Por Gabriela Pousa |
“Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera, contarle que
el universo era más ancho que sus caderas, le dibujaba un mundo real no
uno color de rosa, pero ella prefería escuchar mentiras piadosas (…)”
Joaquín Sabina
“Cambiamos”: A juzgar por los últimos acontecimientos, este solo
es un verbo en plural que – tanto dirigencia como sociedad -, conjugamos
arbitrariamente. Al menos, no
parece haber conciencia cabal de las implicancias que acarrea modificar el
escenario político nacional.
Lo sucedido con las tarifas de la electricidad y el gas graficaron en forma maestra lo que sucede en la Argentina actual. El kirchnerismo no se ha robado solo el patrimonio material sino que ha socavado hasta la lógica más elemental: nada fue, es, ni será gratis en un país que se pretenda normal.
Lo sucedido con las tarifas de la electricidad y el gas graficaron en forma maestra lo que sucede en la Argentina actual. El kirchnerismo no se ha robado solo el patrimonio material sino que ha socavado hasta la lógica más elemental: nada fue, es, ni será gratis en un país que se pretenda normal.
Si acaso el gobierno ha fallado es dable rescatar algo que no sucedió
durante doce años: rectificar, dar marcha atrás. A veces el mejor de
los caminos solo se alcanza retomando el sendero perdido. Hubo errores que
pusieron de manifiesto que no basta con tener los mejores equipos técnicos,
también es menester contar con quienes sepan entender una sociedad que perdonó
hasta lo indecible al kirchnerismo, y ahora no puede tolerar, por ejemplo, que
se comunique mal.
Es paradójico que la misma gente que calló frente al saqueo de reservas
del BCRA o al ocultamiento del número de muertos tras un temporal, ahora no
acepte un error conceptual del gobierno. Es verdad que nunca se dio
prioridad a lo institucional, de ahí que no indigne ver a Hebe de Bonafini
viajando a un supuesto coloquio en la costa bonaerense pero no respondiendo al
llamado de un juez federal. Un juez que ha dejado al descubierto otro
legado del pasado gobierno: el miedo. Un antecedente preocupante si acaso
sienta precedente para los pedidos de indagatoria que vendrán.
Lo cierto es que del error debe rescatarse lo elemental: la
experiencia. No es la primera vez que Mauricio Macri choca con la
misma piedra: le sucedió cuando intentó nombrar dos miembros para la Corte
Suprema sin esperar el dictamen del Congreso. Le pasó ahora al querer evitar la
convocatoria a audiencias públicas como establece el derecho. Habría
que recordar la máxima de Napoleón: “Vísteme despacio que voy de prisa“.
Hay un punto medio entre la premura y la desidia. El Presidente debe verlo. Si
titular del PRO no escucha o no escuchó debe empezar a hacerlo.
Pero hay otro hito muchísimo más importante que el traspié del gobierno:
la recuperación de un pilar esencial para ser un país normal. Y este es el
respeto por la ley, el acatamiento a la Justicia cuando obra independientemente
de la voluntad del Poder Ejecutivo Nacional. Esto no sucedió durante el mandato
anterior, y nadie o muy pocos, fueron capaces de elevar la voz.
Basta un ejemplo: nunca el kirchnerismo aceptó el fallo de la
Corte denunciando al entonces gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, y a
favor de la restitución del procurador Eduardo Sosa, desplazado del cargo en
tiempos en que Néstor Kirchner gobernaba. El máximo tribunal de Justicia fue
ignorado siempre que falló en forma adversa al deseo de los Kirchner. Con
Cambiemos se recuperó la institucionalidad, base fundamental para la república.
El hecho de que no demos valor a ello no lo hace un dato menor.
Hoy este respeto de un poder hacia otro debería ser titular de
todos los periódicos porque lamentablemente, la barbarie kirchnerista, ha hecho
que lo normal resulte digno de rescatar.Sin embargo, el énfasis parece
estar en el traspié del gobierno como si este no estuviese conformado por seres
humanos. Una cosa es gobernar mal – de manera sistemática además -, porque es
requisito sine qua non para beneficio propio, y otra es equivocarse con los
tiempos o quizás con la comprensión del mal social sembrado por la
administración anterior. Una cosa es respaldar a un funcionario porque
es socio en el robo armado, y otra es lo que sucedió con el titular de la Aduana,
Juan Gómez Centurión.
En el seno del macrismo la polémica entre gradualismo y shock es un
asunto pendiente de solución. A veces lo bueno es enemigo de lo óptimo y lo
urgente se confunde con lo importante. Ahora bien, dejar satisfecho a todo el
mundo es algo que ni este ni ningún otro gobierno puede hacer por mejor
intención que se tenga. Asimismo hay una realidad que no puede pasarse por alto: la realidad
social.
En la sociedad argentina hay un grave conflicto entre lo que se puede y
lo que se quiere. Tener luz y no pagar por ella es un anatema. Un sofisma que
el kirchnerismo vendió y nosotros compramos voluntariamente. ¿Inocentes o
inmaduros? Guste o no hay que apostar por lo último, y encima se nos hace
precio porque “cómplices” sería el vocablo perfecto. Hemos sido los inmaduros
perpetuos a los que aludía Pascal Bruckner.
No queremos crecer aunque queremos los beneficios de los adultos. Clamamos libertad sin querer hacernos cargos
de sus deberes intrínsecos. Creemos que el lloriqueo es el modo más efectivo de
conseguir lo deseado, no el esfuerzo. Queremos al Estado benefactor a
sabiendas del resultado: la orfandad en todos los planos.
El kirchnerismo creó la costumbre de la gratuidad o del subsidio como
beneficio, un capítulo más del relato. Quitar un hábito, destruirlo, es
complejo porque forma parte de la rutina personal peromucho más difícil es
cambiar una costumbre pues esta es una construcción social. Requiere de tiempo,
el gobierno desconoció eso. Una vez que Pavlov entrenó al perro para que
asocie comida o recompensa con el sonido de la campana, no pudo lograr que el
animal no reclame su ración diaria al oír doblar las campanas.
La creación de ciertas costumbres durante doce años hace que el gobierno
actual necesite duplicar esfuerzos para conseguir cambios, aún cuando estos
sean admitidos como necesarios por la sociedad. 8 de cada 10 ciudadanos se
mostró satisfecho por el fallo de la Corte frenando la suba de tarifas de gas y
electricidad. No es
un detalle, es parte de la costumbre arraigada durante un tiempo en exceso
largo.
Hay toda una generación que creció bajo la “filosofía” populista de “lo
gratis”. Pues bien, ni los recitales en plazas públicas, ni Tecnopolis, ni el
canal estatal ni nada que el Estado haga u otorgue, carece de costos para la
sociedad. Hasta no hacer comprender esto con mensajes claros y concretos, no
habrá forma de que “Cambiemos” sea algo más que un verbo. Y el fracaso, en todo
caso, es de todos, excede al gobierno aún cuando no quiera vérselo.
0 comments :
Publicar un comentario