jueves, 25 de agosto de 2016

Las puertitas de monseñor Aguer


Por Giselle Rumeau

Como si se tratara de un ejercicio para conjurar oscuros deseos, el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, publicó una carta en el diario El Día con anacrónicas y pavorosas ideas, cuestionando y arrasándolo todo. 

Monseñor se escandaliza por el vicio de fornicar y por la “cópula carnal fuera del matrimonio”; se molesta por el “petting (contacto erótico sin llegar a la consumación del acto sexual) descontrolado en lugares públicos”, se espanta porque la “igualdad de género permite otras combinaciones, antinaturales”; pone el grito en el cielo porque el Ministerio de Salud de Brasil envió a la Villa Olímpica 450.000 profilácticos (“¡a coger atléticamente!”, dice); se horroriza por los “ notables de señoritas (...) que cambian de ’novio’ cinco o seis veces al año”, o porque las mujeres se atreven a ponerse diminutos bikinis. Le faltó acusar a las féminas de herejes y pedir la quema de las obras completas de Sigmund Freud o las novelas de Gustave Flaubert.

El indignado Aguer habla, escribe, repite, se engolosina con palabras ‘profanas’, como vicio, petting, fornicación, como si no pudiera dejar de nombrarlas, como si buscara librarse de ellas o del terror de sus propios pensamientos vergonzantes. Cualquiera con un mínimo conocimiento del psicoanálisis se haría un festín con sus polémicos postulados. Además de intolerancia, autoritarismo y discriminación, la piel de monseñor transpira fobia. Fobia y represión, claro. Un fóbico, en este caso al sexo o a los homosexuales, siempre teme lo que desea de manera inconsciente. Y por eso no puede ver sino con espanto al objeto temido, fruto de la fantasía.

Pero para evitar enredarse en análisis psicológicos de folletín, dejemos de lado la lógica freudiana para meternos en la lógica de Aristóteles, que sería algo así como la lógica de la calle, la de todos los días. Aguer no resiste ninguna lógica. Con una impunidad desbordante asegura que “la cultura fornicaria” tiene “algo de no humano, de animaloide”. Y condena a los homosexuales y lesbianas, al hablar de “fornicación ‘contra natural’, avalada por las leyes inicuas que han destruido la realidad natural del matrimonio”. Ni hablar del terror que le provoca la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Para responderle con su propio recetario: ¿hay algo más antinatural que el celibato? ¿No es anormal o poco humano ir en contra de las necesidades biológicas?

A mí me daría miedo que un niño sea educado por monseñor Aguer. Por caso, el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) ya analiza tomar medidas por su postura discriminadora.

Está claro que el arzobispo pertenece al sector más rancio de la Iglesia y de la religión católica que, de por sí, postula al sufrimiento como el vehículo para ganarse el cielo. No voy aquí a cuestionar este credo ni sus reglas. Cada uno es libre de creer en lo que quiere. O puede. Si sus miembros deciden reprimir su sexualidad, allá ellos. Pregonen sus leyes sagradas entre sus feligreses. Pero no le pidan al mundo que viva bajo sus normas. Y mucho menos, que dejemos de tener sexo en tiempos de stress y redes virtuales, en el que lograrlo ya es casi un milagro.

© El Cronista

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