Mauricio Macri no puede alegar que le tocó una
coyuntura peor a la que enfrentaron Alfonsín, Menem, De la Rúa
y Duhalde.
Por Beatriz Sarlo |
Los primeros
cien días de los presidentes que precedieron a Macri no consistieron en
acostumbrarse a estar en la Casa de Gobierno y tomar decisiones, salir de viaje
por el mundo, recibir dignatarios extranjeros, aguantar la mala cara del
Papa, pasear con la familia y confiar que los técnicos elegidos no se equivocaran.
Veamos los cien días que les tocaron a los presidentes de la democracia.
Alfonsín, en diciembre de 1983, llegaba a gobernar un Estado que había sido,
durante años, completamente opaco (además de terrorista).
Como me dijo
en ese entonces un ministro: no sabíamos ni dónde estaban los
micrófonos ni dónde estaban los baños. Las Fuerzas Armadas conservaban su
poder y no iban a hacer sencillas las cosas ni se iban a encaminar felices
hacia el juicio a las juntas militares, que Alfonsín anunció el 13 de diciembre
de 1983, para completar dos días después con la creación de la Conadep. Los cuarteles
chirriaban. Había recibido el país con inflación de alrededor del 20%
mensual y una deuda externa de 45 mil millones de dólares de aquellos años (sólo
hagan cuentas). El pago de los intereses de esa deuda fue un peso insoportable
y, en efecto, no soportado. Esa fue la herencia de la dictadura militar, que
resultó incluso más ingobernable que los alzamientos carapintadas.
En 8 julio
de 1989, Alfonsín entregó el mando anticipadamente a Carlos Menem, ante una crisis de
hiperinflación, desconocidas inquietudes sociales y un sindicalismo que no hizo
sencillo su gobierno. Durante ese invierno de 1989, recuerdo las calles
oscurecidas de Buenos Aires, los comerciantes armados en las terrazas de
los barrios suburbanos, el temor a los robos y saqueos. Nunca antes había
visto la ciudad así.
Diez años
después, en 1999, Menem entregó el gobierno a De la Rúa, con una recesión que había
comenzado un año antes y una desocupación desconocida hasta entonces. También
dejó la herencia calamitosa de la paridad peso-dólar, difícil de
sostener. Sin embargo, el gobierno se comprometió a continuar con esa
paridad. Recordemos que amplios sectores de las capas medias disfrutaron en
Miami de esa fantasía financiera, y regresaban con carritos repletos. La vuelta
agónica de Cavallo a Economía presidió la crisis a fines de 2001. Hubo grandes
manifestaciones y muertos en Plaza de Mayo y en capitales de provincia.
Una vez más la Argentina tocó fondo. Recuerdo de esos meses los ejércitos de
cartoneros que cruzaban desde la Provincia a la Ciudad, todas las noches. El
nuevo siglo se iniciaba con una redistribución de los ingresos en favor del 20%
más rico.
Después de
un par de presidentes de duración veloz, Eduardo Duhalde llegó con Roberto Lavagna.
Recibió un país destruido y sufriente, con un desempleo del 18,5%. Pero, cuando
en 2003 le pasó el gobierno a Kirchner, ya había transcurrido un primer
capítulo de esa crisis, que tiró a millones de personas a la desocupación,
a juntar basura para comer o vender, y vivir en la calle.
Nada hay
mejor que la comparación. Los
presidentes antes mencionados atravesaron condiciones mucho peores que las que
le tocaron a Macri. De hecho, la negociación con los holdouts muestra que el problema,
a diferencia del manejo hostil de Cristina Kirchner y su sicario económico
Kicillof era relativamente sencillo aunque las consecuencias de la
solución que se acuerde sean onerosas. Macri recibió problemas que sus
ministros encaran. Son discutibles las soluciones que adoptan pero, en general,
inventan muy poco.
Cristina Kirchner es responsable de haber perdido oportunidades cuando Argentina las
tuvo; será, además, juzgada responsable de una corrupción convertida en política de Estado. Pero,
afortunadamente, ni ella ni Kicillof tuvieron tiempo, torpeza o
malevolencia suficientes para generar una crisis como las mencionadas más
arriba. Malévola fue la situación económica de Brasil (una economía de gran
importancia para Argentina), el precio de lo que exportamos y otros pormenores.
Pero Macri,
si no se equivocan quienes son sus proveedores de optimismo, espera que,
exorcizada la “maldición de los K”, en la Argentina sucederán dos cosas: vendrán
dólares cuyos dueños se salen de la vaina para invertir en esta tierra de
promisión; y de esas inversiones, créase o no, se derramarán muchas monedas
hacia abajo. Si Macri se equivoca, su gobierno deberá reconocer el fracaso de esas hipótesis y, si está
en condiciones y tiene tiempo, corregirlas. No podrá alegar que le tocó
una coyuntura peor a la que enfrentaron Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde.
Sus cien días habrían sido una vacación para esos hombres. Sólo alguien recibió
un país en condiciones muy buenas: Cristina Kirchner, cuando la banda se la
puso su marido.
¿Convierte
esto a Cristina en una gran gobernante? No. Primero, porque desaprovechó esas oportunidades. En segundo
lugar, porque no previó que se acababa la bonanza internacional que había
favorecido a la Argentina. Tercero, porque despilfarró y perdió el preciado
broche de los superávits gemelos.
Hay algo que
suena contradictorio en el discurso de Macri: por un lado, se afirma que en cuanto se arreglen
algunas deudas, fluirán los dólares. En dos semanas, esas deudas parece que
están a punto de arreglarse: nadie inventó nada, simplemente se negoció con los
holdouts. Justo es decir que tampoco Prat-Gay contó una película de cowboys.
Pero si se cumple lo que el Presidente sostiene, entonces, la herencia era más
liviana de lo previsto. O se fantasea ahora o se fantaseaba antes. Voy a
preguntarle al Comando Estratégico de Discurso.
Nota al pie. ¿Por qué, en estos días, releo El
ciclo de la ilusión y el desencanto, de Pablo Gerchunoff y Lucas Llach; la Historia
económica de la Argentina, de Claudio Belini y Juan Carlos Korol; el
volumen coordinado por Juan Suriano de La nueva historia argentina.
Dictadura y democracia, y la Historia argentina. 1955-2010, de
Marcos Novaro? Simplemente para bajarles un poco el volumen a las dificultades
que encontró Macri. Cien días son pocos. Veámonos dentro de un año.
© Perfil
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