que se llama “realidad” es una cuestión de consentimiento,
experimentación e interpretación, obviamente son los que tienen el poder.
Cuando los débiles del mundo se dan cuenta de que quienes los oprimen no
esgrimen la verdad, sino la interpretación de su clase o grupo, quizás sepan
que ha llegado el momento de la rebelión.
-¿Por qué reivindicar hoy el comunismo, cuando parece que está ya completamente muerto?
-¿Por qué reivindicar hoy el comunismo, cuando parece que está ya completamente muerto?
-[Interviene
ahora Santiago Zabala] Nuestros colegas nos decían: “¿Por qué no lo llamáis
“socialismo”? Muy simple: porque los partidos socialistas (por ejemplo, el
español) hoy tienen ya poco de socialismo. Utilizar la palabra ‘comunismo’
implica también un ligero shock, una provocación, no solo política, sino
también ideológica.
-Si prescindes del determinismo
histórico, la cientificidad, el recurso a la violencia, la propiedad estatal de
los medios de producción, ¿qué comunismo queda?
-Te
queda el comunismo de Lenin: la electrificación más los sóviets. El desarrollo
económico y tecnológico controlado por consejos populares, por una democracia.
Pero lo que hoy tenemos en el capitalismo occidental es la electrificación sin
sóviets (hoy los sóviets espantan muchísimo). ¿Qué eran los sóviets? Eran una
democracia de base que habría que realizar con las instituciones apropiadas
(que hoy no tenemos). Pero nuestra democracia, la democracia occidental, está
controlada; es una democracia impuesta, neutralizada, y eso no es democracia.
El comunismo es el ideal que tenemos que realizar a través de una construcción
de formas de democracia más directas y menos condicionadas al dinero.
-Entonces, ¿sigue vivo el fantasma del
comunismo?
-El
problema es el siguiente: los europeos cada vez van menos a las urnas. ¿Por
qué? Ya no existe un ideal de sociedad alternativa que pueda mover las masas.
El último ideal que ha movido a las masas europeas después de la segunda guerra
mundial ha sido el comunismo. Uno no puede sacrificar su vida por el libre
mercado. Uno puede convertirse en mártir de un ideal de sociedad (es difícil
llamarlo ahora “comunismo” después de Stalin y de la tradición soviética), pero
el único ideal posible para reconstituir un proyecto político que nos persuada
es el comunismo, como diría Lenin. Yo siempre digo: “El comunismo real ha
muerto, ¡viva el comunismo ideal!”.
[Zabala añade]: Volver a hablar de comunismo tiene que ver también con eso de que la objetividad no existe. Es mejor retomar algo en lo que confiamos (por ejemplo, el comunismo) de una forma diferente, en nuestro caso “debilitada”. Es el mismo problema que el de la superación de la metafísica. Algunos piensan que después de la muerte de Dios ya no hay nada más. No: hay un Dios menos malo que molesta menos. Lo mismo puede ocurrir con el “comunismo ideal”. Después del comunismo real puede haber un comunismo menos agresivo.
[Zabala añade]: Volver a hablar de comunismo tiene que ver también con eso de que la objetividad no existe. Es mejor retomar algo en lo que confiamos (por ejemplo, el comunismo) de una forma diferente, en nuestro caso “debilitada”. Es el mismo problema que el de la superación de la metafísica. Algunos piensan que después de la muerte de Dios ya no hay nada más. No: hay un Dios menos malo que molesta menos. Lo mismo puede ocurrir con el “comunismo ideal”. Después del comunismo real puede haber un comunismo menos agresivo.
-Una de las cosas que más llaman la
atención del libro es su dedicatoria. ¿Por qué habéis dedicado el libro a
Castro, Chávez, Lula y Morales?
-[Zabala
responde]: No olvidemos que economistas como Krugman o Stiglitz hablan muy bien
de estos dirigentes. Los medios de comunicación nos cuentan que Chávez era un
terrorista, cuando fue más pacificador que Obama. El problema de teóricos como
Negri y Žižek es que ellos no dicen claramente si están a favor de Chávez o
Morales. Nosotros sí lo hacemos explícitamente en este libro (lo que es una
diferencia sustancial), y luego casi la mitad del libro son notas (lo que es
extraño en un libro de filosofía teórica). Y no creemos que sea excesivo porque
estamos hablando de que todo el mundo habla mal de Chávez o Morales cuando la
realidad, en el fondo, es muy diferente. Por eso era necesario demostrar
específicamente con datos nuestras afirmaciones. El libro está estructurado de
tal forma que si te parece una locura, lee las notas. De ahí los siete años que
hemos necesitado para terminarlo.
© Filosofía Hoy / Selección: Agensur.info
0 comments :
Publicar un comentario