jueves, 15 de septiembre de 2016

CELEBRACIÓN DEL MILAGRO

MARIO CARGNELLO: “LA CORRUPCIÓN ES UNA LLAGA PUTREFACTA DE LA SOCIEDAD”

El arzobispo de Salta, llamó “a los hombres de la política a sacrificar sus vidas en el servicio al bien común”. Más de 800 mil personas participaron en la fiesta religiosa.

Salta - De acuerdo a la información brindada por la Policía de Salta, más de 800 mil personas participaron este jueves en la Fiesta del Milagro, con un importante operativo de seguridad realizado por cerca de 4.000 efectivos junto a dispositivos especiales de brigadistas y personal médicos y de apoyo a los peregrinos llegados hasta la capital salteña.

El dispositivos se extendió por las calles aledañas con cortes de tránsito en varias avenidas y calles de acceso a la zona por donde se desarrolló la procesión que año a año se realiza en la ciudad, portando las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro.

Antes de la renovación del denominado Pacto de Fidelidad del pueblo con los Santos Patronos, el arzobispo de Salta, Mario Cargnello, preguntó: “¿Qué camino recorrer? ¿Qué debemos hacer para vivir como personas dignas, para ser felices? ¿Cómo construir una nación fraterna, abierta, justa, equitativa? ¿Podemos empezar de nuevo en estos tiempos del bicentenario de la independencia de nuestra patria?”

El prelado también dijo que “el camino transformador de la misericordia compromete a los funcionarios públicos y a los hombres de la política a sacrificar sus vidas en el servicio al bien común que hoy tiene el rostro de una nación que debe crecer en justicia, transparencia y equidad; tiene el rostro de los pobres, de los niños sin hogar, de los jóvenes sin esperanzas”.

Principales puntos de las palabras de Cargnello

-Delante de Jesús el reconocimiento de nuestra miseria nos libera y nos hace descubrir que Él venda nuestras heridas, nos carga, nos coloca sobre su propia montura, y nos lleva al albergue de su Iglesia para que ella nos cuide. Delante de Jesús, la aceptación de la verdad de nuestra miseria nos dignifica con el abrazo del amor misericordioso. “Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él”.

Encontrarnos con el Dios Padre de las Misericordias es poder mirar el presente con actitud responsable y proactiva lanzándonos hacia el futuro con esperanza, porque Él, el Padre, nos ha considerado dignos de confianza. Encontrarnos con Jesús, el Buen Samaritano, nos impulsa, como a Pablo, a lanzarnos hacia delante y correr hacia la meta, siguiendo el camino trazado por el Maestro; dejarnos encontrar por el Espíritu es vivir la comunión en la Iglesia, crecer como familia, recorrer el camino interior trazado por Jesús: “No juzguen... no condenen... perdonen... den”. Delante del Dios que es familia nos dejamos invadir por la audacia de la Virgen, que en el origen del Milagro es capaz de decirle a Jesús: “Perdona a este pueblo, si no la corona aquí te la dejo”.

Aceptar y vivir el regalo de la misericordia significa recorrer el camino que nos lleva, desde el sacramento de la Reconciliación, a una verdadera transformación interior hasta convertirnos en hombres nuevos.

-En este año del bicentenario de la independencia de nuestra patria cada uno de nosotros experimenta la necesidad de comprometerse como ciudadano para construir cada día la casa común. Una casa que nos incluya, que tenga el calor del hogar y el olor y el gusto de la vida familiar. Señalaban los obispos de la Argentina, que para ser constructores de la casa común es necesario pasar continuamente de ser una multitud a ser un pueblo.

En la multitud queda borrada la persona y se oculta su verdadera identidad. En la multitud disimulamos, escondemos lo que somos y lo que llevamos dentro, nos ignoramos, nos hacemos indiferentes, sólo nos interesa lo nuestro, lo mío. Convertirnos en pueblo es, por el contrario, compartir valores y proyectos que conforman un ideal de vida y de convivencia. Es exponerse, descubrirse, comunicarse y encontrarse, dejando circular la vida, la simpatía, la ternura y el calor humano. Convertirnos en pueblo es transitar el camino del diálogo respetuoso y sincero que acorta distancias y tiende puentes. Se trata de recorrer, como pueblo, el camino de la misericordia.

Ser misericordiosos como el Padre traza un programa de vida que nos llama a mirar al hermano y descubrir los sufrimientos que existen a nuestro alrededor; a vendar las heridas de los que se han debilitado hasta perder la voz. El Papa Francisco nos urge: “No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio”.

