viernes, 15 de julio de 2016

Una sociedad sin reacciones a tiempo


Por Daniel Muchnik

Los Kirchner hicieron negocios particulares de grandes dimensiones desde el primer momento. Sin pudor, desaforadamente.

Sus declaraciones juradas fueron mostrando el crecimiento de la acumulación de parte de sus riquezas. Hicieron negocios, transacciones varias, giraron montos significativos en dólares al exterior. 

Compraron, vendieron, se asociaron, concretaron operaciones como si fueran privados pero en ese mismo momento ejercían la Presidencia de la Nación. Faltó el respeto elemental a la Constitución y a la sociedad.

No es fácil explicar por qué no se actuó (nosotros, la Justicia, los representantes del Parlamento) cuando debimos actuar, en el momento propicio. Lo inmoral e ilegal ya mostraba todo su rostro en los primeros meses de gobierno de Kirchner. El presidente actuó con naturalidad, como si no pasara nada. Todos ignoramos o miramos para otro lado.

Hubo, hasta hace siete meses y medio una administración que vulneró principios elementales, exigencias legales a cumplir al pie de la letra para poder mantener la base misma de la democracia.

Ahora, todo ese mundo de oscuridad y corrupción está saliendo a la luz por capítulos, mezquinamente, ocultando, incluso, delitos aun mayores. Sus seguidores de entonces, los militantes que perduran, tapan sus ojos, no admiten ninguna acusación.

No están preparados para las frustraciones. Si se ocupan, en cambio, de tirar perdigones (algunos inocentes o burdos y otros crueles) en las redes sociales contra el gobierno de estos días. Es su diversión cotidiana, sin buscar temas de fondo ni de polémica política en serio. Cabalgan felices con sus slogans subidos a caballo de los errores de la Casa Rosada y los ministerios.

El artículo 36 de la Constitución Nacional, agregado por la reforma de 1994, considera: "Atentará asimismo contra el sistema democrático quien incurriere en grave delito doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen para ocupar cargos o empleo públicos". Este mismo artículo pide al Congreso que sancione una ley sobre ética pública.

Se cumplió con la carta magna el 29 de septiembre de 1999 forjando la Ley de Ética Pública, la cual en su artículo 2do inciso f) obliga a "proteger y conservar la propiedad del Estado y abstenerse de su uso para beneficio de sus intereses privados". Hay mucho más. El artículo 2 de la Convención Interamericana sobre Corrupción suscripta por Argentina en 1996 advierte sobre los propósitos de los legisladores. Se buscó promover y fortalecer del desarrollo de los mecanismos necesarios para prevenir, detectar y sancionar la corrupción. Y además regular la cooperación en todos los Estados a fin de asegurar la eficacia de las medidas.

Había entonces respaldo legal para exigir que el Presidente Kirchner rindiera cuentas de los fondos por regalías en Santa Cruz que iban desapareciendo sin ninguna explicación. O para censurar la compra en condiciones impecables de tierras públicas, un regalo. O para dar cuenta del crecimiento inaudito de las riquezas del matrimonio aunque sea en parte en sus declaraciones juradas anuales. O para mostrar hoteles y casas privadas suntuosas particulares gracias a los agradecimientos de licenciatarios privilegiados de obras del Estado. O para girar millones de dólares al exterior en búsqueda de protección antes de que el Estado realizara cambios.

Es decir utilizando a su favor información confidencial. O para disponer el matrimonio y gran parte de su gabinete de la ejecución de grandes obras, todas millonarias, sin que se permitieran las auditorías correspondientes. O para distribuir fondos públicos a su antojo, a amigos y entenados.

En Argentina se seguirá hablando de estas lamentables circunstancias. Pero de lo que es importante es preguntar la falta de la reacción de las instituciones cuando resultaba indispensable hacerlo. Como si el país no tuviera reflejos o dejara pasar porque es "natural" que ocurran determinados hechos deliberadamente antidemocráticos.

La corrupción está tan extendida, formando parte de la vida diaria que no surgen las respuestas en el instante en que ocurren los despojos. O bien hay una connivencia extendida de la sociedad.

En 1995 los argentinos reeligieron a Carlos Menem estando muy informados de las acciones corruptas del presidente y de varios de sus funcionarios. No cuestionaron a los militares que hicieron negocios privados en las Dictaduras Militares por temor a represalias. Permitieron sin chistar que varios empresarios tuvieran "coronita" en la obra pública porque eran los inamovibles "amigos del poder".

Y así creció la montaña de daño, perversión e ilegalidad manipulada desde el Estado.

Hay otros países que padecen del mismo defecto: no tienen reflejos ante la corrupción obscena. Pero hay otros países que si tienen reacciones y cuando la descubren, si aparece, se envuelven en la vergüenza.

© El Cronista

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