Por Ernesto Tenembaum
El 19 de noviembre pasado, cuando faltaban horas para la
segunda vuelta y se descontaba una victoria de Mauricio Macri, hubo una reunión
en el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales. Quienes asistieron tal
vez lograron percibir un cruce entre el inminente ministro de Energía del nuevo
Gobierno, Juan José Aranguren, y Fernando Navajas, economista Jefe de Fiel, el
renombrado Think Tank de la ortodoxia local.
A la larga, el contenido de esa
discusión sería relevante. Navajas había argumentado a favor de una salida
gradual del esquema de subsidios y de la necesidad de que los costos
energéticos sean evaluados por la autoridad de aplicación del plan económico.
Aranguren lo cortó (me enmendó la
plana, narraría
Navajas) y le explicó que, para Macri, el Ministerio
de Economía sería uno más, ni siquiera un primus inter pares, y que él
-Aranguren- tomaría las decisiones a su leal saber y entender.
"Gradualismo, las pelotas, era lo que podía interpretarse de su
reacción", contó hace unos días el economista. "Las condiciones para
el salta Violeta (y sus consecuencias) de las tarifas se me empezaron a dibujar
en la cabeza en ese preciso momento".
Navajas no escribe en Tiempo
Argentino, ni cree que la energía deba
pagarse barata. Sencillamente, su postura refleja que la polémica acerca de las
tarifas es mucho más compleja que los diseños en blanco y negro que prefieren
otros actores. Tal vez no se trate de defender el consumo de energía barata
sino de discutir cuánto, cuándo y a quiénes se le aumenta. Hace unos días,
Navajas contó la anécdota en el blog Alquimias
económicas,
en un texto muy corrosivo para los sectores que participaron de la corrección de tarifas. Vale la pena repetir, por eso, algunos de sus párrafos:
* "Una hipótesis
que podía ser usada para anticipar cómo podía desenvolverse el reacomodamiento
tarifario (en energía, por ejemplo) era que la conducción unificada de la
política macroeconómica iba a renacer en diciembre de 2015 y que iba a acotar
el margen de maniobra de la política sectorial a partir del convencimiento de
que había que limitar los shocks sobre la inflación de la recomposición de
tarifas. Este no era un argumento especulativo sino que se basaba en un
ejercicio concreto que simulaba que una eliminación de los subsidios (sólo de electricidad
y gas) le metía un shock autónomo de 11 puntos adicionales a la inflación de
2016. Pero los hechos demostraron que esta hipótesis era completamente errónea.
No en su capacidad de predicción de los efectos del shock, ¡ahí era muy
robusta! Era errónea porque resultó equivocada la idea de que íbamos a ver un
comando centralizado de la política macro que cuidara los efectos de los shocks
de precios relativos sobre la inflación".
* "Dejada
libremente y sin coordinación macroeconómica por arriba, la operación de ajuste
tarifario se sesgó al apuro de cerrar la brecha de los subsidios y dar señales
fuertes a los inversores de que los precios percibidos por ellos se iban a
recomponer rápidamente. Mucho más cuando algunas Secretarías clave del Ministerio
de Energía pasaron a tener funcionarios con nexos muy fuertes con el sector
privado. Gente muy capaz, que proviene de haber estado del otro lado del
mostrador hace poco".
* "¿Qué ocurre
cuando uno sesga o directamente delega la política pública en los lobbies
sectoriales? La respuesta es que lo que uno ve es, por ejemplo, el precio del
petróleo por encima de los valores de eficiencia para subsidiar a los
productores. Algo que va a contramano de las anclas que una operación de
corrección de precios relativos necesita".
* "Los
funcionarios vinculados a los lobbies sectoriales van a tener una gran
capacidad informativa y de conocimiento sectorial. Pero al mismo tiempo
también, casi naturalmente, no van a maximizar el interés público sino que van
a ver el mundo desde la óptica sectorial que ellos entienden".
El texto de Navajas ya es viejo porque el Gobierno está
corrigiendo, a un alto costo, el desbarajuste que armó con el aumento. Pero
sirve como ejemplo de las múltiples advertencias que desoyó al momento de
ponerlo en marcha. Hoy, a la vuelta del camino, todos compiten por ver quién es
más autocrítico. "No percibimos la existencia de subsidios cruzados que,
al levantarse todos a la vez, multiplicarían por diez, o veinte, o hasta
cincuenta, el monto facturado. No vimos que la aplicación sobre diferentes
regiones generaría efectos diversos. No nos preocupó el pronóstico
meteorológico, un error de principiantes cuando se diseñan estas políticas. No
nos dimos cuenta que, ante el fallo de la Cámara de La Plata era hora de
convocar a audiencias públicas. Nos atuvimos a dictámenes leguleyos e
interesados para evitar convocar a estas a tiempo. No intentamos ningún acuerdo
político que respaldara una medida tan traumática. ¿Quiere que siga?", fue
la narración que hizo un alto funcionario la semana pasada, cuando este
periodista le preguntó en qué se habían equivocado.