El camino de la misericordia recibida hacia la misericordia compartida nos exige a todos. Compromete a los esposos a amar a su cónyuge y a sus hijos sabiendo caminar con el otro y animándose diariamente a descender de la cabalgadura de su propio proyecto para compartir y crecer juntos. Urge a cada matrimonio y a cada familia a anunciar la alegría del amor y de la vida aún en medio de las dificultades, confiando en la fuerza poderosa del perdón y de la paciencia.

El camino de la misericordia desafía al mundo de la educación: a directivos, docentes,  al  personal que trabaja en diferentes tareas para hacernos cargos de los niños y jóvenes que muchas veces yacen postrados a la vera del camino golpeados por la falta de perspectivas de futuro en una sociedad cerrada y egoísta.

El camino de la misericordia provoca a los profesionales a descubrir el don que han recibido de un país que apuesta por ellos y tiene derecho a esperar un servicio que mire el bien de los demás y no haga del lucro personal un ídolo.

El camino de la misericordia urge a los empresarios a pensar su vocación de administradores de talentos recibidos por Dios para favorecer el desarrollo de todos con el compromiso por una economía al servicio del hombre y no de la especulación financiera que mata a tantos pobres.

El camino creativo de la misericordia invita a los trabajadores a descubrirse artífices de un mundo nuevo con su servicio honesto, solidario, responsable.

El camino de la misericordia desafía a los hombres y mujeres de la cultura a pensar un mundo más humano, abierto, inclusivo, respetuoso de la libertad y de la dignidad del hombre.

El camino transformador de la misericordia compromete a los funcionarios públicos y a los hombres de la política a sacrificar sus vidas en el servicio al bien común que hoy tiene el rostro de una nación que debe crecer en justicia, transparencia y equidad; tiene el rostro de los pobres, de los niños sin hogar, de los jóvenes sin esperanzas.

 El camino de la misericordia es un llamado para ustedes, queridos jóvenes, a no dejarse vencer por la vejez de un mundo que los inmola en un clima tóxico de disimuladas pero efectivas esclavitudes en las adicciones que esclavizan, en un libertinaje sin destino ni futuro, en un exitismo sin consistencia ni proyecto.

 El camino de la misericordia nos compromete a nosotros, obispos, sacerdotes, religiosos, a entregar la vida por testimoniar a Cristo, el Rostro visible del Padre de las Misericordias, superando aburguesamientos y mediocridades y creciendo en dedicación a los hermanos con entrega y amabilidad.

 El camino de la misericordia es el camino de los desafíos que se renuevan porque ofrecen al hermano la oportunidad de empezar de nuevo, como el Señor nos la da a nosotros cada día. Este es el camino para construir la casa común. Recorrámoslo.

Porque no construimos la casa común cuando cedemos a la tentación de la corrupción, llaga putrefacta de la sociedad, pecado que clama al cielo, ácido que corroe y destruye los fundamentos de la vida personal y social. Con valentía nos recuerda Francisco que la corrupción “impide mirar el futuro con esperanza porque con su prepotencia y avidez destruye los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres. Es un mal que anida en gestos cotidianos para expandirse luego en escándalos públicos”.

No construimos la casa común cuando favorecemos de alguna manera al flagelo del narcotráfico que se va haciendo endémico en nuestra patria y tiende a corromperlo todo. Permítanme expresar la solidaridad de la Iglesia con tantos jóvenes que intentan superar sus adicciones, con tantas familias que sufren muchísimo a causa de este verdadero cáncer que tanto mal nos hace.

No construye la casa común los que se dedican a la trata de personas y a la explotación laboral y sexual de las mismas. No construye la casa común el que favorece el tráfico de armas, el que alimenta la violencia contra la mujer, el que acumula dinero alimentando la avaricia y destruyendo a los más necesitados. A todos ellos los invitamos a dejarse mirar por los ojos misericordiosos de Jesucristo en la Cruz. Abran su corazón a la misericordia de Dios!

-La Iglesia ha dicho su palabra más fuerte a nuestra patria en el Congreso Eucarístico Nacional que celebramos en Tucumán el pasado mes de junio en el clima del bicentenario de la independencia nacional. Las dificultades de la hora presente no son más fuertes que el amor de Dios. La riqueza más segura de la Argentina son los argentinos, cada uno de los habitantes de nuestra patria, siempre abierta a toda la humanidad.

Informe: Agensur.info

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