Por James Neilson |
Algunos cometen delitos porque, según su ideología
particular, es legítimo e incluso necesario que pisoteen la ley. Otros se
adhieren a ideologías determinadas por suponer que les servirán para blanquear
sus fechorías. Puede que entre los militantes kirchneristas haya personas que,
con sinceridad conmovedora, se las han ingeniado para convencerse de que
Néstor, Cristina y sus familiares tuvieron pleno derecho a apropiarse de miles
de millones de dólares o euros ajenos ya que, con suerte, los usarían para construir
el “proyecto” nat&pop glorioso del que hablaban.
Pero también hay muchos
que estaban más interesados en conseguir una parte del botín, por minúscula que
fuera, cuando los jefes subsidiaban a sus fieles con dinero contante y sonante
o salidas laborales y que, en la actualidad, están tratando de alejarse
subrepticiamente de una causa que ha dejado de serles provechosa.
La distinción es importante. Los creyentes auténticos que se
imaginan por encima de la ley son mucho más peligrosos que los oportunistas,
personajes que suelen adaptarse sin demasiados problemas a las circunstancias
imperantes y por lo tanto son, por decirlo de algún modo, rescatables. Si bien
los kirchneristas están batiéndose en retirada y es poco probable que logren
regresar, todavía queda un núcleo duro cuyos integrantes están dispuestos a
subordinar absolutamente todo, incluyendo, desde luego, el bienestar de la
mayoría que no pertenece a su secta, a las verdades reveladas de un “relato” en
que ellos encarnan el bien y sus adversarios, comenzando con Mauricio Macri,
son agentes del mal.
¿Realmente piensan así Cristina y los ultras que siguen
apoyándola, entre ellos la, para muchos, madre emblemática Hebe de Bonafini?
Aunque es tentador sospechar que Cristina por lo menos entiende muy bien que
sólo se trata de una farsa improvisada con el propósito de mantener a raya por
un rato más a la jauría judicial que le está mordiendo los talones, sería un
error subestimar la capacidad de los politizados para tomar en serio
virtualmente cualquier cosa con tal que les convenga. Las grandes tragedias del
siglo XX fueron en buena medida consecuencia de la voluntad de millones de
personas de adherirse a movimientos totalitarios que, en retrospectiva, les
parecerían monstruosos. Por fortuna, el populismo kirchnerista es una variante
relativamente inocua de aquel género siniestro; ha provocado muchos perjuicios
al país, pero en comparación con las catástrofes que está ocasionando en
Venezuela su pariente chavista, los daños no han sido tan graves.
El caso de Hebe nos recuerda lo difícil que es para muchos,
en especial los de formación marxista, reconciliarse con el pluralismo
democrático que, mal que les pese, es por antonomasia “burguesa”. Al elegir
hacer de ella el símbolo máximo de la “lucha por los derechos humanos”, tanto
los kirchneristas como otros pasaron por alto el detalle de que su postura
frente a quienes no comparten sus propias opiniones truculentas se asemeja
mucho a aquella de los ideólogos más sanguinarios del Proceso militar. Festejó
la muerte de tres mil personas en Nueva York a manos de “hombres y mujeres muy
valientes. Valientes, como una montaña de valientes, que se prepararon y
donaron sus vidas para nosotros. Ni siquiera para nosotros, tal vez para
nuestros nietos”. Para Hebe, se trató de un golpe certero, mortífero, asestado
contra los odiados yanquis, capitalistas liberales para más señas, que, lo
mismo que “los subversivos” para los halcones de la dictadura, no merecían
tener derechos porque no eran humanos. Así piensan los genocidas.
Sería de suponer que la militancia belicosa de Hebe y sus
amigos a favor de la muerte hubiera indignado tanto a los presuntamente
comprometidos con la defensa de los derechos humanos que romperían por completo
con ellos pero, huelga decirlo, con escasas excepciones han optado por
perdonarlos. Tanta comprensión puede atribuirse a lo doloroso que les sería
para ciertos progres cuestionar la condición casi mítica de las Madres de Plaza
de Mayo como abanderadas principales de una gran campaña popular contra la
represión militar. No se les ocurre que el protagonismo en aquel entonces de
los familiares de los desaparecidos reflejaba la indiferencia del grueso de la
sociedad; lejos de confirmar que el país entero estaba por alzarse en rebelión
contra los abusos que se perpetraban, sólo mostraba que, hasta producirse la
derrota en la guerra de las Malvinas, a pocos les había preocupado el tema.
