Por Gabriel Profiti |
La Torre de la Perla Oriental es una torre de televisión de
468 metros construida en el moderno distrito de Pudong de Shanghai, la ciudad
más poblada y centro financiero de China.
Con tres miradores, uno con piso vidriado, y una confitería
giratoria en altura, es una visita obligatoria para los turistas.
En el acceso hay una secuencia de fotos panorámicas -año por
año- de la torre desde su inauguración en 1995 y refleja el vertiginoso
crecimiento de la ciudad: al principio se recortaba sola y 15 años después
estaba totalmente rodeada de rascacielos.
En la base se encuentra el Museo de Historia de la Ciudad y
tiene las facilidades de un shopping.
Frente a un elegante café y a metros de un baño este
columnista pudo ver en 2009 a un hombre mayor sosteniendo a un chico de unos
cuatro años para que defecara sobre un cesto a la vista de visitantes y
clientes.
El turismo interno, en un país con 1400 millones de
habitantes, es uno de los motores de la economía.
Los protagonistas de la escena parecían abuelo y nieto de
visita desde el interior chino.
Pero evidentemente el crecimiento acelerado del país desde
las reformas económicas implementadas por Deng Xiaoping en 1978 no pudieron ser
absorbidos por todos sus habitantes.
Esos contrastes habían obligado al Gobierno chino, en aquel
momento a cargo de Hu Jintao, predecesor de Xi Jinping, a acuñar el concepto de
"sociedad armoniosa" para ir amortiguando la colisión cultural de la
nueva China.
Tarifas a la baja
Toda la introducción viene a cuento del mensaje que intenta
promover el presidente Mauricio Macri para que el país avance hacia "un
cambio cultural" y revalorice "el esfuerzo".
Ese cambio que pretende el Presidente tuvo su primera
derrota con el tarifazo en los servicios públicos. "El país no puede
derrochar lo que no tiene", sintetiza Macri para justificar los aumentos
que en algunos casos fueron exorbitantes.
El problema fue el ritmo en el que se lo quiso aplicar y las
consecuencias que podía y puede acarrear en una economía en recesión.
Yendo al ejemplo chino, el Gobierno debería haber mostrado
la existencia de un baño y cómo se usa.
Ya internamente los principales hombres del nuevo poder
reconocen los errores y el costo político pagado por las contramarchas.
Todavía hay incertidumbre sobre el porvenir.
Por lo pronto, Macri parece haber avalado un nuevo esquema
tarifario propuesto por su ministro de Energía, Juan José Aranguren, con topes
de hasta 300% de aumento (el anterior era de 400 y 500%).
La nueva propuesta parece haber prevalecido sobre otra que
elaboraba el ala política del gobierno para segmentar los aumentos por regiones
y consumo, difícil de implementar.
Antes de presentar el nuevo esquema en la audiencia pública
del 16 de septiembre, el Gobierno buscará el aval de gobernadores, dirigentes
sindicales y opositores moderados.
Macri y sus colaboradores deberán perseverar sobre ese
esquema de amplios consensos para avanzar hacia los cambios que quiere imponer
en otros ámbitos, como el regimen laboral, quizá el segundo eslabón de su
promovido cambio cultural.
El primer desafío será el proyecto de "primer
empleo" que propone exenciones y beneficios impositivos para empleadores
que tomen a jóvenes de entre 18 y 25 años, la franja más afectada por la
desocupación.
Ya fue girado por el Ejecutivo al Congreso.
Esta semana el Indec difundió el primer índice de la era
Macri y el desempleo llegó al 9,3%.
En otros términos, hay cuatro millones de argentinos con
problemas de empleo.
Pero los cambios que el Presidente pretende son más
profundos que aquella ley de primer empleo.
Al encabezar un acto esta semana en Avellaneda, dijo que una
mejora en la economía depende de "cada uno de los argentinos, cada uno en
su lugar entendiendo que cuando no cumple, cuando hace trampa al sistema,
cuando fuerza un ausentismo, cuando inventa un juicio, cuando pone el palo en
la rueda está complicándoles la vida a todos".
Traducido: quiere avanzar sobre dos reclamos muy repetidos
en el empresariado nacional, la litigiosidad, con un cambio en la ley de
riesgos del trabajo, y la "productividad".
Ya Cristina Kirchner había tenido un cruce con los gremios
docentes en 2012 por cuestionar los niveles de ausentismo.
Hoy, por ejemplo, la productividad de la industria petrolera
argentina llega al 30% en comparación con Estados Unidos.
El nivel de ausentismo en ese sector alcanza al 10% mientras
que en la primera economía mundial es del 3%, según fuentes del sector.
Pese a que el sindicalismo reconoce el abuso en algunos
regímenes laborales, advierte por el deterioro del salario y ya se puso en
guardia ante lo que define como un nuevo intento de flexibilización laboral
como el que avanzó en los 90 y que significó el principio del fin del Gobierno
de Fernando de la Rúa con la famosa "Ley Banelco", la eclosión de la
Alianza, etcétera.
Esos antecedentes deberán ser tenidos en cuenta en medio de
un escenario de recesión que todavía no muestra su punto de inflexión.
La economía cayó en junio un 4,3% en la comparación con
igual mes del año pasado, según un informe del Indec.
Los datos negativos son caldo de cultivo para una tensión
social que también es agitada políticamente por un sector de la oposición más
dura, compuesta por kirchneristas y la izquierda.
El Gobierno se propone un esquema de crecimiento como el que
permitió a Australia multiplicar su PBI en dos décadas desde 1983.
A grandes rasgos, la reforma australiana estuvo basada en la
apertura de su economía, reformas impositivas y laborales y políticas de
defensa de la competencia.
De allí radica también el cambio cultural que pregona Macri.
Pero, claro, la Argentina no es Australia y en la medida que
no baje el número de errores no forzados ni logre enderezar la economía, el
Presidente deberá atender solo el corto plazo.
0 comments :
Publicar un comentario