Por Giselle Rumeau
Como si se tratara de un ejercicio para conjurar oscuros
deseos, el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, publicó una carta en el diario El Día con anacrónicas y pavorosas
ideas, cuestionando y arrasándolo todo.
Monseñor se escandaliza por el vicio de
fornicar y por la “cópula carnal fuera del matrimonio”; se molesta por el
“petting (contacto erótico sin llegar a la consumación del acto sexual)
descontrolado en lugares públicos”, se espanta porque la “igualdad de género
permite otras combinaciones, antinaturales”; pone el grito en el cielo porque
el Ministerio de Salud de Brasil envió a la Villa Olímpica 450.000
profilácticos (“¡a coger atléticamente!”, dice); se horroriza por los “
notables de señoritas (...) que cambian de ’novio’ cinco o seis veces al año”,
o porque las mujeres se atreven a ponerse diminutos bikinis. Le faltó acusar a
las féminas de herejes y pedir la quema de las obras completas de Sigmund Freud
o las novelas de Gustave Flaubert.
El indignado Aguer habla, escribe, repite, se engolosina con
palabras ‘profanas’, como vicio, petting, fornicación, como si no pudiera dejar
de nombrarlas, como si buscara librarse de ellas o del terror de sus propios
pensamientos vergonzantes. Cualquiera con un mínimo conocimiento del
psicoanálisis se haría un festín con sus polémicos postulados. Además de
intolerancia, autoritarismo y discriminación, la piel de monseñor transpira
fobia. Fobia y represión, claro. Un fóbico, en este caso al sexo o a los
homosexuales, siempre teme lo que desea de manera inconsciente. Y por eso no
puede ver sino con espanto al objeto temido, fruto de la fantasía.
Pero para evitar enredarse en análisis psicológicos de
folletín, dejemos de lado la lógica freudiana para meternos en la lógica de
Aristóteles, que sería algo así como la lógica de la calle, la de todos los
días. Aguer no resiste ninguna lógica. Con una impunidad desbordante asegura
que “la cultura fornicaria” tiene “algo de no humano, de animaloide”. Y condena
a los homosexuales y lesbianas, al hablar de “fornicación ‘contra natural’,
avalada por las leyes inicuas que han destruido la realidad natural del
matrimonio”. Ni hablar del terror que le provoca la adopción por parte de
parejas del mismo sexo. Para responderle con su propio recetario: ¿hay algo más
antinatural que el celibato? ¿No es anormal o poco humano ir en contra de las
necesidades biológicas?
A mí me daría miedo que un niño sea educado por monseñor
Aguer. Por caso, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y
el Racismo (INADI) ya analiza tomar medidas por su postura discriminadora.
Está claro que el arzobispo pertenece al sector más rancio
de la Iglesia y de la religión católica que, de por sí, postula al sufrimiento
como el vehículo para ganarse el cielo. No voy aquí a cuestionar este credo ni
sus reglas. Cada uno es libre de creer en lo que quiere. O puede. Si sus
miembros deciden reprimir su sexualidad, allá ellos. Pregonen sus leyes
sagradas entre sus feligreses. Pero no le pidan al mundo que viva bajo sus
normas. Y mucho menos, que dejemos de tener sexo en tiempos de stress y redes
virtuales, en el que lograrlo ya es casi un milagro.
0 comments :
Publicar un comentario