El Gobierno, ahora, recalcula. Y en ese giro empieza a
revisar todo lo actuado: ya hay medidas para intervenirle las góndolas a los
supermercados y forzar la exhibición de productos regionales que surjan de
unidades de producción pequeñas y medianas, anuncios de que el déficit se
mantendrá por un tiempo más largo de lo previsto, moderación en los aumentos de
tarifas, evaluación estricta de sus efectos en los diferentes sectores
productivos y sociales, intentos de acuerdos políticos con opositores y
sindicatos. Todo lo que no se hizo con tiempo y capital político, se intenta
hacer ahora, de golpe. ¿Aplicarán correctamente medidas sobre las que no están
convencidos luego de errar en las que sí lo estaban?
Camino hacia la audiencia pública, a todas esas discusiones,
la oposición le agregará otras. Hace dos semanas, cuando Aranguren acudió al
Congreso, algunos diputados le reclamaron que explicara como llegaba al precio
de gas de boca de pozo. Sobre ese dato se estructura la fórmula que define
cuánto cuesta producir gas en la Argentina y, por lo tanto, el monto de los
subsidios o de las tarifas. ¿Vale dos dólares el millón de BTU como sostenía el
Gobierno anterior para el gas de explotaciones viejas, o u$s 7,5 como le
reconocía al que se extrae en exploraciones nuevas? Por supuesto, sobre el tema
existen las más variadas planillas.
El Gobierno sostiene que todo el esquema está basado en los
mismos precios que la gestión Kicillof/Gallucio le pagaba a las petroleras. La
oposición sospecha que los datos están inflados. Los ex secretarios de Energía
están divididos. A principios de abril, el estudio Bein difundió un informe
titulado "Consumidores subsidiando petroleras...eso no es PRO", donde
advertía sobre una transferencia de ingresos del primer sector al segundo. Las
empresas consideran, en cambio, que en estos doce años fueron discriminadas y
perdieron decenas de miles de millones en comparación con el precio que le
hubieran reconocido en cualquier otro lugar y que por eso se perdió la
soberanía energética. Los gobernadores del Sur piden que se le reconozcan altos
valores a las petroleras para cobrar más regalías pero que no se aumenten
tarifas para que no se enojen sus votantes: la chancha y los veinte. Los
sindicatos petroleros amenazan con incendiar el país si se baja la nafta a los
precios internacionales. Los industriales reclaman energía barata para producir
en tiempos de crisis. Todos se victimizan y sospechan de los demás. Es la
Argentina.
No es fácil coordinar todos esos intereses y mucho menos si
se lo pretende hacer a martillazos. El precio del gas está dolarizado. Por eso,
la necesidad de plata para extraerlo aumentó un 50% desde diciembre. Los
subsidios, que ya eran altos, escalaron. Solo alguien aislado del planeta puede
pensar que la salida era respetar puntillosamente los contratos firmados con
las petroleras mientras se cargaba sobre la sociedad, ya castigada por la alta
inflación, la recesión y otros aumentos de tarifas. No siempre la distancia más
corta entre dos puntos es una línea recta. Por un momento, pareció que un grupo
taliban podía tomar decisiones sin rendirle cuentas a nadie. Un equipo político
que presume de su agudeza para leer los deseos, ansiedades y motivaciones de la
sociedad, cometió semejante ingenuidad, se sobrestimó. Ahora, la discusión se
reabrió, como corresponde en un tema tan sensible. Y se verá si todo llega a
buen puerto.
Tal vez lo más inquietante de todo esto gire alrededor de la
figura de Mauricio Macri. ¿Quién decidió otorgarle la suma del poder a un
ministro que, como mínimo, tenía una percepción sesgada por el sector del que
provenía? ¿Quién debía revisar los efectos sociales, políticos y, sobre todo,
macroeconómicos de la medida? ¿Quién cumplirá ese rol de ahora en más? ¿Es
sabio no contar con alguien que tenga una visión amplia de todo el proceso
económico? ¿El equipo de la jefatura de Gabinete es tan idóneo como se supone?
Si es así, ¿por qué no alertó a tiempo? ¿Se da cuenta él del motivo de sus
errores? ¿Tiene equipo de remplazo? El sector más incondicional del macrismo
suele ofenderse ante estas preguntas, como si su sola formulación fuera un
atrevimiento. Sin embargo, esas mismas preguntas están instaladas en muchos
despachos oficiales. Si no se las responde a tiempo, los males se agravarán.
Casi nadie lo dirá en público, pero es la primera vez en
estos meses turbulentos que Macri le transmite a los suyos cualquier sensación
menos tranquilidad.
Ojalá su enemigo fuera el muy funcional kirchnerismo. Sería
mucho más fácil de vencer que la realidad.
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