Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)
Que hay que fusilar a Liniers para garantizar la Revolución
de Mayo, que hay que mantenerlo vivo por tratarse del héroe máximo de la
reconquista de Buenos Aires ante manos británicas. Que mejor lo fusilamos y lo
recordamos como héroe.
Que hay que adoptar un sistema unitario, ya que mal no
nos va con el puerto; que hay que adoptar un sistema federal para que todas las
provincias sean iguales. Que adoptemos un sistema federal de palabra, con un
puerto gigante y cada vez más rico. Que somos rosistas porque nos dio dignidad
y soberanía; que somos antirosistas porque hay que combatir a la tiranía.
Que Sarmiento sos Gardel, que Sarmiento sos un vendepatria;
que Roca es el padre de la Nación, que Roca es un genocida. Que somos
liberales, que somos conservadores, que somos liberales conservadores. Que
somos autonomistas, que somos radicales, que somos cívicos, revolucionarios y
nacionales. Que somos radicales populares, que somos radicales aristócratas,
que Yrigoyen es lo más grande, que el Peludo está gagá.
Que la década es infame, que la década es gloriosa, que el
nazismo ya tendrá tiempo de querer borrar a seis millones de tipos de la faz de
la tierra, pero por lo pronto aprovechemos para llenar el Luna Park. Que la
Segunda Guerra no nos tiene que afectar, que la Segunda Guerra puede que nos
afecte, que qué carajo hacen los buques ingleses y alemanes cagándose a
bombazos en el Río de la Plata. Que tenemos que declararle la guerra al Eje,
que la guerra terminó, que se la declaramos igual, carajo. Que Perón es un
déspota, que Perón es Dios, que Perón es un tirano, que Perón es Perón. Que el
peronismo es nazi, que el peronismo reconoce al estado de Israel, que Evita se
reune con Golda Meir.
Que el pueblo está unido, que cinco por uno no va a quedar
ninguno. Que la iglesia apoya a Perón, que la iglesia llama a combatir a Perón,
que la cosa está que arde, que lo que arden son las iglesias. Que el General se
va, que el General se fue. Que el cálculo salió mal y a cambio de un General
llegó y se sumó un Almirante. Que empieza la resistencia peronista, que
resistir de verdad cuesta caro, que se fusile a todos los rebeldes. Que
Frondizi es desarrollista, que Frondizi es un traidor, que Frondizi se banca 52
planteos militares en unos meses, que Frondizi no vivirá para oir a una
Presidente decir que “nunca hubo otro presidente democrático que recibiera
tantos ataques” como ella.
Que somos azules, que somos colorados, que ganaron los
azules pero el poder es de los colorados. Que vuelve la democracia, que vuelve
pero sin el 50% del padrón. Que Illia es la esperanza, que Illia es lento, que
Illia se fue rápido. Que Onganía la tiene clara, que se tranquiliza la
economía, que a Levingston no lo conocen ni los hijos, que Lanusse es bueno,
que será un tirano pero es una “dictablanda”.
Que a Perón no le da el cuero, que a Perón le dio el cuero.
Que con Cámpora al Gobierno, Perón va al poder. Que con Cámpora al Gobierno se
masacraron en Ezeiza. Que con Perón al Gobierno y al Poder el derramamiento de
sangre nunca cesó. Que los Montoneros quieren al General. Que los Montoneros
quieren muerto al General. Que los Montoneros quieren a los peronistas en el
poder. Que los Montoneros quieren a otros peronistas, no a esos gorilas como
Perón. Que la Triple A empieza sus tareas, que la Triple A son los padres. Que
la única salida es el golpe, el golpe, el golpe ¿Cuándo dará el golpe, General?
Que el Comunicado Número Uno. Que la gente sale a trabajar como cualquier otro
día. Que los muchachos empiezan a desaparecer. Que los atentados no se
discontinúan. Que los familiares de los muchachos empiezan a desaparecer. Que
los atentados siguen más que nunca. Que los hijos, amigos, padres y mascotas
empiezan a desaparecer. Que “si andás derecho no tiene por qué pasarte nada”.
Que andar derecho incluye cambiarse el apellido y desconocer a cualquier
pariente.
Que la economía se arregló fácil. Que deme dos, que deme
tres. Que deme tres moratorias para pagar esta deuda. Que queremos Pan, Paz y
Trabajo. Que le copamo’ la plaza a lo’ milico’ para que se vaya Galtieri. Que
se venga el Principito, le presentaremos batalla. Que Galtieri no te vayas,
Galtieri vení. Que ganamos, que ganamos, que seguimos ganando, que gana…
perdimos, que perdimos, que perdimos la guerra, la dignidad y la batalla económica.