A demasiados les parece lógico que casi todas las
organizaciones que se afirman defensoras de los derechos humanos se vean
dominadas por las abuelas y madres, o hijos y nietos, de las víctimas de la
represión ilegal que han hecho de “la justicia” un asunto personal, casi una
vendetta. En el fondo, lo que muchos quisieran es que se aplicara la ley del
talión, lo mismo que en países como Irán en que se toma al pie de la letra lo
de ojo por ojo, diente por diente, aunque por ahora se conforman con ver
pudrirse en la cárcel a todos los supuestamente culpables de violaciones de los
derechos humanos. ¿Y los crímenes cometidos por los terroristas? Por razones
tanto ideológicas como familiares, los atribuyen a su fervor democrático, lo
que a buen seguro hubiera sorprendido a aquellos que, allá en los años sesenta
y setenta del siglo pasado, despreciaban tanto lo que a su juicio era una
modalidad liberal fraudulenta que le declararon la guerra.
Néstor decía que “la izquierda te da fueros”. Aún más
generoso en tal sentido ha sido el papel de Hebe durante el Proceso militar. Al
difundirse la noticia de que el juez Marcelo Martínez de Giorgi había ordenado
su detención por haberse negado a comparecer en Tribunales para declarar en la
causa de Sueños Compartidos, el escándalo inmobiliario en que formalmente
participó con su ex amigo Sergio Schoklender, los convencidos de que debería
permanecer por encima de la ley, luchadores sociales tan renombrados como Amado
Boudou, Axel Kiciloff, Máximo Kirchner, Andrés Larroque y Luis D’Elia la
rodearon para impedir que la agarrara “Macri”, ya que todos se aseveraron
convencidos de que detrás del zarpazo judicial estaba el presidente. ¿Lo creen
de verdad? Es posible. En el mundo conspiratorio en que viven, todo cuanto
sucede ha de ser obra del principio de las tinieblas reinante. Sea como fuere,
algunas concesiones mutuas mediante, se desactivó pasajeramente el conflicto.
La militancia vio en el show que se produjo en torno a Hebe
un ensayo general para la eventual detención de Cristina. Por ser tan
verosímiles las acusaciones de robo en escala industrial que enfrenta la ex
presidenta, si la justicia funciona como es debido no tardará en verse entre
rejas pero la verdad es que aún dista de haberse despolitizado. Con todo,
aunque a Macri no le gusta la idea de que su antecesora sea sancionada como
correspondería por lo que hizo en el transcurso de la larga década ganada,
sabrá que indultarla directa o indirectamente enviaría al mundo un mensaje muy
negativo al informarle que en la Argentina el poder político sigue otorgando
impunidad.
Es factible, pues, que dentro de poco Cristina sea detenida.
También lo es que sus partidarios protesten con furia, aunque a esta altura no
parecen estar en condiciones de armar el quilombo fenomenal previsto por la
gente de La Cámpora. Desde noviembre del año pasado el país ha cambiado
bastante. Como ha sucedido con cierta regularidad, la mayoría se ha enterado de
que durante mucho tiempo toleró como si fuera normal una situación aberrante y
supone que, para hacer catarsis, debería repudiar con la vehemencia apropiada
lo que hasta hace poco le pareció aceptable. Muchos habían oído hablar de
denuncias tremendas y sabían que los Kirchner habían aprovechado el poder
político para convertirse en multimillonarios, pero antes de ver en la pantalla
de la tele montones de plata y las andanzas de Josecito López con las monjitas,
se resistían a ubicar lo que ocurría en el mundo real.
Cristina misma entiende que podría esperarle una celda
presuntamente VIP en una cárcel. No parece sentirse preocupada, acaso porque se
ve en el papel nada desdeñable de una presa política famosísima perseguida por
la derecha neoliberal por haber desafiado a los poderes concentrados
planetarios, por su solidaridad con los pobres y por haber contribuido a crear
un modelo novedoso que, dice, le hace digna de un premio Nobel de Economía. De
ser Cristina una mujer de vida austera, sin hoteles, propiedades y un nivel de
vida inalcanzable para quien desde hace muchos años depende del Estado por sus
ingresos, encarcelarla podría merecerle el respaldo de una izquierda mundial en
busca de mártires, pero puesto que no lo es, sería asombroso que muchos
referentes progres de otras latitudes la creyeran víctima del imperialismo
norteamericano. Asimismo, en vista de que las tribulaciones de Dilma y el
futuro incierto de Lula, dos políticos cuyas credenciales progresistas son llamativamente
superiores a las de Cristina, no han motivado ninguna reacción internacional
adversa, lo más probable sería que, aparte de personajes como Nicolás Maduro,
Evo Morales y, quizás, los hermanos Castro, los líderes del mundo tomaran su
eventual encarcelamiento por un asunto interno acerca del cual no quisieran
opinar.
0 comments :
Publicar un comentario