Por Manuel Vicent |
¿Sabes lo que te digo? Que a partir de ahora yo, a lo mío,
esta es la fórmula de salvación casera que empieza a expandirse entre muchos
ciudadanos desmoralizados. El resultado de las elecciones generales ha
proporcionado material suficiente a las formaciones de izquierdas para
alimentar su pesimismo antropológico y ha exacerbado aún más su afán
autodestructivo.
Los jóvenes radicales esperaban que las urnas iban a
revalidar su entusiasmo feliz. Creían que unos líderes carismáticos estaban
listos para acabar con la pocilga de la corrupción del Partido Popular y
relevar a la vieja política anquilosada.
Ante la gresca interna que ha generado la evidente e
inexplicable derrota de sus vanos sueños, muchos de sus seguidores han iniciado
la retirada a los cuarteles de invierno. A partir de ahora yo, a lo mío, dicen.
Los simpatizantes socialistas que hicieron de tripas corazón
para seguir votando al partido, comprueban ahora que en su seno han vuelto las
luchas fratricidas contra su líder, pese a haber logrado salvar los peores
vaticinios.
¿Sabes lo que te digo? Que a partir de ahora yo, a lo mío,
repiten ya hartos muchos militantes.
El descalabro de la Bolsa, los augurios siniestros de los
apocalípticos sobre el futuro de Europa, los atentados terroristas, los
millones de refugiados, la inestabilidad moral, económica y política que se ha
instalado como forma sustancial de nuestra vida hace que incluso entre gente de
derechas se oiga la consigna: yo, a lo mío.
En efecto, frente a cualquier desastre planetario siempre
hay un remedio casero, una forma de salvación personal. En el fondo lo mío
consiste en recuperar la individualidad.
No se trata de ninguna renuncia o fuga por la puerta de
atrás, sino de ponerse a cubierto para que nadie destruya lo más limpio y firme
que a uno le queda para sobrevivir con cierta dignidad.
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