Que las urnas están bien guardadas, pero acá tienen las llaves.
Que con la democracia se cura, se educa y se come, que mi
adversario es un ataud a prender fuego. Que llegó la primavera democrática, que
la primavera nos dio alergia. Que el plan Austral, que necesitamos un plan
estratégico para llegar a fin de mes. Que pintamos paredes de rojo un “Nunca
Más”, que pintamos caras de verde un “Si Dios Quiere”. Que el único Rico del
fin del alfonsinismo fue un Teniente Coronel. Que la revolución productiva. Que
el salariazo. Que el plan Bonex, que el plan Brady, que en alguna la vamos a
embocar, que Roig, que Rapanelli, que Erman González, que Cavallo. Que la
embocamos. ¡Grande, Mingo! Que con el uno a uno todo se puede. Que la
constitución no se toca, que la constitución se tocó. Que se viene la
reelección, que entramos en recesión.
Que se va a acabar la fiesta para unos pocos. Que el
candidato oficialista quiere salir de la convertibilidad, que gana el candidato
opositor que prometió seguir con el modelo económico. Que las Torres Gemelas se
caen en directo. Que el Megacanje, que el Blindaje. Que se vaya Machinea, que
se vaya López Murphy. ¡Que vuelva Cavallo! Que se vayan todos, que no quede uno
sólo. Que Puerta, que Rodríguez Saá, que Caamaño, que Duhalde. Que el que
depositó dólares recibirá dólares y que frente a Carlos Saúl Parte III, mejor
votar al del apellido difícil…
El año que viene estarán habilitados para votar chicos que
nacieron en 2001. No vivieron la caída del muro ni plantaron café en Nicaragua.
No le hicieron un apagón a Menem ni cacerolearon contra De La Rúa. A duras
penas puede que recuerden vagamente la asunción de Cristina Kirchner y sólo
porque coincidió con que estaban en primer grado. No hay diferencia de
percepción entre lo que para ellos fue el gobierno de la Alianza con lo que fue
la gestión de Viola para mi generación, Farrell para nuestros padres, o Marcelo
T. de Alvear para nuestros abuelos: presidencias que terminaron antes de que
naciéramos.
Puede que muchos sepan qué pasó o qué se hizo durante cada
año de la democracia, pero porque tuvieron que estudiarlo. Entre tanto,
nosotros y los más grandes seguimos en el loop perpetuo de discutir el número
de desaparecidos de la última dictadura mientras nos reímos de las costumbres de
los más pibes por varios motivos, pero con un hilo conductor: no los
entendemos. No hay que putearlos por burros sino aprender a comunicarles cosas
que nos interese que sepan. Pero antes, tenemos que tener cosas que les
interesen. ¿Qué les puede importar los coletazos del colapso neoliberal en la
justificación del presente si no habían nacido? Imagínense lo que puede
impactar en sus cabezas el torneo por ganar la Copa de la Culpa de la década de
los setenta: pasaron menos años entre los fusilamientos de José León Suárez y
mi nacimiento que los que transcurrieron entre el Golpe de Estado de 1976 y la
llegada al mundo de los futuros debutantes cívicos.
Crecieron en un occidente sin dictaduras militares, dentro
de un mundo sin Guerra Fría, en un siglo en el que Rusia es capitalista de
mercado. Ver las Torres Gemelas en una película no les da un sentimiento de
terror o nostalgia: les dice que el filme es de antes de que ellos llegaran a
este mundo. ¿Cómo pedirles que nos entiendan si seguimos discutiendo los conflictos
de nuestros viejos, nuestros abuelos o de gente que falleció hace dos siglos?
Me preocupa qué otras cosas de la democracia y la república
les estamos transmitiendo. Lo más cercano que están a ver a nuestro ejército en
funciones es en un cambio de guardia de los granaderos en la Plaza de Mayo.
Desde lo positivo, no se plantean otra forma de gobierno. ¿Cómo enseñarles a
valorar el poder del consumidor si nunca vivieron un mes de sus vidas sin
inflación? No tenemos cómo transmitirles el valor del esfuerzo si nuestro leit
motiv es pegar un laburo en blanco que nos permita jubilarnos dignamente cuando
llegue la edad requerida.
