Por Martín Risso Patrón |
«No den Quorum»
[Jefe de la bancada Pro en Diputados]
Fuera de la
virtualidad, democracia
En la sociedad organizada, y para que la convivencia
transcurra en paz, la naturaleza de las cosas determina roles, papeles a
realizar por lo individuos y sus grupos, en lo que sea, para que se cumpla lo
prescripto naturalmente.
El intelecto, la vocación, la palabra y los hechos
indudablemente forman un sistema en el ser humano, de cuyo equilibrio depende
que la cosa ande bien. En la democracia, que es la categoría más compleja que
tiene una expresión de vida social humana, se sintetiza lo que se concibe como
conducción hacia los fines de vivir mejor que impone la naturaleza humana. Ese
concepto contiene la esencia de lo que somos, hacemos y aspiramos a ser y
hacer: No desperdigarnos por ahí en un agujero negro existencial que sale a
cazar Pokemones, con el agravante que es su sangre, la de esos bichos,
construida de bits de sangre electrónica, los que envenenan al ser vivo-vivo
real, que está fuera de la virtualidad. Pero eso es otro tema, Doña Clota, y si
me permití este desliz pokemónico, ha sido por escucharla mascullar mateando
sobre la tontera de sus nietos de andar de noche por esas plazas de dios y de
los porros, chocando con las farolas y después amanecidos como vaca pitiada por
el tren. De todas maneras, no viene mal para mis propósitos en este despacho;
¿sabe por qué? Sencillamente, porque en días nomás si seguimos así, usted no
sabrá si sus nietos son o se hacen, pero que opas-opas, mentecatos de
sangre azul, seguro que sí; y eso en la democracia se paga caro. Carísimo.
Crisis
La sociedad humana nunca será uniforme porque la Libertad impregna sus entrañas. De modo que cada quien es cada cual y así será
siempre y cuando no decida ponerse al margen del acuerdo sustancial que se
manifiesta en ese estado exquisito, digno de los dioses del Olimpo, con colores
como los de las estampas de los curas con nubes y cielo azul y sol; o esas
imágenes plácidas de la eternidad imaginada por los testigos jehovaenses y los
que manejan muy bien la imaginación, porque ésta, como usted bien sabe Don
Sencillo otorga poder. Igual que el
conocimiento, el saber, la sensibilidad, y también como la prepotencia y la
ignorancia que se apoyan en la mala leche. El poder es algo que en Democracia
tiene mucho sentido, del bueno, del malo, y del peor.
En el país nuestro y amado, tenemos la República con sus
instituciones, que la construimos todos los días, todos nosotros. También están
nuestras queridas juntadas en clubes, asociaciones como esa entrañable de los
jubilados donde usted baila bien pintada Doña Clota. Los sindicatos, como los
albañiles, donde usted, Don Sencillo hace el asao cada muchas veces al año sólo
pa festejar cualquier cosa siempre que sea de los máistros, los media cuchara o
los aprendices... En fin, eterna sería la lista. Pero que cada cual de esas
juntadas, sea la que fuere, tiene su
dirigencia; eso, posta.
Así es que, como la República las valora, les da consistencia en leyes, normas de
conducta, a veces impuestos, y también premios. La Asociación del Fóbal
Argentino, por ejemplo. O el sindicato de camineros o la CGT, o el Pro, o el
FpV, la UCR, Peyegrini [sublime
adoquinero], y los que, nacidos de un lao, deciden hacerse del otro con o
sin cirugía, pero siguen siendo buenas
personas. Todo en esta viña del señor, Doña, tiene organización; y como
tal, exige dirigencia.
Pero resulta que dirigir, significa tener en claro dos
cosas: Un objetivo, y el camino para
lograrlo; también una conducta:
actuar en función de todos, y no de sí mismo [el que dirige]. El que dirige, en
una dimensión de su gestión, debe cumplir con el mandato que le fuera otorgado por aquellos a quienes dirige;
claramente, entonces, también manda.
Todo eso, desde el mismísimo presidente de la República, hasta la directora de
la academia de zapateo donde luce su zarandeo usted cada tanto. Mandar es ejercer poder para dirigir.
Por ejemplo, don Grondona, fallecido inocente, mandó a la AFA, más o menos unos
40 pirulos en los que hizo, deshizo, no hizo y todo fue un desquicio. Los que
creían que era eterno, se equivocaron; y hoy, en que la oferta diaria es ver
quién destapa la olla más grande o la más podrida, para ser objetivo, todo el
paisanaje claramente se da cuenta que de dirigencia, nada; y el común dicho es:
“Nada es como antes”; antes de qué, entonces, y ahí nos peleamos pa’ ver desde
cuándo no tenemos dirigentes. A ver, aclaremos, de tener, tenemos dirigentes.
Pero desde algún momento, los dirigentes no dirigen, limitándose a mandar,
según su particular concepto del mando. En la política, en el deporte, en la
cultura organizada, en el comercio, en las escuelas y ministerios; incluso en
el mismísimo riñón republicano. Y salta la ficha: Dirigencia en crisis, en el
país. Según la real academia, crisis indica, entre otros conceptos, una
situación mala o difícil. Y así nomás es.
Perdemos casi todo en las olimpiadas que son un epígono del
orden mundial; y lo que ganamos, no lo debemos a la dirigencia, como la pequeña
gran médica o la ama de casa pesista de las pesadas, de 19 años, rosarina que
cada cual a su modo entrena, una en un gimnasio mientras tiene que laburar en
su profesión, y la otra, debajo de una tribuna de un sencillo club del rrioba,
que le presta su espacio para entrenarse. Y lo demás que perdimos, se lo
debemos a los dirigentes que no dirigen y que miran como majaderos memos desde
su escondite tanto desastre.
De la política, ni hablar, mire vea. Espacios que ya no lo
son y hoy derraman lagrimones por haber vendido el alma al busca que los buscó,
como el PRS y la UCR en serio peligro de disolución doblada, todavía, pero no
quebrada.
Intendentes, gobernadores, el mismo presidente que desde su
poder partidario ordena: “Diputados, ordeno no dar quórum porque no nos
conviene la mano”, cometiendo lo mismo, lo mismo, que hizo el Régimen de
infeliz memoria hasta el año 15, y que el Pro denostaba; mayoría automática,
escribanía, decían. Y hoy hacen lo mismo.
Salir de esto, pronto
Nos urge recuperar dirigentes que dirijan; felizmente la
República tiene dirigencia para ordenarla vida social.
Por eso, Paisanos, en las próximas elecciones parlamentarias
habrá que elegir diputados, senadores, ediles. Y eso no significa darle mayoría
automática a nadie. Hacer que los números cierren para generar discusión, sana
discusión parlamentaria nacional, provincial y vecinal.
El voto y el carné del club o el certificado con diploma
incluido, otorgan autoridad, mando y poder. Entonces nos preguntemos quién es
el pollo al que votamos en la República, en el club, en la asociación. Y si le
vemos las patas a la sota, entonces sin irnos al mazo, solemnemente se las
cortamos mediante el tallar y dar de nuevo con nuestra conciencia, que es la
soberana, sobre la que asienta lo que les dije antes; asienta la Libertad,
paisanos. Porque si hay algo que dignifica nuestro ser libre en Democracia, es que nuestro voto no tiene precio.
Votar no nos convierte esclavos ni del dogma ni de la mentira, ni de las buenas
intenciones. Nos convierte en esclavos de la Libertad; aunque suene paradójico.
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