lunes, 1 de agosto de 2016

Los estados desunidos de América

Por Gideon Rachman

La alocución de Barack Obama en la convención demócrata de la semana pasada tuvo lugar 12 años después del día en que dio el discurso que le valió la atención nacional, en Boston en 2004. En Filadelfia, en cambio, el actual presidente comenzó recordando su primer discurso en la convención - pero no repitió las palabras que lo hicieron famoso.

En 2004, el joven senador cautivó a su público con una convocatoria a la unidad nacional. No hay América roja o azul, insistió, sino que existe solamente un Estados Unidos de América. Esta semana, en cambio, no hizo ningún intento similar para negar las divisiones entre el rojo (republicano) y el azul (demócrata). La brecha es demasiado profunda y el odio y la incomprensión mutua es demasiado evidente.

Las convenciones de los dos principales partidos políticos estadounidenses de este mes -los Republicanos en Cleveland y los Demócratas en Filadelfia-pusieron de manifiesto un panorama político de divisiones en campos hostiles. Los partidos y sus candidatos rivales –Donald Trump y Hillary Clinton– no sólo discrepan profundamente, sino que niegan la legitimidad y la aptitud para gobernar del otro.

Durante la convención republicana resonó el grito de "enciérrenla" de parte de los delegados que exigían que Clinton sea encarcelada. Los demócratas mostraron un desprecio por Trump tan profundamente sentido como la de los republicanos en su aversión por Clinton. Orador tras orador en la convención demócrata se puso en tela de juicio la moral, el juicio e incluso la cordura de Trump.

Sin embargo, aunque en la convención demócrata resonaron las condenas, hubo pocos intentos de comprender por qué tantos estadounidenses están dispuestos a votar por el candidato republicano. Tampoco hubo gran esfuerzo de comprender la división partidaria. Muchos de los eventos en la convención de Filadelfia parecieron casi diseñados para confirmar todos los prejuicios que el estadounidense medio tiene acerca de que representan los demócratas. Incluso algunos de los baños en la arena de Wells Fargo fueron etiquetados elegantemente "Todos los Géneros".

La convención contó con sesiones dedicadas a los derechos de los homosexuales, derechos de las mujeres, los discapacitados, las familias de las víctimas de la violencia armada y la difícil situación de "trabajadores indocumentados", justamente a los que republicanos llaman inmigrantes ilegales y que el señor Trump se comprometió a deportar.

El peligro, sin embargo, es que la impresión colectiva propuesta por la convención demócrata es que el partido es cada vez más una coalición de los marginados y los desfavorecidos, con poco que decir sobre la América Media, excepto que deben "superar sus prejuicios".

La convención republicana presentó una imagen especular de un partido que se alinea cada vez más en su propio campo étnico y social. Sólo 18 de los 2.472 delegados republicanos eran afroamericanos, un mínimo histórico. Por el contrario, había 1.182 delegados afroamericanos en la reunión Democrática, de un total de 4.766. La convención también fue presidida por la congresista Marcia Fudge, una mujer afroamericana.

Ambas partes parecen estar adoptando estrategias similares para las elecciones del 8 de noviembre. En lugar de competir por un número cada vez menor de indecisos, ambos están tratando de reunir a sus principales partidarios. Para los republicanos, este es el blanco de la clase obrera en las afueras y pequeña ciudad de América. Para los demócratas son los negros, hispanos y liberales urbanos.

Hay, sin embargo, un par de importantes matices en esta imagen. A pesar de que Trump ha logrado darle vida al voto duro de los republicanos, alejó a gran parte de la élite. Muchos de los expertos en seguridad nacional del partido están consternados por el coqueteo de Trump con aislamiento y con la Rusia de Vladimir Putin.

En la última noche de su convención, los demócratas trataron de sacar provecho de esta debilidad, dándole un espacio predominante al discurso del general John Allen, un marine retirado, quién condenó a Trump y dio un respaldo contundente a la señora Clinton como próxima Comandante en Jefe del país.

Hillary lanzó también dudas sobre el temperamento de su rival, al sugerir que es demasiado irascible para confiarle el arsenal nuclear de Estados Unidos.

Esta carácter fuerte, además de las políticas propuestas ya habían convencido a Mitt Romney, John McCain y George W Bush -sus tres predecesores como el candidato republicano a la presidencia- a alejarse de la convención de Cleveland.

Es posible que este alejamiento lo muchas de las figuras de mayor confianza del partido republicano podría persuadir a suficientes votantes rojos de desertar hacia el bando demócrata o de abstenerse y así facilitar el triunfo de Clinton. Pero en ésta elección, la más impredecible en años es igualmente posible que la clara incomodidad de los republicanos ante la vulgaridad estridente del señor Trump pueda solidificar su imagen como un verdadero campeón de la American blanca ordinaria.

Si eso sucede, Donald puede representar la venganza final de estado rojo de América -no sólo contra Obama y los demócratas, sino contra el liderazgo tradicional del partido republicano.

© Financial Times

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