Las líneas que se
enfrentan en el Gobierno, la Justicia y el establishment a favor y en contra.
¿Los K quieren la cárcel?
Por Gustavo González |
“Dime cuánto me castigaste y te diré cuánto te
quiero ver presa”. Fueron tantos los pesares que el kirchnerismo le infligió a
políticos, jueces y empresarios (pocos se acuerdan hoy de los beneficios
recibidos), que cuando se menciona la hipótesis de Cristina presa lo
primero que se percibe es una indisimulable satisfacción. Después surgen
los dilemas sobre la gobernabilidad.
Y solo en un tercer plano aparecen las dudas sobre
si la ex Presidenta es inocente o culpable de todo lo que se la acusa. Nadie
puede negar que el pragmatismo siempre fue el gen distintivo del círculo rojo.
El establishment agrícola ganadero encabeza el
núcleo duro de quienes sueñan ver entre rejas a quien durante años le quitó (o
“robó”, según este sector) una parte sustancial de su renta a través de las
retenciones. Casi no se encuentra allí atisbo de duda sobre
consecuencias negativas de esa situación y, mucho menos, análisis
judicial sobre las causas.
Pero hay otro establishment que privilegia el
“deber al placer”: no es que no quieran lo peor para ella, pero temen
seriamente que eso la convierta en símbolo épico de las luchas contra las
corporaciones, y que eso se les vuelva en contra en algún momento.
Esas distintas visiones en el empresariado se
repiten en el Gobierno. Están aquellos (¿mayoría?) que fantasean con que la
escalada jurídico-mediática contra el kirchnerismo sobreviva por meses y que se
corone con la prisión de CFK. Son los más concientes de lo
funcional que fueron hasta ahora las películas porno sobre la corrupción K para
una administración que no pudo dar muchas buenas noticias económicas.
Sin embargo, en el macrismo también hay una línea
de funcionarios y de no funcionarios con influencia directa sobre Macri, que
distingue entre lo oportuno que resultan las denuncias anti corrupción y lo
“peligroso” que sería que la ex Presidenta termine presa. Enumeran: 1) la
foto de un ex presidente presa va a recorrer el mundo y eso no aporta
para atraer inversiones; 2) lejos del poder, su influencia seguirá
disminuyendo, en la cárcel se puede convertir en mito; 3) el kirchnerismo ultra
es un porcentaje mínimo de la sociedad, pero muy activo y con capacidad para
generar ruidos en la gobernabilidad.
Todas estas dudas también cruzan a la Justicia,
desde los fiscales hasta los miembros de la Corte Suprema. Lo cierto es que el
motor de las causas anti K se tornó imparable, con el mismo fervor con que
antes se las cajoneaba. Unos buscan la verdad, otros venganza y algunos solo
intentan acomodarse para futuros asensos, intuyendo que promover esas causas es
lo que agradecería el macrismo.
Entre estos últimos, en el Gobierno incluyen al
fiscal Álvaro Garganta, quien acaba de denunciar a Daniel Scioli
por el retiro en efectivo de 20.000 millones entre 2014 y 2015. Sostienen que
(con todo lo bueno que podrían imaginar por abrir un nuevo frente de corrupción
por el lado de Scioli), tienen verificado que la acusación no se sostiene: “En
ningún lado está contabilizado ese faltante, además de lo loco de suponer que
hoy alguien puede retirar de un banco casi 40 millones cash por día sin
despertar sospechas”. En este punto, el problema que ahora tienen es otro: cómo
salir a decir esto, que ayuda a un contrincante directo como el ex gobernador y
contradice lo que afirma la “aliada” Lilita Carrió, promotora de la denuncia.
El último debate sobre Cristina presa se da entre
los cristinistas más fieles. Curiosamente, también una parte de ellos mantiene
alguna “esperanza” en que eso suceda. Piensan que sería un sacrificio
necesario para la causa. Pero la pregunta que se hacen a continuación es:
¿Está ella preparada pscológicamente para ir a prisión?
De boca para afuera la Jefa les responde que sí. Y
quizá sea cierto. Los personajes fuertes de la historia, expertos en la
construcción de grandes relatos, de vidas más o menos osadas, más o menos
locas, apologistas de las certezas, pueden ser ajenos a esos temores
corrientes. Si toda convicción es una cárcel, como creía Nietzsche, puede que
este tipo de líderes no tema ir preso, porque en cierto modo ya lo está.
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