Mi generación creía que era normal la corrupción, que todos
roban. La generación posterior ni se pregunta cómo un político es
multimillonario si el currículum vitae les entra en un tuit. También tengo el
dudoso gusto de pertenecer, estadísticamente, a la generación más
psicoanalizada de las últimas décadas. Llega un punto en el que ya no puedo
cargar a mis viejos con las culpas de lo que pude o no pude hacer, ponerme los
pantalones largos, ajustarme la corbata y hacerme cargo de mi vida. ¿Cuándo es
el momento? Varía en cada uno. Pero en materia cívica, el punto de quiebre es
mucho más sencillo: la barrera en la que dejamos de putear a nuestros viejos
por el país que nos dejaron está determinada por la segunda elección en la que
participamos, cuando ya somos 100% responsables de lo que se hizo en el último
período presidencial, sea por acción, por omisión o por simple apatía.
Y es aquí donde quiero hacer una parada estratégica.
Crecimos “padeciendo” el mundo que nos legaron nuestros viejos y no hicimos
demasiado para modificarlo, más allá de cargar tintas sobre cosas que ni
siquiera vivimos y que pretendemos juzgar desde la comodidad del siglo XXI, o
tuiteando en el baño. Sólo para poner blanco sobre negro: mi viejo votó por
primera vez a los 27 años; a esa misma edad, yo ya había participado de nueve
elecciones. ¿Con qué cara puedo hacerme el boludo?
Y va más allá de no tener responsabilidad por no haber
votado por el kirchnerismo. Se trata de educación cívica por imitación, de
transmisión de valores, de protestar por cosas serias, de putear cuando
corresponde, de explicar por qué no es lo mismo que protesten los laburantes o
comerciantes, a que se considere una “marcha de la resistencia” a un puñado de
procesados penales con pasados de funcionarios públicos. Es el punto medio
entre el desprecio por la política y la locura a la que nos quieren someter los
políticos que pretenden que “no nos quejemos si no participamos”, cuando el
país tiene un sistema delegativo por una sencilla razón: no somos un consorcio.
Estos chicos que nos parecen marcianos a quienes no logramos
entender, no aparecieron por generación espontánea, son producto nuestro. 110%
nuestro y de nuestra falta de ganas de levantar la voz en la cola del
supermercado, de no explicarles que Nueva York está administrada por personas
comunes y no por extraterrestres en una dimensión paralela. Que las cosas no
tienen por qué ser aceptadas sólo “porque te tocó nacer en Argentina”.
Si usted, estimadísimo lector, tiene unos años más que yo,
sepa disculpar todos los años en los que no quise hacerme cargo de que ya era
un ciudadano como usted. Si vos, querido lector, tenés mi edad, o cuatro años
para arriba o para abajo, quiere decir que transitamos juntos algún punto de la
escuela secundaria, que somos fruto del mismo sistema educativo. Lamento
contarte que ya estamos grandes y doblamos en edad a los que se inician en la
vida cívica el año entrante. Entiendo que nos limaron la cabeza, que nos
llamaron “jóvenes” durante doce años y hasta nos dijeron que Máximo, Larroque y
hasta el cincuentón Amado Boudou eran jóvenes, aunque estuvieran más cerca de
los problemas de próstata que de los de acné.
Algo me dice que fue cultural, como cuando éramos chicos
–chicos de verdad– y nos decían que había conversaciones de las que no podíamos
participar porque éramos nenes. Y los turros de nuestros adultos tenían las
conversaciones en la cena de Nochebuena o para fin de año. Algo parecido se dio
cada vez que nos decían “jóvenes” en un acto político como para que nos
olvidemos de todo, por la comodidad que da ser chico y no ser responsables de
nuestros actos. Lamento recordarnos que Julio Roca y Nicolás Avellaneda
asumieron sus presidencias a los 37 años, tres años antes de que Máximo
obtuviera su primer trabajo registrado.
Y si por casualidad tengo la suerte de que este texto haya
caído en manos de alguno de los más pibes: creeme, este país no será normal,
pero probablemente ninguno lo sea. Es más, por una cuestión proporcional,
residen más humanos en países sin organizaciones judeo-cristianas. Sin embargo,
no podés resignarte a que todo sea natural “porque naciste en Argentina”. No te
resignes. No les des el gusto.
Si el rubio de la foto tenía 10 años, también vota el año que viene. |
Miércoles 31 de agosto. “No es tarea fácil educar jóvenes,
pero adiestrarlos es muy sencillo”, decía Rabindranath Tagore en medio de una
guerra de tizas de sus discípulos.
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